No podía culparla por repudiarlo, sin embargo, como dios que era tenía orgullo y aquel acto le resultó insultante, mas se abstuvo de cualquier represalia contra la indignada mujer a quien contempló largo rato.-Suéltame- le exigió ella, pero él no se movió- Suéltame- reitero y en esa oportunidad Anubis se apartó.
El dios se puso de pie con una mano en la cabeza. Soltó un ligero quejido y cayó sobre sus rodillas. La mujer se levantó viéndolo con curiosidad. En la espalda de Anubis comenzaron a surgir líneas rojas brillantes que a la muchacha la hicieron recordar los cuerpos de las diosas. Él parecía estar sufriendo, pero a ella no le importaba en lo más mínimo. Sin embargo, no era una tonta como para no comprender la magnitud de lo que estaba sucediendo. Teniendo en cuenta las palabras de Batha, la mujer tuvo una idea y se acercó al dios para tomarle el rostro entre sus manos. Anubis la miró y antes de comprender las intenciones de la chica, ella lo beso obligandolo a abrir un poco la boca. Sus lenguas hicieron un breve contacto. Fue electrizante. Las líneas rojas en su cuerpo desaparecieron y él se sintió con más energía. La mujer se apartó de él apenas terminó aquel contacto.
-Entonces es cierto- exclamó Anubis- Tienes mi poder dentro de tí. El mío y el de mi familia...
La muchacha apartó la mirada de él con cierto desagrado.
-Batha dijo que para obtener ese poder debía dormir contigo- continúo Anubis- ¡Hazlo conmigo!- exclamó obteniendo de la chica una mirada de desaprobación.
-¡Nunca!- le gritó ella y le dio la espalda abrazándose así misma.
-Soy yo o es él- le señaló Anubis con un tono grave que hizo ella lo mirase- Batha tiene que estar desesperado buscándote y no ha de tardar en encontrarte. Cuando lo haga no podré protegerte en este estado. Pero si me regresas mis poderes, juro que te defenderé de él y te compensare por todo lo que has sufrido.
-¡Yo no quiero recompensas!- le gritó la muchacha- Solo quiero ir a casa...
Anubis la miró llorar. Ella estaba adolorida y asustada, mas el beso que le dio lo indicó que la muchacha comprendía bastante bien las circunstancias, pero había cosas que ella no sabía.
-Tú no puedes volver al mundo de los mortales- le dijo con gravedad- Eres una diosa ahora.
-¿Qué?
-Tienes dentro de tí escencia que yo no puedo tomar. Anput y Kebechet, mi esposa y mi hija, eran las diosas de la purificación y la protección. Juntos éramos la triada que dominaba la metropolis- le explicó el dios con gravedad- Nuestra ausencia desatará el caos en el mundo de los muertos. Yo puedo tomar mi escencia de ti, pero no las de ellas. Al tener dentro de tí su poder eres una deidad.
-¿Qué pasará conmigo si muero?- le pregunto la chica un poco angustiada y algo incrédula.
-Los dioses no tenemos alma. Somos lo que somos. Tú has visto lo que sucede- la muchacha palideció- Pero no tienes que morir si no quieres. Devuélveme lo escencia y te tomaré como mi esposa. Serás mi consorte. Juntos recuperaremos el gobierno de la metropolis.
-¿Piensas que voy a creer en lo que me dices? Tú eres Anubis, gobernante de la metropolis , pero debes rendir cuentas a Osiris y Ra. No creo que ellos permitan a una mujer mortal ascender a diosa- le dijo la muchacha tomando por sorpresa al dios.
-Tendremos que intentarlo o te extinguiras. Si Osiris se involucran en esto, puede llegar a terminar conmigo y contigo también. Él nunca a estado feliz de que yo gobierne la metropolis. Me acusa de usurpar su lugar como regente del Inframundo ante los hombres. Soy más popular que él- dijo Anubis y se rió con desdén mientras hacia un ademán del mismo modo- Larga historia. Pero vamos a lo importante. Comparte el lecho conmigo una vez más para que recupere mi poder. Seré bueno contigo...lo prometo.
-No- contestó la chica.
-Te estoy ofreciendo un trato como jamás un dios ofreció a un mortal. Piénsalo bien porque puedo tomar lo que quiero por la fuerza- le advirtió dando un paso a ella.
La muchacha retrocedió pero con una actitud menos dócil que otras veces. Anubis la tomó por el brazo torciendolo hacia su espalda y obligandola a arrodillarse. Pero cuando estaba por jactarse de lo fácil que sería ultrajarla, una poderosa exclamación de la chica lo expulsó varios metros sobre la arena. La muchacha se giro a él un poco confundida. El dios, molesto, se puso de pie para ir en contra de ella. La mujer cerró los ojos cuando sintió que Anubis le arrancaría la garganta de un arañazo, mas eso jamás llegó a ocurrir. Delante de ella apareció un guerrero chacal con una lanza en la que Anubis choco sus garras. El guerrero lo empujó hacia atrás y acto seguido comenzó a lanzar sobre él una lluvia de ataques, sordo a las órdenes del dios que demandaba se detuviera. La muchacha rápido comprendió que fue ella quien convocó a aquella criatura pidiéndole que hiciera un alto en su ataque.
Anubis vio con cierto disgusto a su soldado ir a hincarse ante esa mujer a quien no odiaba, pero si tenía cierto recelo.
-Ofrenda- la llamó el dios y ella lo miró. De inmediato el guerrero se puso de pie para apuntarle con su lanza.
-Tal parece que ahora la poderosa soy yo- le dijo la mujer con una voz segura y firme- Sin embargo, pienso que preservar este poder puede ser demasiado peligroso para mí. No quiero tenerlo y creo que tampoco es bueno que Batha lo tenga. Podrás ser un cretino, pero cumples tu labor. Te devolveré este poder, pero bajo una condición.
-¿Cuál?- le cuestionó Anubis.
Unos minutos después el dios llevo a la mujer a un pequeño templo en mitad del desierto, entre unas grandes rocas. El lugar contaba con una única gran habitación que incluía un estanque y una amplia y cómoda cama. El guerrero chacal no estaba con ellos. No había nadie más en aquel sitio que, por un momento, se sintió un poco a la deriva en aquel lugar. Un poco temerosa se abrazo a una de las columnas, viendo hacia el oscuro desierto. Fue mirando esas arenas negras que notó algo extraño. Ella no recordaba del todo quien era. Si tuvo recuerdos de que le hicieron antes de enviarla con Anubis, mas al intentar evocar su nombre no pudo hacerlo. Sucedió lo mismo al querer saber donde estaba su hogar. Batha borro prácticamente todos sus recuerdos. Quizá volverían con el tiempo, mas si Anubis tenía razón ella no tenía donde volver. Ofrenda sentía que no podía confiar en nadie. Estaba totalmente sola en ese lugar y solo podía contar consigo misma. Lamentablemente tenía que correr un riesgo para asegurarse de un par de cosas y estaba dispuesta a hacerlo.
Las manos del dios en sus hombros la sacaron de sus pensamientos. Él deslizó sus falanges por los brazos de la mujer hasta alcanzar sus manos y tomar una de ellas. Galante la llevó a su boca y respiro sobre ella. El olor de la mujer le seguía siendo agradable.
-Eres muy hermosa- le dijo y ciertamente lo era. Anubis pensaba que la había visto bella porque estaba bajo un conjuro, pero al observarla descubrió que su aspecto realmente era atractivo- Está vez será diferente- agregó y su voz sonó menos imponente- Te voy a tratar con delicadeza...
A ella la daba igual. Sus ideas, sus intenciones; todo cambió para la mujer. Pero Anubis era sincero. No tenía razones para ser violento con ella. Él solo quería recuperar su poder y vengarse de Batha.