• Leila •
- Ya ves... - reí pegándole una patada a la lata de Coca-Cola que alguien había tirado.
- Muchas gracias, en serio, no sé qué habría pasado si no nos hubieras dejado dormir esta noche en tu casa.
- Somos amigos, para eso estamos.
- Y también para joderte la vida un poquito.
- Es que yo no entiendo como a las tres de la madrugada ustedes pueden tener tanta actividad - nos paramos para mirar hacia los chicos - mira - señalé a Roge - haciendo el pino a esta hora, en la calle.
- Pero... porque... - pensó.
- Es PimPam, no hay más que decir.
- Eso mismo.
- ¿Cómo va todo por ahí?
- Como siempre, estamos más tranquilos, no hacemos tantos líos, pero siempre hay algún problema que otro.
- ¿Me lo dices o me lo cuentas?
- ¿No vas a volver a Barcelona?
- Sí, justamente lo estuve hablando esta mañana con mi primo, pero no sé que hacer, me encanta mi vida en Marsella, pero el ambiente de Barcelona es diferente.
- ¿En qué sentido?
- En todo, aquí vas a una fiesta y la gente está sentada hablando, vas a la calle y no hay nadie, todos son antipáticos. A mí no me importa porque siempre estoy con los mismos, que somos un grupo grande, pero me encanta conocer a gente nueva.
- ¿A tí?
- Sé que soy muy introvertida, pero me gusta, ¿vale?
- Vale, vale, no te ofendas - rió.
- No, no, son bromas.
- Ya lo sé - pasó su brazo por mis hombros, acercándome a él.
Escuché un golpe y rápidamente nos dimos la vuelta.
- Mira este, tío - señalé a Rogelio, el cual se encontraba tirado en el piso - ¿qué te pasó?
- Me caí haciendo el pino.
Negué con mi cabeza mientras reía y volví a centrar mi mirada en los ojos oscuros de Morad.
- A ver, sé que eres más su amigo que el mío, pero - me interrumpió.
- Está bien, lo que aún te sigue echando de menos, se molesta y todo cuando le hablamos de ti.
- Normal, fui muy mala con él.
- Lo sabemos, o eras muy buena, o muy mala
- Tampoco era muy mala, sino que - pensé - me tocaba lo que no me tenía que tocar.
- Encima que él es más orgulloso que ninguno.
- No es orgulloso.
- ¿Estamos hablando de la misma persona?
- De Beny.
- Sí, y es muy orgulloso.
- Conmigo no, habían momentos en los que sí, pero tampoco te creas.
- Puede ser, no es falso, pero su personalidad cambia depende de la persona con la cual esté hablando.
- Sí, por ejemplo, con ustedes era más enérgico. En cambio, cuando estaba conmigo, le encantaba estar acostaditos en la cama, calentitos, mientras veía sus animes y yo me quedaba dormida ahí, con él.
- Eso, eso, en plan, no cambia su forma de ser, es que no sé como decirlo.
- Se adecúa dependiendo el lugar donde esté y de las personas que estén.
- Eso es a lo que me refería
- Pero sí, yo notaba que cuando estaba conmigo se relajaba muchísimo.
- Se sentía seguro contigo, eras su salida, por eso mismo se fue a Londres.
- ¿Por qué?
- Después de que te fueras, para él solo existía la calle, no había amor, cosa que necesita.
- Siempre que estaba conmigo era muy diferente a cuando llegaban ustedes, le pegaban una energía que yo quisiera tener.
- Porque nosotros somos su diversión, y tú eras quien lo relajaba. Casi siempre que hacíamos misiones, cuando terminábamos, él iba a tu casa y se quedaba ahí, porque cuando venía a la mía la liaba montón, se ponía a hacer muchas cosas.
- Con un subidón que te cagas.
- Exacto, cambiando de tema.
- Dime
- ¿Qué tal el trabajo?
- No tengo amigos - rió - no son bromas - dije seria - estoy amargada en ese sentido, la gente no me sigue la conversación, se limitan a contestarme, fatal.
- Yo te veo volviendo a Barcelona en menos de un mes.
- ¡Qué va! Aquí estoy muy agusto.
- ¿De qué hablan? - se metió Zayra en la conversación.
- De que los franceses son muy antipáticos - explicó Morad.
- Y eso que estamos en Marsella, que es en el sur, y la mayoría de la gente de aquí es africana, sudamericana, o de otros lugares, porque te vas a París y flipas de lo mal que te tratan.
- Me lo han contado, tía, fatal, como si fueras mierda, pretenden que tengas un francés perfecto.
- Sí, y que tengas cara de ser europeo, porque sino - pensé - te cogen manía, por así decirlo.
- ¡Madre mía! ¿Te imaginas a todos nosotros en la capital? Con estos moros - señaló a nuestros amigos.
- Nos echan a patadas en el culo, vamos, os quedáis planas - habló El Koala y reímos.