Una humana y una humana. Un ángel y una demonio.

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    -Nos vemos mañana.

-Hasta pronto.

Sonia notó que la chica de anteojos. Iba en otra dirección. No iba hacia su casa.

-¡Hey! ¿Adónde te vas?

-Por ahí-fue la imprecisa respuesta que le dio-. Necesito algo de tiempo para estar sola... Y pensar en algo que me tiene contra las cuerdas.

Aquella joven mujer partió algo extrañada por las palabras de esa chica.

-¿Tiempo a solas? Pero si vive sola. No sé de qué habla.

Jesica finalmente estaba decidida a enfrentarse a sí misma. Aclarar sus propios pensamientos en cuanto a las dos mujeres que querían ser la única en su corazón. Odiaba hacer que otras personas se preocuparan, pero realmente necesitaba aquello. Tomar distancia. Ir hacia ese lugar en que le gustaba estar a solas y solo ver el horizonte. En donde había tomado varias decisiones importantes para ella.

Caminó algunas cuadras hasta que llegó a una parada de autobús. Era un viaje corto. Después de un recorrido de unos 15 minutos dejó ese transporte público para caminar otro poco y llegar. Allí estaba aquel puente. Era un lugar que se otorgaba una linda vista con el sol en el horizonte.

Caminó casi hasta la mitad de ese puente y se apoyó sobre el barandal. Dio un suspiro.

-Bien. Ya es hora. Hora de aclarar todo.

Estaba decidida. Cuando se fuera de allí debería estar segura de a quien amaba realmente. Se quedó allí mirando a lo lejos. Con mil pensamientos cruzando su cabeza. Algo dolida porque sentía que había estado jugando con sus corazones.

-Desde aquel día te odie por lo que me hiciste-pensó recordando a su ex-. Pero quizá ni siquiera soy mejor que tu. Por lo que hice.

Bajó su mirada par contemplar el agua que pasaba por debajo del puente.

-¿Acaso solo estoy aquí para sufrir o hacer sufrir? ¿Es eso? Si así fuera quizá sería mejor que me muera o algo así.

Entonces se imaginó a Astrid y a Andrea muy tristes por su muerte. A sus padres. Sus amigos.

-Pero eso no sería nada bueno. No. No tiene que ser así.

Miro la hora en su celular. Faltaban unos 12 minutos para las seis de la tarde.

-Aún tengo tiempo. Mucho tiempo para esto.





Andrea estaba caminando de un lado a otro en el patio de la casa. De tanto en tanto se detenía a mirar a lo lejos por si veía llegar a esa chica bajita que usaba anteojos.

-Por Lucifer. Niña, ¿dónde te metiste?

No le había avisado que llegaría tarde ni nada. Por cada minuto que pasaba la preocupación de la súcubo crecía más y más. No sabía qué hacer. En ese momento solo pensó en recurrir a la ayuda de una sola persona por algún motivo. Desplegó sus alas y emprendió el vuelo. El lugar al que quería llegar no estaba muy lejos de allí.

Era un lugar en el que aún no había estado, pero cuya ubicación conocía bien porque lo veía en los recuerdos de Jesica. Sus pies tocaron el suelo una vez más cuando estuvo frente a aquella humilde casa. Llamó a la puerta una vez. Dos. Tres veces. Se desesperaba.

-Maldición. ¿Dónde estás?

-Oye. ¿Qué haces aquí? ¿Qué se te ofrece?

Escuchó esa voz tan familiar.

El amor es un... ¿demonio?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora