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Hyunjin se recostó en la silla y cerró los ojos cansado, había estado trabajando sin parar desde esa fiesta, su padre no tenía compasión por sus horas de sueño.

Minho se había ido hace media hora, Hyunjin prácticamente lo había echado de la oficina, en parte porque su asistente personal a penas podía mantener los ojos abiertos y por otro lado para prevenir que Minho viera a Seungmin llegar.

Si es que viene.

Ya había dicho en más de una vez que era impredecible, nunca sabía lo que pasaba por su cabeza, pero estaba siendo sincero cuando hasta él mismo (un controlador ansioso de primera) no tenía idea de lo que pasaría a continuación. De lo único que estaba seguro era que su fascinación por Seungmin había crecido, no solamente por el increíble beso que se dieron en la sala de conferencia la otra noche, sino por esa maldita llamada que le hizo hace unas horas para aclarar el malentendido.

Hyunjin sonrió tocándose los labios, todavía sentía el sabor a ponche sobre ellos.

Seungmin era un hombre, uno que tenía facciones varoniles marcadas suavemente, un cuerpo que no se parecía a nada al de una mujer, pero que no estaba lejos de ser igual de placentero de tocar. A Hyunjin no le gustaban los hombres, imaginarse besando a otro que no sea Seungmin le producía malestar, pero a este... Hyunjin a este quería follárselo.

No estaba avergonzado de sus deseos, Seungmin debía tener alguna idea de lo que esa visita por la noche significaba, era alguien inteligente y astuto. Además, con el beso se había comprobado que Seungmin quería lo mismo, un rápido y duro revolcón. Con eso acabaría todo lo que había entre ellos, las miradas furtivas y la cercanía con dobles intenciones.

Abrió los ojos expectante cuando oyó los golpes en la puerta, había alguien esperando afuera.

—Entra—murmuró elevando la voz y acomodándose en el puesto, revisó la hora en su reloj de mano justo cuando la puerta se abría con lentitud; eran ya casi las diez de la noche.

Seungmin entró con cuidado, cerrando la puerta por detrás con seguro. El cuerpo de Hyunjin se estremeció satisfecho, entonces el motivo estaba claro por ambos lados.

—Luces horrible —casi, casi sonrió por el comentario de Seungmin al acercarse al escritorio.

—Gracias—Hyunjin no se consideraba un narcisista, pero admitía ser un tipo de muy buena vista, y a pesar de que no era su mejor momento considerando que no estaba durmiendo bien, tampoco se veía mal.

Observó a Seungmin pasar sus cálidos ojos por su cuerpos, desde su desordenado cabello castaño hasta la camisa con los primeros botones sueltos en su cuello. Hyunjin se inclinó en la silla y se subió la camisa hasta los codos, Seungmin por su parte se veía... tierno.
Iba vestido con unos jeans de color negro pegados a sus piernas junto a un chaleco de lana con distintos tonos de marrón, bajo eso llevaba un camisa blanca para darle un aspecto elegante, parecía uno de esos muchachitos universitarios de alguna facultad humanista.

—Deja de mirar mi ropa —levantó la vista a su rostro al oírlo, Seungmin se rascaba el brazo nervioso—No estoy acostumbrado a usar este tipo de ropa cuando no estoy en casa.

Hyunjin se apoyó en el escrito pensativo, entonces toda esa fachada de chico deportivo con pantalones cortos y polerones estampados con alguna marca era una mentira, a Seungmin le gustaba vestirse como un ancianito. Se cubrió la sonrisa con el dorso de la mano, seguía siendo impredecible y jodidamente bonito.

—Me gusta tu ropa, te ves cómodo —lo era, Seungmin parecía más Seungmin que el que corría detrás de un balón en un partido.

—Mmh—el menor se apoyó en el sofá de su oficina—Gracias.

mirrorball/hyunminDonde viven las historias. Descúbrelo ahora