Día veintiuno.

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Colocó una gota de pegamento sobre el muro y, antes de que ésta se secase, acomodó la estampilla de diseño fluorescente encima. Así como ésta, un millón más adornaban el oscurecido techo de la habitación, otorgándole justamente el aspecto que deseaba.

Después de haber pasado varias horas sumido en sus pensamientos e ideas, finalmente llegó a la conclusión de que la muchacha no tenía la culpa de absolutamente nada de lo que estaba experimentando, ni mucho menos de poseer aquella actitud tan perfectamente imperfecta que la caracterizaba, y de la cual se había enamorado. Sí, estaba enamorado.

La puerta de la recámara fue abierta, dándole el paso a una bella chica en silla de ruedas. La castaña de ojos color indefinido recién salía de su revisión médica diaria, donde las noticias que se aportaban nunca eran positivas. Sus heridas físicas comenzaban a sanar con notoriedad y prontitud, no obstante, aquellas que la carcomían por dentro aún prosperaban. El asombro y confusión se encargaron de trazar sus facciones, entremezclando los colores hasta crear la conmoción adecuada. Él sonrió, extendió sus brazos y señaló el pequeño paisaje que se daba a conocer.

"Sorpresa", pronunció.

"¿Qué es esto?", inquirió ella.

"Tu cielo estrellado".

Entonces, Hilary se tomó el tiempo de apreciar cada detalle, pasando por las pequeñas y brillantes estrellas salpicando sus paredes hasta concluir con el muchacho de irises que opacaban al mismísimo cielo. Le pidió acercarse a ella y, sin nada más interponiéndose, rodeó su cuerpo con sus débiles y blanquecinos brazos.

"Gracias por aún no darte por vencido", susurró contra su oído, y Jason negó con la cabeza.

"Gracias a ti", contestó, a lo que ella frunció el entrecejo.

"A mí no me debes nada", objetó, un tanto desorientada.

"Al contrario, te debo más de lo que imaginas".

Y la comparó con el sol, el cual brillaba sin siquiera hacer gran esfuerzo, mientras él era una insignificante lamparilla. Nunca lograría igualar su brillo, ni mucho menos superarlo. Así mismo, jamás lograría superar aquello que ella había logrado otorgarle sin siquiera intentarlo. Lamentablemente, su sol parecía estar a punto de extinguirse.


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