Capítulo 12. SUICIDIO

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Todos los que observaran a Alison conducir justo ahora, dirían que había perdido la cabeza. La alfa creía que podía "volar", literalmente,  con cuatro ruedas, o eso aparentaba. Lo cierto es, que Alison ni siquiera estaba siendo consciente de lo que hacía. No era de noche, y las calles no estaban solas. Habían peatones por todos lados y, aún así, el auto marcaba 120 de velocidad. Una locura; y más, si la alfa no portaba sus sentidos de forma óptima, ya que sus oídos seguían pitando y todo su cuerpo estaba temblando. Lo único medianamente funcional era su vista, y medianamente porque la velocidad le provocaba una visión borrosa. Todos sus pensamientos eran dirigidos hacia el omega en peligro y su imaginación tomaba rumbos que trataba de ignorar con todas sus fuerzas. Su pie era un bloque en el acelerador, y del apuro había olvidado el bozal, aunque no le importaba.

Se pasaba los semáforos en rojo y logró esquivar muchos autos y peatones, por mera mano de Dios ya que ella solo respondía a sus instintos. No tenía ni idea de cómo había conectado sus pensamientos con los del omega, pero no paraba de agradecer una y otra vez, mientras pedía a todos los nombres de santos que conocía, que los mantuvieran a salvo. Sin embargo, a tan solo una cuadra de llegar al apartamento donde vivía el chico, sintió ardor en su muñeca izquierda y frío en todo el cuerpo. Lo siguiente que pudo oír con claridad, fue la corneta intensa y duradera de un auto que chocaría si no giraba de inmediato, y sí lo hizo a tiempo, más la suerte no le llegó tan lejos. El fuerte estruendo del impacto del auto con un árbol la sacó de sus pensamientos dirigidos al omega y su cabeza terminó siendo contrallada con el parabrisas delantero, dejando todo negro a su alrededor.

—Aún... no... llego... —su respiración era superficial, y el dolor de la mano derecha le hizo ignorar el ardor de la izquierda—. No lo... hagas... Daniel... No...

~~~

—Mierda.

Las lágrimas de Daniel se desbordaban sin piedad. Desde que llegó a su oscuro hogar, no podía contener la impotencia que cargaba en su corazón. Estaba harto de lamentarse, harto de intentar mantener una vida supuestamente normal, y ya no estaba dispuesto a continuar. Se dejó caer en la bañera llena de agua helada, con los parpados pesados y el olor a vómito ahogándolo. Con el cuchillo en la mano derecha, lo deslizó lentamente por su muñeca izquierda de forma vertical. Lento, largo, como si fuera la ceremonia de un sacrificio de brujas, aunque, a diferencia de Lou, él si aceptaba ese destino. Se rio, aunque no estaba muy acostumbrado a hacerlo, se negaba a que sus últimos minutos de existencia estuvieran embargados de su tristeza habitual. Sin embargo, un fuerte dolor de cabeza junto con un mareo le hizo perder su carcajada fingida. ¿Un efecto de la cortada? ¿Era normal? Pero había pasado muy poco tiempo como para perder la conciencia. 

De la nada, como una visión, sus ojos se quedaron en blanco y su cuerpo parecía tener una convulsión. Estaba en la bañera, más ya no estaba en la bañera. Estaba en su cuarto, pero nuevamente, ya no estaba en su cuarto. ¿Pero qué mierda? Hasta que pudo distinguir, levemente, el movimiento de un auto, la respiración agitada, el miedo calándole los huesos, su corazón a nada de sufrir un ataque cardiaco y luego... el estruendo. El frío, el dolor, la visión nublada por la negrura de la inconsciencia. 

—Aún... no... llego... No lo... hagas... Daniel... 

Y volvió a su cuerpo como si hubiera pasado por un agujero de gusano. Su respiración estaba agitada y su corazón no dejaba de latir. Su alma parecía llorar y temer de algo que no comprendía. Su muñeca derecha sentía una especie de dolor fantasma más intenso que la muñeca cortada hace un momento. Su cabeza... Dios su cabeza le estaba moliendo el cerebro justo ahora. ¿Esa había sido... Alison?

—¡Demonios! —exclamó, atándose alguna tela en el brazo mientras corría descalzo y todo mojado fuera de su apartamento—. ¡Al menos dime de frente que no me suicide, carajo! 

NICE OF PROBLEMDonde viven las historias. Descúbrelo ahora