Día cinco.

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Ella no se presentó aquella mañana, desvaneciendo cualquier rastro de ansiedad en los ojos del muchacho de uniforme impecable y, aunque sus expresiones no lo demostrasen, mente llena de enredos. Las palabras nunca dichas se atascaron en su garganta, siendo sepultadas bajo montones de impotencia y pesimismo. Siguió atendiendo al resto de la clientela mientras, la sonrisa falsa, se tatuaba en su rostro una vez más.

Él la comparó con el humo emanado de un cigarrillo. Dañino sin percatarse de ello y, sobre todo, disipándose entre la más ligera ventisca junto a todo signo de su pasada existencia.

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