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CHAPTER TWO
daemon x femreader! rhaenyra x femreader!
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No recordaba con exactitud una época en la que se haya sentido bien. No hablaba de estado de ánimo, ni mucho menos de cómo luce al verse en un espejo, bien sabía que poseía la belleza de su madre y padre, de los Targaryen de la Vieja Valyria.
Pero su salud era tristemente delicada, obligándola a pasar todos sus días en una cama porque podía desvanecerse en donde fuera, sin prevención y ocasionando severos sustos a su familia. Desde niña hasta sus quince días de nombre, su hermana-melliza Rhaenyra había permanecido junto a ella, la cuidaba, bañaba, dormía junto a ella, le cantaba levemente, acudía a sus llamados sin importarle abandonar a quién fuera. La amaba tan profundamente que sabía que si ella le faltaba, moriría. Por eso nunca la dejaba sola, por eso nunca se iba de su lado pese a cualquier circunstancia presente.
Ambas habían perdido más hermanos de los que podrían contar con sus dedos, embarazos que no llegaban a término, abortos espontáneos, su madre había tenido una racha de mala suerte con cada uno de sus embarazos después de ellas y eso apenaba el alma de la mujer, asegurándose de que su segundo vástago no sepa de sus condiciones, intentando no alarmar a su pobre pequeña que sufría desde que nació.
Por esa razón misma, nadie le reveló el nuevo embarazo de su madre, celebrando que llegó a término y que pronto nacería, se celebró un enorme banquete del que no estuvo enterada. Esos días, su salud estaba aún más delicada que nunca. Y en ese mismo día, mientras Rhaenyra asistía a las justas y su tío Daemon demostraba cuán hábil era, el corazón de la pequeña falló.
Estando acompañada por sus damas que jamás la dejaban sola, la princesa de quince días de nombre, cayó al suelo respirando con rapidez y musitando cosas incoherentes de por medio. Renxenia alzó su cogote al cielo y de su boca salió un alarmante rugido que logró poner a todos en alerta. Rhaenyra no necesitó órdenes de nadie, se puso de pie y Daemon bajó del caballo antes de poder asestar contra Criston Cole.
─Envíe un Maestre de inmediato hacia los aposentos de mí hermana ─le dijo, a su Guardia asignado. El hombre rápidamente asintió, dirigiéndose hacia el más cercano para poder enviar al hombre hacia la princesa pequeña cuánto antes.
Rhaenyra jamás había corrido tan rápido como en ese momento, necesitaba llegar a su hermana cuánto antes. Tenía miedo, su cuerpo tembló ante la idea de perderla, y mientras su tío también se dirigía hacia allá, más apresurado que ella, supo que en verdad estaba sucediendo aquello.
Ambos llegaron al mismo tiempo hacia los aposentos de Daenyra, viendo cómo sus damas sollozaban alrededor del cuerpo de la princesa. Rhaenyra sintió una vasta cantidad de lágrimas acumularse sobre sus ojos mientras sus rodillas tocaban el suelo con dolor. Daemon negó con su cabeza, negándose a creer que los Dioses le arrebatarán a su dulce tesoro. La tomó entre sus brazos, llevándola hacia la cama y comenzó a rezar a cualquiera que pudiera escucharlo, insultando en su mayoría, obligándolos a no llevarla.
