𝟏𝟐

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Tenues luces quedaban a penas encendidas en la estación y pocas personas se encontraban aún trabajando. Por un golpe de suerte, la zona de oficinas donde la de Minho y, a unos cuantos pasos más allá, la de Hyunjin se hallaban, estaba desierta, la pareja era la única ahí. Ellos, entre besos y caricias, llegaron hasta el despacho del Comandante desde el pasillo donde se encontraron. La puerta la cerraron con pestillo, no arriesgándose a ser descubiertos en pleno acto.

Esa misma tarde, Minho fue a visitar a su médico, estaba ya harto de llevar el brazo en cabestrillo cuando no lo necesitaba, no desde hace días que el mismo médico le dijo que su brazo se encontraba en óptimas condiciones, pero que, por unos días, debía ser muy cuidadosos con el peso o acciones para no lastimarse. El médico, conociendo tan bien al Comandante y su terquedad, le ordenó llevar el cabestrillo por un tiempo más hasta saber que no sufriría peligro. No pudo ser mas correcta la apreciación del médico, pues en cuanto le quitaron el molesto artilugio, Minho se preparó para follar a Hyunjin sobre su escritorio.

-Si por alguna razón nos descubren, voy a matarte -gruñó Hyunjin en advertencia a la locura que estaban por cometer.

-Guarda esos gruñidos para mas tarde, princesa, los necesitarás.

La cadera de Hyunjin chocó contra el borde del escritorio antes de verse subido sobre el mismo con ayuda de Minho. Por un segundo se preguntó si tendría algún documento importante ahí, mas los besos de su amante borraron todo rastro de preguntas y dudas, dejando libre acceso a su libido. Tal parecía que esos besos eran dinamita para su pobre cerebro.

Los brazos delgados de Hyunjin pasaron alrededor del cuello del alto, sus manos acariciando el cabello azabache hasta la saciedad. Minho comenzó a mover sus dedos sobre los botones de la camisa rosa palo de Hyunjin, con desespero se la retiró dejando a la vista ese pecho desnudo, con dos botones apetitosos decorándolo, y en ese blanco lienzo estaban pintados aún las marcas que hace tiempo le dejó, moretones y mordiscos, tiñendo de rojos y púrpura la sensible piel de Hyunjin.

-No sabes lo que le haces a mi pobre juicio -acusó el policía recorriendo con su boca el cuello del jovencito.

Minho metió sus manos dentro del pantalón de Hyunjin, por la parte de atrás, insertándose por debajo del bóxer también para acariciar las mejillas traseras, amasándolas con lujuria hasta que sus dedos llegaron a tocar la entrada de Hyunjin, tan ansiosa y ligeramente húmeda. Presuroso le bajó el pantalón y su ropa interior, entonces, cuando Hyunjin estuvo desnudo del torso, y lo demás a mitad de sus muslos, Minho le dio vuelta y lo ubicó sobre su escritorio. Hyunjin quedó con su rostro pegado a la madera y los papeles mientras que su culo desnudo estaba a merced de su verdugo.

-¡Ah! -profirió un grito el joven al sentir su culo arder por la nalgada que su compañero le propició. Entonces sintió algo húmedo, caliente y resbaladizo acariciar su entrada con descaro, parecía ser la lengua del Comandante-. Min... mmmgh...

El movimiento que producía su lengua contra el agujero del menor era hipnótico, tan sucio y lascivo. La polla de Minho estaba dura como un mástil, lista para insertarse en esa dulce cavidad que le regalaría un embriagante orgasmo. Dejó la entrada mojada, resbalosa y lista para meter su miembro en ella.

-¿Lo quieres? -preguntó socarronamente golpeando con su pene las mejillas traseras del chico, tentándolo como el Diablo tienta a los débiles, o como se tienta a un ángel a pecar.

Minho era el Diablo, y Hyunjin, su pequeño ángel.

El abogado ni siquiera reparó cuando fue que Minho se bajó la bragueta y dejó escapar su polla, no importaba, de todas formas.

-Minho -jadeó quejoso el muchacho.

-Dime si lo quieres, princesa -demandó.

-Sí, por favor, lo necesito.

pasión en la miraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora