Capítulo veintiuno.

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| Dedicación: RoGallardo15 | 

Capitulo veintiuno: Ordenes.

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Ellery Bastther.

Los rayos de sol dieron de lleno contra mi cara, se sentían suaves, perfectos y cálidos. Pero a su vez, se sentían diferentes. No diferente malo, diferente bueno cabía aclarar. Sinceramente, levantarme nunca había sido tan placentero como ahora.

Antes, siempre amanecía con el pesar y la incomodidad, como si nunca me fuera a acostumbrar al dicho acto. Intenté cambiar el colchón por uno nuevo incontables veces, las sábanas por igual, pero nada funcionaba.

Hasta ahora.

Ahora me levantaba y se sentía... correcto.

Hasta que me di cuenta justo en donde me encontraba, en donde despertaba, y como despertaba.

Desnuda, y en medio de dos cuerpos.

Dos cuerpos desnudos también.

Mi corazón empezó a martillear contra mi pecho en comparación con el suave compás que llevaba antes de que me diera cuenta del tremendo error que acababa de cometer.

No, no, no.

¿Dónde demonios estoy...?

Pum, pum, pum.

Joder, no. No era mi corazón intentando salirse de mi cuerpo. Fiu.

Era la puerta, siendo aporreada bruscamente de una manera trastabillante. El dorado de la puerta refundía pero parecía que quien sea que la tocaba con esmero, tenía una fuerza de los cojones que la hacía tambalear.

—Díganle a la reina gris que no estoy de humor para el desayuno, la veré en el almuerzo o quizás en la cena. —Berreó Zarek, todavía entre sueños.

—Inútil, la reina dorada se dio cuenta que follaron en su castillo. Preparen esos culos para las patadas elementales. —Aquello hizo que Zarek, y Ahren incluido, se levantaran como si de resortes se tratasen. Sus movimientos fueron tan rápidos e inhumanos, que mis ojos tardaron unos cuantos segundos de más en procesar la rapidez con la que se movían.

—Mierda, Zarek. —Jadeó Ahren. Se estaba colocando su ropa en pequeños saltos torpes y su pecho, su cuello y su rostro se estaba tornando de un rojo que no sabía diferenciar si fuera de bochorno, lujuria o furia. —Follamos en el castillo dorado. Mierda, mierda.

Oxidus. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora