Capitulo veinticuatro.

212 39 9
                                    

Capítulo veinticuatro: Sangre Oxidiana. 

Copos de nieve, escarcha, y cristal friolento

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Copos de nieve, escarcha, y cristal friolento.

Mi sueño había estado plagado de como mi mente se imaginaba el castillo de la tan temida reina de hielo.

Desperté a oscuras, con un ligero encogimiento en los dedos como si estuvieran congelados. Fríos. Inútiles.

No tenía idea de la hora, pero parecía de madrugada. De lejos podía apreciar la vasta oscuridad, completa negrura. Pero de cerca; una antorcha hecha por Aidan nos iluminaba con suaves colores cálidos.

Ahren y Aidan descansaban pacíficamente un poco más allá de donde yo me encontraba, sus pechos bajo una suave respiración mientras dormían uno al lado del otro, casi a nada de fundirse contra el costado del otro. Sin embargo, no había rastro alguno de Zarek.

Estregué mis ojos con mis puños, espabilándome mientras me incorporaba en el duro suelo.

—¿Una pesadilla? —Su voz sonó ronca, un susurro perdido en el silencio de la noche. Contra todo pronóstico, no me asusté, solo seguí su murmullo y detallé su silueta oscura más allá de nuestros espacios para dormir, lejos de la luz.

—Algo así. —Mentí, mi sueño no había sido para nada una pesadilla. Más bien era... curioso, exploratorio. —¿Tú también?

—No recuerdo la última noche sin ellas. —Admitió. Mis hombros se tensaron ante su despreocupada honestidad.

No dije nada más por un rato. Zarek tampoco.

Luego de lo que pareció una densa eternidad, sentí sus pasos cerca de mi, y luego su hombro chocar el mío al sentarse a mi lado.

Y entonces, dije lo que había callado ya por un buen rato.

—¿Por qué me ayudan? Con la reina de hielo, con todo, incluso desde un principio cuando fui un grano en el culo para ustedes. 

Zarek lo pensó por un momento, se quedó callado por unos segundos que me parecieron infinitos, pero que mermaron un poco mis expectativas.

—¿Te soy sincero? —Preguntó, y asentí con rapidez. —No tengo ni la más minima idea del por qué. Solo sé que quiero, y que Ahren quiere, y que Aidan nos apoya en todo. 

No supe que responder, tampoco que hacer. Luego de unos segundos, me decanté por dejar reposar mi cabeza en su hombro, en un agradecimiento silencioso. 

—¿Cuál crees que es la razon por la que tengo más de un don? —Tragué saliva con fuerza, recordando lo que había sucedido antes de que ellos se dieran cuenta de mi segundo don. Lo que habíamos hecho. Por lo que habíamos terminado huyendo como prófugos del castillo dorado. 

—¿Te digo lo que pienso? Es la idea más estupida que pasa por mi cabeza, pero la más cercana a la realidad para mi. —Cuestionó, y ni siquiera tuve que asentir para demostrarle mi afirmativa. Pero entonces, un punzante dolor en mi cabeza me hizo enderezarme en mi lugar, apretando los ojos con fuerza y dejandome caer fuertemente de espaldas en el suelo. Mi espalda crujio en respuesta. 

Zarek espabiló en su lugar, arrodillándose a mi lado para sostener mi cabeza en movimientos inhumanamente rapidos. —Estás muriendote de hambre, Ellery. —Exclamó entre dientes, observandome preocupado sin saber realmente que hacer. 

—Necesito sangre. —Admití en voz alta, por primera vez, consciente de que sin ella, podría realmente morir. Lo sentí en mis venas, en todo mi completo ser, lo necesitaba urgentemente. 

De pronto, sentí mi cuerpo temblar. Y al ver a Zarek, me di cuenta que no era yo quien temblaba, era Oxidus. 

El dueño de los ojos felinos miró a su alrededor, y pude detallar en sus ojos aquella caótica decision que tomó, la última y más peligrosa de las armas en su arsenal. 

Acercó su muñeca con rapidez a mis labios, y acomodó mi cabeza sobre su palma antes de pronunciar aquellas palabras que moverían Períergo en su totalidad en consecuencia; —Saca esos colmillos, nieve, y aliméntate. 

Lo observé consternada. Dudosa de aquella orden. Si se podían alimentar de ellos mismos, ¿Por qué tenían que beber sangre humana en bolsas? ¿Por qué tenían Blutters? ¿Por qué me ofrecía esta opcion específicamente a mi? 

—Ellery, no me hagas encantarte, no me hagas seducirte. Tienes que beber, lo necesitas. —Demandó, una urgencia delirante estaba implícita en el tono de su voz. Zarek estaba realmente preocupado por mi.

Negué, sin siquiera saber que era lo que me retenía, sin tener idea aguna lo que me repelía a beber sangre directo de un Oxidiano. 

—Sé que no quieres, sé que la idea te resulta asquerosa, pero tienes que hacerlo. Por favor. 

No fui consciente del momento exacto, pero en algún punto sentí los extraños colmillos Oxidianos punzar contra mi labio inferior, dejándome notar su existencia, mis ansias, y la necesidad de sangre que mi cuerpo gritaba. 

Apreté los parpados, rindiéndome, y con una rapidez impoluta incrusté los caninos en su tez blanquecina. Mis labios apresaron su piel, mi lengua chocó con la misma, y como si se tratara de un instinto natal, succioné. 

Me afiancé a él, saboreando la peculiaridad de su líquido vital como si hubiese dado mi primer bocado de oxígeno por primera vez. La sangre de los Oxidianos no era para nada igual a la común y corriente, era más dulce, casi melodiosa, pero tenía ligeros toques amargos que prometían llevarte al paraíso. La sangre Oxidiana era simplemente, más. 

Chupé, sorbí, me deleité, me obsesioné completamente, me converti en una presa de mi naturaleza y fui cruelmente arrebatada de un bucle de extasis infinito cuando Zarek, quien respiraba con anormalidad, tiró de su muñeca con brusquedad y la apreto contra su pecho, con un gesto alarmante que provoco que mi corazon se saltara un latido. 

 Mis comisuras cubiertas de aquella ambrosía, e incluso sentia gotear mi barbilla, pero fui incapaz de no relamer mis labios e intentar capturar cada maldita gota que pudiera, como una adicta sin remedio. 

De pronto, fui consciente de cada particula del bosque, de cada animal en el, fui consciente de la cantidad de hojas doradas a nuestro alrededor, de cada mínima de ceniza en el suelo. 

—Creo que tenemos tu respuesta, Blancanieves. —Dirigí mi vista a Aidan, quien se acercaba a mi con una media sonrisa que no parecía genuina, estaba tensa, incómoda. Ahren estaba detrás de él, con el pelo revuelto y la ropa desacomodada, como si lo hubieran zarandeado con pasión, lo peor era su semblante, asustado a más no poder. — Está más que claro que tu elemento es la tierra, y que tienes unos poderes acojonantes con él. 

Y fue entonces que miré mis alrededores. Cada puto árbol en un radio de veinte metros estaba malditamente limpio, sin un rastro de hojas doradas, pues las mismas revoloteaban a nuestro alrededor furiosamente. Digna reacción de un terremoto, diga reaccion a mi avallasante arrebato de necesidad, pues mis ganas de sangre habían hecho temblar Oxidus en su totalidad. 

—Yo... —Ahren empezó. —Nunca he visto, ni siquiera a un maestro de la tierra o un sátiro original, causar un terremoto de esa magnitud. Nunca, mensita.

*** 

VOLVIIIIIIII. 

Hola, picaronas, ¿me extrañaron? 

Aqui vine nuevamente en nada mas y nada menos que un domingo Oxidiano. 

¿Deseos? ¿Comentarios? ¿Opiniones? 


B, Yil.


Oxidus. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora