Encuentro con el Diablo (PARTE II)

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—Los dejaré solos para que hablen.—sugirió Bill dirigiéndose a la salida.—Sé que de ustedes dos saldrá algo espectacular, dos mentes piensan mejor que una.—bromeó sin sacarnos una risa a ninguno y cerró la puerta una vez que se marchó.

Ahora que estaba completamente a solas con Jim Morrison en una habitación sentía un escalofrío recorrer todo mi cuerpo. Realmente era la persona más intimidante e imponente que había conocido en mi vida a pesar de que no sobrepasaba el metro ochenta y tenía un rostro tallado por los mismos ángeles. Pero eran sus penetrantes ojos grises y la expresión tan fría de este lo que en verdad me intimidaba, al punto de no poder articular palabra alguna para romper el silencio que reinaba en el cuarto.

Afortunadamente, Jim decidió ser el primero en hablar:

—Eres bueno en lo que haces, he leído muchos de los artículos que escribes.—comentó, tratando de sonar lo más amable posible, pero pareció decirlo por cortesía y no porque en realidad eso fuera lo que sentía.—Tienes talento.

—Gracias.—respondí tomando el atrevimiento de mirarlo fijamente a los ojos por primera vez. Eran de un gris apagado, sucio, tal vez reflejando alguna parte oscura de su alma que más adelante yo podría llegar a conocer.—Aprecio mucho que me hayas elegido para este trabajo.—admití, sin poder sostener un segundo más la vista de aquél joven y guapo músico.

—Pasaremos mucho tiempo juntos a partir de ahora...—dijo caminando hacia mi a paso lento pero decidido, con una sensualidad natural que sólo en él podía resultar atractiva y no forzada.—Creí que lo conveniente sería elegir a alguien con tus cualidades.—Jim se colocó frente a mi asiento y recargó su delgado cuerpo sobre el escritorio, yo tragué saliva con dificultad, ansiando que esta conversación se termine porque no estaba seguro de cuánto más podría tolerar.

Pero no sé de dónde saqué el valor suficiente para replicar:

—¿Usted está coqueteando conmigo, Morrison?

El castaño tiró su cabeza hacia atrás haciendo sus rulos rebotar a la par de esta y largó una carcajada.

—Tal vez si, o no, no lo sé...—contestó mirándome divertido por mi confusa expresión y la atrevida pregunta que salió de mi boca casi sin pensarlo. Al ver que yo no estaba dispuesto a decir nada más, agregó:—¿Te gustaría que así fuera?

—¿Que cosa?—pude sentir mis mejillas incendiarse y el contrario nuevamente soltó una risa.

—¿Quieres que empiece a coquetear contigo? ¿Eso deseas?—preguntó otra vez ansiando una respuesta, pero yo no lograba entender si deseaba una respuesta afirmativa o negativa. Estiró su brazo con la intención de acariciar mi mejilla pero yo tomé su muñeca a pocos centímetros de mi rostro para detenerlo, siendo cautivado al sentir su suave y tibia piel rozando la mía.—¿Qué pasa?—preguntó desentendido.

—No sé lo que esperas lograr con esto, pero yo no vine aquí a jugar. Además por lo que he leído sobre ti, tienes una novia esperándote en casa.—contesté de mala gana, soltando mi agarre de su muñeca y levantándome del asiento con la intención de irme lo más pronto posible.—Acepté este trabajo con la idea de hacerlo bien y no permitiré que estas bromas estúpidas arruinen mi plan, o que tú con tu historial de mal carácter y borracheras arruines mi carrera.—el miedo que sentía por Jim Morrison al verlo hace minutos se había esfumado completamente, no sé de dónde había sacado tanto coraje para enfrentarme a él siendo que este chico tenía el poder suficiente para hacerme desaparecer si así lo quisiera.—Me iré a la mierda de aquí y no pienso volver. Si en algún momento de lucidez recapacitas y tomas en serio mi trabajo, hazmelo saber, pues para mi si sería un placer trabajar junto a ti.—admití, pues en realidad esta era una gran oportunidad para catapultar mi carrera de periodista a lo más alto, sin embargo no me rebajaría al mismo nivel que una estrella de rock con sus demonios internos potenciados por las drogas y el alcohol.

Me levanté de mi silla un tanto entristecido por el abrupto final de esta reunión, pero decidido a que no sería pisoteado por nadie más en mi vida y mucho menos por un poco de dinero. No iba a ser el trapo sucio de nadie.

Me dirigí hacia la puerta, posé mi mano sobre el picaporte de esta y giré mi cabeza para ver a Jim Morrison una vez más, con la esperanza de que el joven me siga y me detenga, pero se quedó inmóvil en su lugar con una confusa expresión, como si no entendiera el porqué de mi reacción. Y yo no perdería un segundo más de tiempo en ese lugar, por lo que me marché de la oficina sin saludar a los demás miembros de la banda que parecían recién llegados y sin despedirme de Bill tampoco a pesar de su amabilidad.

Jim Morrison me había vuelto loco, y aún no tenía el placer de conocerlo realmente.

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Wild Boy «Jim Morrison+Alain Delon»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora