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Cada segundo que pasaba era más valioso que cualquier mineral, más incluso que el diamante más hermoso.
Cada segundo que pasaba significaba un segundo menos de vida.
Cada segundo que pasaba significaba la extinción de los tres pueblos que conformaban Tortillaland.
Una guerra (supuestamente inofensiva) causada por roces y rivalidades entre dos pueblos que competían entre si infantilmente, había escalado de un momento a otro a una batalla territorial contra unos seres extraordinarios que, por si fuera poco, habían sido invocados sin cuidado alguno por un pueblerino cuyo egoísmo y sed de venganza era más grande que su propio raciocinio.
Se encontraban en una batalla violenta que no sólo iba a acabar con toda aquella persona que estuviera en ese pueblo, si no que ahora también significaba un peligro para las personas inocentes que no habían sido partícipes en ningún momento de ninguno de aquellos acontecimientos.
El pueblo 2 ahora también estaba involucrado e iban a ser exterminados sin aviso alguno, pues debido a la 'guerra' que iba a darse en un principio, las aduanas, al igual que las comunicaciones vía chat estaban completamente clausuradas hasta nuevo aviso.
Los chamanes no querían involucrarse y también se quedaron en el pueblo 2.
No había escapatoria ni ayuda.Suspiró con fuerza y se arrepintió al instante de hacerlo.
El oxígeno abrasando sus pulmones como el verano en el desierto; el corazón turbado gritando como loco en su pecho; el sudor helado en su piel como gotas de lluvia en invierno; el temblor de sus manos convirtiéndose en gelatinas; la presión en su tórax digna de una avalancha de nieve; el ardor en su garganta como si el magma reemplazara su saliva.
Las contradicciones reinaban su cuerpo y la tensión se adueñaba de sus trapecios y hombros encorvados.
Pasaba las páginas con rapidez pero se sentían como bloques de hormigón.
Sentía el peso de cientos de vidas comprimidas en una mochila invisible colgada en su espalda y el nudo en su garganta pinchaba cada vez que escuchaba los gritos que procedían del exterior de la embajada.
La ansiedad se lo estaba comiendo vivo y los repentinos cambios de humor del hombre que estaba a su lado no ayudaban en absoluto.
De vez en cuando le echaba un vistazo al chico de gafas, parecía estar teniendo su propia lucha interna y cada vez parecía menos estable.
Su piel se erizaba de miedo cada vez que lo veía hablar consigo mismo y lamentarse con furia mientras se agarraba del cabello, pero repentinamente su expresión cambiaba y volvía a concentrarse en la búsqueda de una solución.Había tratado de preguntarle varias veces sobre qué le pasaba o si se encontraba bien, pero este se ponía a la defensiva y después se reía como si acabara de contar el mejor chiste que había escuchado nunca.
Pero sus ojos siempre mantenían una expresión neutral.Devolvió su atención al gastado libro de cuero que tenía entre sus manos, continuó leyendo y pasando páginas lo más rápido que su vista borrosa por las emociones fuertes le dejaba.
Y no fue hasta segundos después que sintió la sangre cayendo a sus pies.La ansiedad le estaba devorando y quería salir corriendo a cualquier parte lejos de ahí, pero el miedo le hizo pies de plomo y sus ojos abiertos de par en par se negaban a despegarse de la página que acababa de leer.
Tenía miedo de los ojos vacíos y rostro de expresión cambiante de su compañero, de los gritos de sus amigos luchando por sus vidas, de las calaveras sombrías que aparecían por doquier, de la criatura gigantesca que les acechaba desde el cielo, de encontrarse los cuerpos sin vida de sus compañeros, de no volver a ver a sus seres queridos, de no saber el paradero de el chico que le gusta; tenía miedo de muchas cosas pero lo que acababa de leer le causaba terror.
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ᴄᴀʙᴇᴢᴏᴛᴀ // ᴋᴀʀᴢᴇʀ
Fanfiction𝙳𝚎𝚜𝚙𝚞é𝚜 𝚍𝚎 𝚜𝚞 𝚌𝚑𝚊𝚛𝚕𝚊 𝚎𝚗 𝚕𝚊 𝚌𝚊𝚜𝚊 𝚍𝚎 𝙰𝚡𝚘𝚣𝚎𝚛, 𝚊𝚖𝚋𝚘𝚜 𝚝𝚛𝚊𝚝𝚊𝚛𝚘𝚗 𝚍𝚎 𝚍𝚎𝚜𝚙𝚎𝚓𝚊𝚛𝚜𝚎 𝚌𝚘𝚗𝚘𝚌𝚒𝚎𝚗𝚍𝚘 𝚊 𝚘𝚝𝚛𝚊𝚜 𝚙𝚎𝚛𝚜𝚘𝚗𝚊𝚜, 𝚊 𝚖á𝚜 𝚙𝚞𝚎𝚋𝚕𝚎𝚛𝚒𝚗𝚘𝚜; 𝚙𝚎𝚛𝚘 𝚕𝚊𝚜 𝚌𝚘𝚜𝚊𝚜 𝚗𝚘 𝚏...