tercero.

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Las cortas piernas de la pequeña Zenda dolían. Estaba caminando con su mamá hasta el supermercado, dado que ella había insistido demasiado por un antojo de chocolate. Y bueno, Zahira no podía negar que ella también podía salir beneficiada de ese acuerdo.

Esa tarde de otoño, el aire es frío y las personas caminan apuradas hacia el trabajo. Zenda no comprende por qué ellos no tienen una sonrisa en su rostro. ¿Acaso no todos pueden ser felices? Ella tiene una familia cariñosa, ¿los demás no tienen una también? Son pequeñas dudas que surcan la mente de la niña.

Las puertas de vidrio se abren y la primera en ingresar al local es la chiquilla rubia. Mientras ella tararea una canción de algún programa infantil, Zahira se dedica a buscar con una sonrisa pacífica pintada en el rostro, un carro para los víveres.

-Mamá -pregunta su hija, haciendo rechinar las ruedas del objeto que maneja-, ¿por qué hay personas que no sonríen?

Zahira se detiene brusca ante esa pregunta. Enarca una ceja, para luego soltar un suspiro poniéndose en cuclillas.

-Bueno, bebé -dice, tomando sus diminutas manos entre las de ella-. No todos podemos ser felices.

-¿Por qué? -insiste la niña, frunciendo el ceño y con un puchero en sus labios-­. ¡Yo quiero que todos estén felices!

Su madre sonríe, abrazándola con cariño -Algún día entenderás, Zenda, que hay detalles mínimos, que pueden cambiarlo todo.

Entonces, una pequeña luz se enciende dentro de la mente de la rubiecita -Ashton es lindo -comenta, esbozando una sonrisa.

Las mejillas de Zahira se ponen algo coloradas, y sus orbes azules se abren exageradamente -¡Zenda!

-Harían bonita pareja... -la dirección del carrito cambia al estante de chocolates-. ¡Mira, mamá! ¡Justo lo que quiero!

Sin embargo Zahira está algo perturbada por los pensamientos de su hija como para concentrarse en lo que le está pidiendo. Bien es cierto que Ashton es un hombre con todas las letras, pero es un extraño y ya ha comprobado que las apariencias engañan, así que es mejor pensar en otra cosa y olvidar el tema, aunque Zenda no lo vaya a hacer tan rápido.

Ϟ

Mientras tanto, Ashton está sentado frente a su sobrino Andy, quien come panqueques preparados por su abuela.

-Dame un poco de eso, enano -intenta tomar la masa que descansa sobre el plato del chico, pero éste frunce el ceño y le pega levemente en la mano-. ¡Hey!

-¡Es mío! -exclama, llenando sus mofletes con alimento. Andy vuelve su vista al televisor, donde Discovery Kids pasa un comercial de animales.

El joven aprovecha el momento para probar, nuevamente, robar una minúscula aunque sea, porción de comida. Cuando el glorioso panqueque con miel de maple al fin está entre sus manos, Andy voltea, encontrándose a su tío a punto de disfrutar su festín.

-¡Ashton! -comienzan a perseguirse mutuamente por la casa, saltando juguetes de bebé y ropa sucia que se encuentra en su camino. Ashton saca la lengua en dirección a su sobrino y cuando está a punto de cantar victoria, el pie de Emilia colisiona contra el suyo, dejándolo plantado de cara en el suelo.

La hermana menor mira con ojos enfadados a los dos niños, (porque Ashton también es un inmaduro mental la mayoría del tiempo), parados frente a ella.

-Andy, ¿no tenías tarea que hacer? -el niño asiente, poniendo una mueca de frustración. Ashton reprime una risita, que es callada por la contemplación fulminante de la rubia-. Y tú, imbécil, ve al supermercado. Tengo antojos de frutillas con crema.

-Linda pijama -dice él, haciendo referencia a los pantalones grises y holgados que su hermana lleva puestos, sumados a una camiseta blanca de él manchada con salsa.

-¡Ashton!

-Ya voy...

Ϟ

Los pasillos repletos de insumos alimenticios confundían los pensamientos mezclados y torpes de Ashton. Emilia le había dado una lista con cinco cosas esenciales que debía comprar. Parecía pan comido, una misión fácil; no obstante, todo se complicó un poco cuando el papel se mojó, corriendo la tinta y haciendo casi imposible entender la caligrafía de su hermana.

Si bien Irwin ya tiene veintitrés años y se supone, posee la capacidad mental de un adulto, algo tan simple como un viaje al supermercado se convierte en un laberinto sin salida para él.

Mientras deambulaba entre los estantes de cereal, algo tiró bruscamente de su pantalón.

-¡Hola, Ash! -una niña rubia y de ojos verdes, a la que reconoce como Zenda, le sonríe desde abajo. Él imita su acción, poniéndose a la altura de ella.

-¿Cómo estás, preciosa? -la barba de dos días sin afeitar del muchacho, provoca cosquillitas en la suave y delicada piel de la hija de Zahira.

-Muy bien, ¿y tú? -se puso de pie, tomándola de la mano. La pequeña ríe, moviendo sus dos trencitas en el aire-. Vine con mamá, ¿quieres acompañarnos?

Antes de que pueda emitir respuesta alguna, la hermosa joven de cabellos negros aparece en el pasillo, mirando con una sonrisa cerrada los productos a su alrededor. Zenda corre hasta ella, prácticamente arrastrándola hacia donde Ashton está parado.

Ambos se sonrojan de manera notable. La sonrisa de Zahira es tierna, mientras que la de Ashton es algo tonta -H-Hola...

-Hola, Ashton... -la chiquilla los mira, pensando en algo-. ¿Q-Qué tienes ahí?

Él sacude su cabeza, despeinando su rizado cabello -Oh, mi hermana me ha dado una lista de compras, pero se ha arruinado... -hace una mueca ladina-. Según ella son cinco esenciales de una mujer embarazada, sin embargo yo...

-Patatas fritas, chocolate, cereal, yogurt y frutillas con crema -lo dice tan rápido que las palabras se enredan un poco al llegar a oídos de Irwin-. Tranquilo, y-yo puedo ayudarte.

-¡Te lo agradecería eternamente! -se ríen torpemente, comenzando a caminar. Zahira deja su carro atrás para guiar a Ashton, mientras la pequeña Zenda pone su plan a prueba.

Sigilosamente, pasa por detrás de ambos chicos, ignorando olímpicamente la charla sobre antojos que su mamá le otorga al muchacho bonito. Un estante lleno de libros para colorear se encuentra frente a sus curiosos orbes. Basta un movimiento, para que la primera fila de cuadernillos caiga en efecto dominó al suelo, asustando a Zahira.

-¡Oops! -chilla cuando su progenitora la mira con el ceño fruncido-. ¡Yo no fui! -Ashton suelta una risita, Zahira se agacha para comenzar a arreglar el desastre y Zenda corre a esconderse para ver la siguiente escena.

El joven toma algunos libros entre sus largos dedos, ayudando a la pobre chica de lindos ojos. Sólo queda uno, y cuando ambos se agachan para tomarlo, sus manos se sobreponen la una con la otra. Miradas conectadas y sonrisas sonrojadas, Ashton sonríe y ella pone la vista en el suelo. Zenda esboza una sonrisa radiante de victoria.

Mínimos detalles que pueden cambiarlo todo.

Mommy  |Ashton Irwin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora