Capitulo seis.

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Capitulo seis: Ciudad de Oxidus.

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Justo delante de mi se alzaba lo que definiría como el lugar más hermoso que había visto jamás.

Era completa y llanamente irreal lo que mis ojos habían sido capaces de observar sin prisas, con una lentitud merecedora, pues aquel lugar parecía una completa ensoñación.

—Dios mío...—Susurré, acojonada de la belleza que poseía. De lo extremadamente raro y fantasioso de la situación, ¿acaso estaba soñando? de mi parte, diría que si. Era increíble. Todo lo era.

Era una ciudad. Sí, una ciudad. Pero, no cualquier ciudad, joder, era LA ciudad. Sus construcciones se alzaban de una manera impetuosa que desafiaba la gravedad, con vueltas poderosas y formas extremas que dudaba que se mantuvieran firmes ante las más audaces de las ventiscas. Sin embargo, ahí estaban, luciendo imponentes, como si nunca fueran a caerse nunca y prevaleciendo ante los obstáculos.

Más, aquello no era lo que más llamaba estrictamente la atención del lugar, lo que si lo hacía de una forma arrolladora, era la flora del que gozaba. Habían árboles, arbustos y flores regados por todos lados, dándole un toque sublime, etéreo, porque los pétalos y hojas de este, no eran más que de un puro color dorado brillante y pesado.

Las putas hojas eran de oro. No me cabía ni una sola duda.

—Oh, mierda, Zarek.—El gruñido vino de parte de Ahren, el de los ojos coloridos.—¡Nuestra cena es una Oxidiana! ¿Qué cojones?

Entonces, fui consciente de que las tres personas que me acompañaban, me observaban como si me hubiera salido una segunda cabeza.

—O bien puede ser una afortunada.

—¿Una que?—Musité en respuesta. A pesar de que el lugar me tenía considerablemente asombrada, no lo sentía...extraño. Lo sentía familiar, como si estuviera llenando una especie de vacío que no sabía que tenía hasta ahora que estaba justo en frente de mis narices, llenándome.

—¿Eres una Oxidiana?—Inquirió Ahren en mi dirección, sus cejas se alzaron provocando que sus ojos se vieran ligeramente más grandes, y por ende, que la luz diera directo en aquellos orbes de diferentes colores.

—¿Para qué se lo preguntas, imbécil? La estamos viendo, es una de dos. Y para mi es más posible que sea una Oxidiana a que sea una afortunada.—Le respondió Nahiara, a la vez que le repartía un zape en la nuca a su hermano.

—¿De qué demonios están hablando?—Observé como de la nada, los presentes marcaban su mirada en mi. Como si ahora se hubieran dado cuenta que estaba justo en frente de ellos.

Oxidus. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora