CAPÍTULO 2

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Corría por todos los pasillos tratando de buscar el aula de mi primera clase. Todos eran iguales y solo tenía dos minutos para encontrarlo. No podía preguntarle a nadie, pues varias de ellas solo se burlaban y se iban y otras solo me ignoraban. Las únicas personas que me contestaron cuando les pedí ayuda fueron dos. Una era una chica con lentes, alta y cabello lacio que estaba tan perdida como yo porque también era nueva, pero fue muy amable. Y la otra chica a la que le pregunte, su cabello era rubio, lacio y tenía un top blanco, la cual me envió a el aula incorrecto apropósito. No entendía como podían ser tan groseros aquí.

¡Mierda! Ahora solo tengo un minuto con cuarenta segundos para llegar a tiempo. Tendré que entrar a todos los salones y hacer el ridículo, guiarme por mi intuición o entrar al aula con la única puerta abierta porque ya la mayoría estaban cerradas. Creo que elegiré guiarme por mi intuición o creo que aplicare todas. Tengo que llegar a tiempo.

Comencé a correr mientras miraba mi reloj de pulsera que se posaba en mi muñeca izquierda, mientras veía como la manecilla de los segundos avanzaba. No me daría tiempo, sin duda alguna había llegado tarde. Entonces cuando quise levantar mi vista hacia enfrente choqué contra un chico de sudadera negra que llevaba puestos unos audífonos de diadema. Al momento de chocar mis anteojos salieron volando al igual que sus audífonos. Trato de detenerme, pero fue inútil porque yo caí encima de él.

El peso de mi mochila era demasiado que hizo que me fuera de lado, provocando que me apartara de encima de él y haciendo que ambos nos quedáramos boca arriba encima de nuestras mochilas. Levantarme resultaba difícil, pero aun así tomé todas mis fuerzas e hice el esfuerzo por sentarme.

¡Dios! Mi espalda me dolía demasiado por haber caído encima de tantos libros.

- Perdón, perdón, perdón. De verdad, no era mi intención -me disculpé con el chico una vez que pude sentarme para después ponerme de rodillas y gatear para encontrar mis anteojos.

No lograba ver nada, veía todo borroso por lo que encontrar mis anteojos era una tarea difícil. Veía todos lados tratando de encontrarlos, pero en cualquier lado al que veía era igual. Tenía un plan. Sabía que donde viera un armazón que fuera de color negro y rojo por dentro, esos serian mis anteojos. Pero lo que mejor me funcionaba era que donde viera dos cristales con claridad, ahí estaban mis anteojos.

- No te preocupes. Solo fue un accidente. —pronunció una voz ronca, acompañada de un acento británico. 

El chico, estaba sentado mirándome. No sabía si me miraba a los ojos, pero era lo más lógico. Pues tenía los ojos entrecerrados para tratar de distinguirlo. ¡Era inútil!, no lograba ver nada. Solo podía ver que su cabello era castaño o tal vez color chocolate, no lo sé, estaba entre esos dos colores. Su tez era blanca, pero no tanto para decir que era pálida. Y por supuesto, tenía una sudadera negra.

- Lo siento, de verdad. -volví a disculparme y regresé a buscar mis anteojos.

- Tranquila. Ya te he dicho que fue un accidente -me recordó y yo solo asentí en forma de respuesta. -¿Qué es lo que estás buscando? -pregunto curioso al mismo tiempo que soltaba una risita.

Supongo que se ha dado cuenta de que tengo mis ojos entrecerrados para tratar de hallar mis anteojos. No lo culpo. A la mayoría le parece gracioso cuando hago eso.

- Busco mis anteojos

¿Dónde estarán? No pudieron caerse muy lejos.

- Toma. Supongo que son estos. -dijo el chico extendiendo su brazo con mis anteojos en mano -Al menos que alguien más se le hayan caído los anteojos. -bromeó, y solté una risita sonriéndole.

- Gracias

Me coloqué mis anteojos, y una vez hecho esto pude distinguir todo. El chico estaba sentado enfrente de mí, sonriéndome y mirándome a los ojos. En algo que no me equivoque fue en el color de su tez y en la sudadera que traía. Su cabello era un poco ondulado y estaba un poco largo, lo tenía peinado hacia la mitad, pero a la vez estaba revuelto. Aun no sabía de qué color era su cabello, pero creo que me quedare con el color castaño. Era muy atractivo, sus ojos eran penetrantes, de un color avellana que tenían un brillo hermoso. Tenía labios rosados, una dentadura perfecta, la barba un poco partida y en su cuello, por donde se encuentra la garganta, se podía apreciar su manzana de adán. Sin duda alguna, era alguien muy guapo.

Sparks © #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora