𝟐𝟗

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—Así que piensas seguir como policía, aún después de lo que sucedió con el fiscal.

—¿Tengo alguna razón para no seguir siéndolo? —preguntó Minho tras las palabras de su, ahora, suegro.

Jackson esbozó una sonrisa socarrona.

—Esto es lo que necesitas —le dijo, tendiéndole una carpeta blanca con varias hojas dentro—. Es el expediente de Kim Namjoon.

Minho la recibió en sus manos y se predispuso a revisar el documento, se topó con cinco hojas sobre sus crímenes, desde robo de identidad hasta asesinato en tercer grado. También estaba un récord sobre su trabajo en la fiscalía de Seúl, añadiendo también varios cómplices dentro de la institución que le sirvieron como conducto para entrar al servicio público. Era un buen informe, y serviría para que Minho lo presentara a sus superiores antes de que la noticia sobre la muerte del hombre saliera en los periódicos. Un accidente, muy típico de la mafia. Y nadie podría objetar nada con la evidencia clara.

—Se lo agradezco.

—Ahora eres de mi familia, Minho, y es mi deber protegerte también, aunque creo que eso puedes hacerlo tu solo —señaló burlesco.

—Y cuidaré bien de Hyunjin y de mi hijo.

—Lo sé, pero no dudes que en el momento en que cometas un error la mafia irá por ti —advirtió en tono sombrío que le hizo estremecer al Comandante.

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Al regresar a Seúl, Minho se enfrentó a sus superiores, fue casi un juicio como los de Salem, y el policía se sintió como si fuera un hechicero apunto de ser quemado en la hoguera. Afortunadamente, tanto los papeles brindados por Jackson cuanto los testimonios de otros oficiales sirvieron para apagar el disgusto de los viejos oficiales.

Hyunjin y Minho regresaron al departamento del mayor, algo temporal pues planeaban buscar un lugar propio, uno donde hacer su vida juntos. Y Minho tenía una idea de cómo le gustaría empezar esa nueva vida juntos.

Esa tarde al salir de la oficina, Minho pasó por una joyería del centro de Gangnam. Buscó con la mirada entre los muchos anillos de compromiso que el dependiente le mostró, pero sus ojos se posaron en una argolla de oro y diamantes Harry Winston. Mandó grabar en el interior 'Para mi princesa' en cursiva.

Cuando salía de la joyería divisó a su pequeña princesa cruzando la calle, llevando en sus manos una bolsa negra con letras rosas. A pasos rápidos le dio alcance, y de sorpresa lo sujetó por la cintura.

—Min—jadeó Minho al verlo.

—Creí que estarías en casa ya.

—Tenía que comprar algo antes —mencionó con cierto sonrojo en las mejillas.

—¿Y qué compraste? —preguntó, intentando con sus manos alcanzar la bolsa, pero Hyunjin fue más rápido y lo ocultó tras su espalda.

—Oh, nada, sólo..., nada.

Minho sonrió enternecido ante el vano intento de Hyunjin de ocultarle lo que sea que estuviese dentro de esa bolsa. Actuando por astucia, el Comandante abrazó el menudo cuerpo de su amante, cuidadoso de no despertar sospechas mientras Hyunjin le preguntaba.

—¿No tenías turno esta noche?

—Me dieron el día libre luego de la audiencia del fiscal.

Y mientras hablaba, sus manos se movieron a quitarle la misteriosa bolsa de las manos. Minho se apartó medio metro y revisó su contenido llevándose una grata sorpresa.

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