quinto.

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Zenda está jugando en el patio trasero, entablando conversaciones con sus barbies y recreando un maravilloso día de campo. Por su parte, Zahira tiene al teléfono a la abuela Dulcinea, quien las invita e insiste a pasar la tarde junto a ella.

—Lo sé, mamá —dice Zahira, frustrada como una adolescente a la cual no quieren dejar salir—. Primero, debo asegurarme que Zenda no tenga tarea. Además, tengo visita...

Ashton está sentado en el gran sillón blanco de la sala, con una sonrisa ladina pintada en sus labios y observando atentamente cada detalle de aquella pequeña y acogedora casa.

Todo está lleno de fotos enmarcadas, bien cuidadas y relucientes como cristal. A pesar de que es un detalle menor, como el de cualquier otro hogar familiar, su atención se agrupa en la ausencia de una figura masculina en el lugar.

Entonces se pone a pensar; Zahira es una joven bellísima, con una niña adorable como hija. Sin embargo, ¿quién es el progenitor de esa pequeña? Son asuntos que quizá, no le incumben, pero que quiere averiguar como buen curioso que es.

—A veces, mi madre es insoportable —la fina voz de la pelinegra lo sobresalta. Ashton esboza una sonrisa con gracia, acomodándose con la espalda recta sobre el mullido almohadón bordado a mano detrás de él.

—Uhm, la mía es igual —afirma, viendo como Zahira coloca tres tazas en la mesa—. Cree que aún soy un adolescente...

—A lo mejor, no está equivocada del todo —bromea ella, sonriendo deslumbrantemente en dirección al rizado. Éste niega con la cabeza, riendo suavemente.

—¡Hey! Yo soy un hombre hecho y derecho. Me ofendes... —se aclara la garganta, colocándose en una pose varonil con los brazos cruzados sobre el pecho.

—Uhm, un hombre que no sabe ponerse los zapatos —Zahira rueda los ojos, sonriendo abiertamente. Ashton mira avergonzado hacia abajo, y efectivamente, lleva sus zapatillas al revés.

—Bueno, creo que ahora sé por qué mis pies dolían tanto —Zenda entra por la puerta como un rayo, soltando pequeñas risitas infantiles mientras salta en dirección a Ashton.

—¡Ashton! —exclama. Su madre la observa de reojo desde la cocina, con una sonrisa nostálgica adornando sus finos labios para ser invadida por la tristeza. ¿Por qué su futuro no pudo haber sido el que planeó?

Ella soñaba con terminar sus estudios y seguir enamorada perdidamente del chico que robó su corazón en ese momento. Conseguir un trabajo y formar una familia; lo que casi toda chica quiere para su vida. ¿Por qué ella no podía tener todo eso?   

—¿Sabes tocar la batería? —una vez que su cabeza baja en la estación realidad, Zahira escucha a su hija preguntar con asombro. El joven que le acompaña sonríe de una manera única, asintiendo y moviendo sus rizos a la par.

—Claro, enana —Zenda hace puchero, frunciendo sus finas y rubias cejas en una mueca de disgusto—. ¿Qué ocurre, Zenda?

—¡No soy enana! —gimotea la pequeña, haciendo que el corazón de Ashton vuelva a latir con normalidad. ¡Cuánto alivio! Pensó que le había molestado en serio.

—Anda, linda. Sonriendo eres incluso más linda —las mejillas de ella se colorean de un rojo adorable, comenzando a reír tontamente. Los cortos bracitos de Zenda rodean el cuello de Ashton por sorpresa, causándole asombro al aludido.

—Eres genial, Ashton. ¡Yo también quiero tocar la batería! —la muchacha de cabello azabache aparece con una jarra color rosa en mano, mientras que en la otra sostiene una gran bandeja con algunos trozos de pastel.

—Vamos, cielo. Ahora hay que comer —la chiquilla aplaude con ganas, sentándose inmediatamente al lado izquierdo de Irwin.

Zahira sirve el chocolate caliente en cada una de las tres tazas frente a ella. Primero en las dos blancas y luego en la del famoso Stitch, propiedad de su retoño.

Zenda es una niña observadora. Por supuesto, no se le pasan por alto las miradas (que Ashton cree son discretas) para su mamá. Y, obviamente, tampoco deja pasar las sonrisillas tontas que adornan sus rostros al momento de hablar entre ellos, aunque el tema de conversación sea una tontería.

Por eso, Zenda decide que si sigue teniendo las ideas que últimamente han estado cruzando por su cabeza, necesitará crear una lista con ellas y, así, confeccionar la serie de pasos a llevar a cabo para la "operación Ashton". La cual, en realidad, no sabe muy bien de qué tratará, pero aún así vale la pena.

Entonces toma el control de la situación, y con una discreción digna de un verdadero espía, vierte un poco de su chocolate encima de la musculosa deportiva, gris, que Ashton lleva puesta.

—¡Zenda! —la nombrada abre los ojos grande, pestañeando simultáneamente para no reír. Ashton por su parte no se aguanta, y suelta una risa aguda. Zahira no le ve la gracia a la situación—. Por favor...

—¡Tranquila! —y a pesar de que la bebida está realmente caliente, Ashton se mantiene firme y risueño. Porque realmente no le molesta lo que acaba de pasar, más viendo la adorable cara de inocencia que pone la chiquilla a su lado.

—Ven, vamos a limpiar eso —Zahira apunta con el dedo acusadoramente hacia su hija, quien trata de no saltar por la alegría—. Recoge tus juguetes del jardín y luego baja, tendrás que hacer tu tarea —resoplando, obedece. Pero con la satisfacción de que todo va como ella planea.

Ashton y Zahira se encaminan hasta la cocina, donde ésta última toma rápidamente varias servilletas de papel. Al voltear para entregárselas al muchacho bañado en leche con chocolate, se da cuenta de que la cercanía es demasiada. Por eso, no puede evitar ponerse colorada cuando él le sonríe con dulzura.

—No pasa nada, respira, Zahira —ella ríe, soltando todos los nervios contenidos con un solo soplo de aire.

—Perdona, es que a veces Zenda se pone algo... densa —él niega, sonriendo.

—Hey, está bien. Te aseguro que ella, al lado de mi sobrino, es un ángel. Aunque de por sí ya lo es —Zahira esboza una sonrisa, mirando al suelo—. Creo que debo irme...

—¿Seguro? —asiente, dejando las servilletas ya empapadas sobre el mesón—. Te pido perdón, otra vez.

—Ya, olvídalo, ¿vale? —Ashton toma el rostro de Zahira entre sus largos dedos, para seguidamente darle un delicado beso en la mejilla—. Nos vemos pronto.

Y así desaparece por el umbral de la puerta, dejando un rastro a colonia de hombre que derrite el corazón. Zahira siente su mente en blanco, como si todo pensamiento hubiese sido extraído con una máquina alienígena o algo así. Mientras, y desde las escaleras, Zenda escucha con una felicidad inmensa. Su plan apenas está comenzando. 


1107 palabras y subido a tiempo, porque las quiero mucho.

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⏰ Última actualización: Jun 10, 2015 ⏰

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Mommy  |Ashton Irwin|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora