Cigarettes Fantasy.

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Digamos que la fiesta de Halloween a la cual Steve y Eddie asistieron no fue la mejor. Nancy y Steve, según las palabras del chico de cabello glorioso, terminaron. Wheeler se puso borracha y dijo cosas un tanto hirientes.

—Escucha, Steve. Nancy está pasando por un momento tenso y seguro el alcohol hizo efecto demasiado rápido. —Trató de calmar Eddie entregándole una coca a su primo. —Sólo, respeta su decisión.

—Puede que sí. Le dije a Jonathan que la llevara a casa. De verdad quería tener una buena noche.

Eddie no sabia como consolar a Steve. Cuando el acabó con su relación la tristeza no llegó a su puerta en lo absoluto. Ya que los motivos de su ruptura fueron graves. Eddie tenía la ley de que con su familia, específicamente con su hermana; nadie se metía. —Ya te puedes ir, puedo regresar a casa caminando. Seguro ya tienes que ir por Sam, no quiero que le pase algo.

—Esta con Mike, Will, Lucas y Dustin. Y nuestro padre nos dio permiso hasta las diez. No creo que esos niños la dejen sola.

(...)

Ambos niños estaban en el columpio con la mirada perdida. Coby había fumado unos dos, o tres, o cuatro cigarros. Samantha sólo había inhalado cada humo que era liberado de la nariz del rubio. —¿Segura que no quieres, Sam?

Ella negó mirándolo. —No, gracias...

—Vamos! Sólo una vez. Te llevará a un mundo de fantasía.

—No quiero.

Coby rio, para después mirarla con ternura. —Cuando yo tenía tu edad, hubiera decidido tomar esa decisión. Ahora tengo pasto bajo mi cama y agua en mi closet. Espera...¿Cuantos años tienes?

—Catorce. Recién cumplidos.

—Pensé que tenías once. Yo tengo quince. Sigo siendo más grande que tú, por lo cual. Te felicito por negarme los cigarros.

Samantha sonrió.

—No hay muchas pelirrojas en Hawkins, hace poco vi a una chica pelirroja en los videojuegos. Estaba peleando con su hermano. ¿La conoces?

Ella negó. —No la he tratado, pero mis amigos sí. Creo que siguen pidiendo dulces con ella.

—¿Y por qué no estas con ellos? Digo.

—Son las diez ya, me tengo que ir. —Evitó la pregunta.

—Te acompaño, no quiero que te vayas sola.

(...)

Sinclair dejo su bolsa de dulces en su cama y fue con un enojo notorio hasta la habitación de sus padres, quienes lo miraron confusos. —¿Qué pasó? ¿Por a esa cara?

—Samantha me mintió descaradamente. —Lucas se aventó a la cama de sus padres, haciendo una rabieta.

—¿Sam? Dios mio Lucas, esa niña es un pan de Dios. —Sinclair grito con la boca pegada a la almohada. —¿Qué pasó? —Preguntó su madre mirando a su hijo.

Lucas se sentó en la cama y miró a sus padres. —Nos dijo que no podía ir a pedir dulces con nosotros porque su padre no la dejó. ¿Pero sabes que vi esta noche? Vi a Samantha Harrington con un chico en la calle Cherry. Ella estaba disfrazada con un chico claramente mayor.

Su padre salió del baño con la pijama puesta y se sentó en la cama, justo al lado de su hijo. —Bueno, ¿por qué no hablas con ella? Tal vez hay algo detrás.

—Sólo que ya le aburrimos. Mañana hablaré con ella.

—No seas duro, es la primera vez que sucede esto, intenten arreglar las cosas. —Él asintió. Beso en la mejilla a sus padres y se fue a dormir. Claramente mañana iba a hablar con Samantha.

(...)

Samantha se había quedado con aquella duda. ¿Qué acaso aquellas cosas la podían relajar? Ella decía que eran mentiras, viles mentiras. Sabía que su hermano tendría algunos que otros cigarros y botellas de alcohol guardadas en su armario, Eddie tenía ciertos problemas con eso. Samantha tenía su pijama puesta, camino con los pies descalzos hasta la habitación de su hermano mayor y abrió la puerta, su hermano ya estaba dormido.

Fue hasta el armario con la intención de buscar algo, pero antes de abrir la puerta del armario se detuvo, no podía. Miró a la cama de su hermano y mordió su labio inferior con arrepentimiento. Salió de la habitación y fue hasta su cuarto nuevamente. Subió a la cama y cobijo su cuerpo, apagó la lámpara de su mesita y cerró los ojos.

El día anterior comenzó un poco lento para ella, no pudo dormir. Se alistó para ir a la escuela y al llegar espero en las escaleras de la entrada a sus amigos. Lucas fue el primero que llegó, quien al verla simplemente la miró un tanto serio. —¡Lucas! Hola. —sonrió con dulzura. Quería olvidar lo que había pasado ayer.

—¿No está tu amigo mirándonos desde lejos? —Aquella pregunta la confundió.

—¿De qué hablas?

—Vamos, Sam. No hace falta que mientas. Si no querías pedir dulces con nosotros nos hubieras dicho, o tal vez que estabas celosa de Max porque sabe de videojuegos y patinetas, no lo sé.

—Déjame explicarte.

—Vamos a clase, se nos hará tarde. —Lucas pasó de largo, entró a la escuela, dejando a la pelirroja sola.

𝗬𝗕𝗪𝗠//𝗟𝗨𝗖𝗔𝗦 𝗦𝗜𝗡𝗖𝗟𝗔𝗜𝗥.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora