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CHAPTER FIVE. rhaegar targaryen x fem oc!
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Durante una de sus caminatas por Flea Bottom, una bruja se acercó a él para decirle cuán incierto era su destino, le había hablado sobre algo despertando más allá del Muro, y le dijo que las decisiones van a determinar cómo acaba su historia. A Rhaegar no le parecía importante oír lo que la mujer dijo, consideró que podía tratarse de una mujer buscando unas cuantas monedas para poder comer.
Esa noche, cuando su espalda chocó contra su colchón y pensó en que en dos lunas su matrimonio con su hermana menor sería concretado. No existían dudas al respecto, amaba a su hermana con todo su corazón y sabía que ella sería una excelente reina, tenía el temperamento de un dragón, y no mordía su lengua para nada, decía lo que pensaba en el momento en que lo pensaba. Pero lo que continuaba manteniendo una extraña sensación en los sentidos del príncipe, era la Canción de Hielo y Fuego.
Aegon, el Conquistador, predijo que el mundo acabaría durante un largo invierno, y para poder pelear contra ello, un Targaryen debía estar sentado sobre el Trono. Para poder completar esta profecía, Rhaegar sospechaba que el Norte tenía que ver y no sabía si debía de tener en cuenta a los hijos de Lord Stark. Su mente no lo dejaba tranquilo, continuamente pensaba en lo que podría suceder, y aún debía atender asuntos mucho más urgentes.
Con un último suspiro, hundió su rostro en la almohada y jadeó molesto, permitiéndose callar las voces en su mente que le recitaban la profecía, para poder caer en brazos de los Dioses, y dormirse.
Hacía calor, pero no estaba en King 's Landing. Bajo sus pies se hallaba arena dorada que debía de ser proveniente de Dorne, y entonces, supo que estaba en las playas Dornienses.
Ante él se extendió el Mar, y fue ahí que comprendió dónde se encontraba. Avanzó lentamente, cuando el sonido de una tormenta acechar lo hizo alzar la cabeza, no había más que unas cuántas nubes dispersas, no había nada más que indique que aquel sonido fueron truenos que anunciaban una tormenta cargada.
Sin embargo, el sonido continuaba ahí.
─No lo hagas, por todos los Dioses. El mundo te dará la espalda.
─¡El mundo ya me ha dado la espalda! ─quién fuera que sea la dueña de aquella voz, sonó familiar para él; estaba cargada de dolor y furia─. ¡Mi esposo, mi madre, mis hermanos menores! ¡Ese bastardo no tuvo piedad por ninguno de ellos, los masacró como si no fueran nada más que animales! ¿Crees que me quedaré aquí sentada mientras él calienta sus estómagos con vino y comida? ¡Les daré lo mismo que ellos me han dado!
