Amor y crisis.

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    Lucifer se encontraba en su lugar personal. El rincón más oscuro y silencioso del infierno. Un espacio totalmente hermético al cual nadie más podía llegar. En ese lugar estaba totalmente aislado. Ni siquiera su padre podía escuchar sus pensamientos cuando estaba allí.

A ese lugar se retiraba para pensar en cómo proceder adecuadamente en los miles de asuntos en los que el inframundo estaba metido.

-Bien-pensó el caído-. Las dejé hacer lo que quieran por un tiempo, pero ya se les terminó la hora de jugar.





Estaba sumida en un profundo sueño. La trajo de nuevo a la realidad una agradable sensación. Una suave piel frotándose suavemente contra la suya y los besos en sus labios, sus mejillas, su frente. Al abrir sus ojos lentamente vio el rostro de esa chica de cabello corto mirándola con deseo.

-Buenos días, mi súcubo durmiente.-Se relamió-. Es una muy linda mañana como para dormir tanto.

A Andrea le gustó mucho esa manera de despertar. No era muy común que su pequeña fuera la que diera inicio a aquello que iban a hacer. Comúnmente ella era la que empezaba. De inmediato pensó en hacer lo de siempre.

Jesica adivino su intención. Por lo cual de inmediato se acercó a ella para besarla. Con pasión. Con deseo.

Andrea sintió que solo ese beso ya empezaba a encender el fuego en ella.

Cuando se apartó concluyó dándole una suave lamida a los labios de esa demonio.

Andrea suspiró.

-Qué intenso. ¿Qué tienes? Estás que ardes.

La chica le habló al oído.

-Déjame. Cambiemos de papeles un rato. Tú te dejas y yo seré la que... te coma. ¿Quieres?

Ni le dio tiempo a responderle. La besó una vez más y sin separarse mucho de sus labios le dijo...

-¿Para qué pregunto? Si eres mía. Lo haré y ya, mi demonio.

Después de "atacar" sus labios fue por su cuello. Lo besó y le dio suaves lamidas mientras rodeaba su cintura en un abrazo posesivo, inevitable. No quería dejarla ir.

-Mía-le dijo mientras la besaba en el cuello-. Esta piel es solo para mí. Solo para mis labios. Solo para mis caricias.

Andrea gemía al sentirla así. Que esa pequeña solo la tomara. Que hiciera todo a su gusto y placer.

-Sí. Es para ti. Sigue... Sigue...

Le dio una leve mordida a ese cuello que tanto le gustaba estimular para arrancarle gemidos a esa súcubo.

-Levántate un poco, ¿sí?

Andrea se incorporó. Entendió que ella quería que le diera espacio para poder estar detrás. Se arrodilló sobre la cama dándole la espalda.

Jesica admiró su espalda. Paso sus dedos por allí. La acarició. La súcubo suspiró.

-Jesi...

-Me encanta tu cabello. Esas hebras doradas son otro encanto que tienes.

Se le acercó e hizo esa cabellera a un lado delicadamente para poder besar su espalda. Volvió a abrazarla por la cintura. Los labios de la chica recorrieron esa espalda. Esa piel que tenía las marcas de color negro.

El amor es un... ¿demonio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora