Capítulo 8. CELOS

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Definitivamente no estaba bien. Su mente estaba hecha un verdadero caos por todo lo que estaba pasando. Era una locura lo que la falta de sueño le hacía a una persona. A ver, recapitulemos: estaba cansado por un día laboral completo (mostrado y descrito, porque no era el primero), golpes, dolores de cabeza, moretones (que aún tenía y más marcados que el día anterior), y un sueño infernal debido al cansancio tanto mental como físico que estaba presentando. Sabía que su actitud no era la mejor, pero también que estaba vulnerable a cualquier situación. Sus defensas se redujeron al 60%, y lamentaba admitir que, gracias a ello, disfrutó unos minutos en el auto de Alison, y luego en el bar, con Alison. Sabía que sus defensas a veces eran exageradas y con falta de coherencia, pero así podía sentir que llevaba una especie de escudo protector que le aislaba (de cierta forma), del resto de la población. Evitaba sentimientos innecesarios y relaciones que no le llevarían a nada. Estaba bien así, o eso creía antes de experimentar lo que era disfrutar una conversación sin temores de por medio, o sin la necesidad de pensar más allá de lo que sus oídos escuchaban y sus ojos veían.

Sin embargo, las palabras de la alfa le cayeron como un balde de agua fría, aumentando o recargando al 100% sus defensas, y nublando su corteza prefrontal para darle paso al límbico. No pensaba reaccionar así; ¡juraba que no iba a reaccionar siquiera! Tomaría la actitud de siempre al fingir ignorancia, lo que le salvaba de situaciones que no quería afrontar o palabras que no deseaba responder. No obstante, un recuerdo fue evocado a su mente que vino con la potencia y dolor similar a una daga enterrada en su corazón, y la reacción fue su parte más primitiva buscando defenderse o salvarse del dolor. El recuerdo nubló su mente y quedó en manos de su instinto. No había sido su intención responder aquello, ni con ese tono, y no pudo evitar que las cámaras aparecieran porque no se controló cuando debía. Esa mañana, vió varios videos publicados en las redes, y mandaba a la mierda (en su mente) a los que exageraban la historia como más les complaciera, o se ponían a inventar hipótesis como si fueran detectives. Lo que más le calentó la sangre, fue lo que comentaron sobre el peligro a la sociedad, y que no se podía ignorar el acoso a los omegas.

¡Hipócritas! ¡¿Por qué no dicen eso cuando ven a los alfas violando omegas en la calle?! ¡Malditos interesados!

Terminó golpeando furiosamente la almohada en la cama y dando pataletas en el colchón.

A pesar de ello, todo este enojo desproporcionado era una cuartada de su cerebro para encubrir el hecho de su error colosal. Pensar en eso (sumado a cómo lo debería estar pasando Alison), lo hacía sentir mal. Pero no tanto como ver a la alfa tomada de las manos con otro omega (para colmo rubio el chico), que le regalaba chocolates y sonreían juntos.

¡Están demasiado cerca!

Más, sin embargo, debía controlarse. No quería volver a hacer una escena en público, como la que ese par de tortolitos hacían justo ahora en el comedor. Algunos se detenían a detallar la escena, mientras que otros seguían con lo suyo, hablando entre ellos o comiendo en silencio.

—Si no vas a hablarle, deja de mirarlos tan furiosamente —le apuntó Matthew—. Además, ¿no habías dicho que no te interesaba? —Daniel se estremeció—. ¿Por qué ahora parece que quieres asesinar al omega a su lado? ¿Qué te hizo cambiar de idea, uh?

Le diría... Pero la verdad es que ni él mismo lo sabía. Nadie había puesto tanto empeño por escucharlo hablar, y mucho menos por permanecer a su lado por largos periodos de tiempo. Generalmente ni su propio amigo soportaba su mal carácter por mucho tiempo. La mínima cantidad de alfas que sintieron atracción por él, no aguantaban más de 10 minutos en tirar la toalla y nunca más volver a querer verle o prestarle atención. Era rechazado por su actitud de mierda. Lo sabía. No le importaba... o fingía que no le importaba. Si no era su actitud la que le jugaba en contra, era su situación económica que pasaba la mayor parte del tiempo en números rojos. Estaba ahorrando para comprarse una casa (casita, preferiblemente con estudio), pero con la universidad, la comida, el alquiler, ropa y cualquier fallo en su apartamento; lo que guardaba en un pote de leche escondido al final de su closet, era tan escaso que pensaba seriamente en meterse a prestamista (iniciando con un dólar), o stripper (aunque gastaría más en las clases para aprender a bailar que en la propina).

NICE OF PROBLEMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora