Capitulo XI

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El reino protegido se extendía ante JunXiang, impregnado de la calidez del atardecer y el aroma de las flores en flor. A medida que sostenía a sus hijas en brazos, podía sentir el peso de la responsabilidad y el amor que había florecido en su ausencia. Sus ojos se encontraron con los de XiuYin, reflejando un entendimiento profundo y un vínculo inquebrantable.

En el cielo estrellado, mientras JunXiang sostenía a sus hijas y el calor de su amor llenaba el aire, una sombra inquietante se apoderó del firmamento. De repente, el vasto lienzo nocturno se rasgó como si fuera de cristal, dejando al descubierto una abertura oscura y sobrecogedora. La noche se estremeció y una presencia opresiva descendió sobre el reino protegido, como si los mismos cielos hubieran sido perturbados.

 La energía maligna que emanaba de esta presencia eclipsaba incluso las sombras más profundas del inframundo, envolviendo el reino protegido en un manto de temor y aprehensión.

Desde la distorsión dimensional emergió una figura sombría y poderosa: el Dios Demonio. Una entidad que se creía sellada para siempre, ahora se materializaba ante ellos con una malevolencia palpable. Sin embargo, algo había cambiado. Las cuchillas divinas, en manos de JunXiang, repercutieron en respuesta, resonando con una luz divina que desafió la oscuridad circundante.

—Débiles mortales —rugió el Dios Demonio con una voz que resonaba como el estruendo de un trueno—, han llegado a su fin. He renacido para consumir este mundo y extinguir toda esperanza.

JunXiang apretó las cuchillas celestiales con firmeza, su mirada inquebrantable. —No permitiremos que tus sombras oscurezcan nuestra luz. Este reino está protegido, y lucharemos hasta nuestro último aliento para mantenerlo a salvo.

El Dios Demonio soltó una carcajada maligna que hizo temblar la tierra. —Tu valentía es inútil frente a mi poder infinito. Tu resistencia será aplastada como polvo en el viento.

En ese momento, las dos hijas de JunXiang, junto con su hija adoptiva, observaban la escena con horror. Xīng zuò, una joven valiente entrenada por JunXiang mismo, tomó el mando y protegió a las pequeñas, alejándolas del peligro.

Tras los primeros choques y técnicas, el reino comenzó a colapsar. Una aura voraz y roja se expandía mientras JunXiang se acercaba, contra el, un ataque discreto es dirigido hacia Amie. En ese momento, mientras Amie yacía herida en el suelo, sus ojos encontraron los de JunXiang, y en un susurro melancólico, ella dijo:

—JunXiang, nuestro amor trasciende las estrellas y los tiempos. Siempre estarás en mi corazón, incluso en las lejanías del universo —susurró Amie con una voz que llevaba consigo la melodía de su amor eterno.

Sintiendo la conexión con los trascendentales, JunXiang escuchó en su mente: "¡Despierta!" En un instante, su cuerpo estalló en un aura verde, sosteniendo a Amie entre lágrimas.

—Amie... —susurró JunXiang en un diálogo romántico y melancólico mientras sostenía el relicario cerca de su corazón—. "Te amo más allá del tiempo y el espacio. Siempre serás parte de mí, mi eterna musa."

Amie sonrió débilmente, acariciando el rostro de JunXiang con ternura. "Nuestro amor trasciende los límites del universo. Siempre estaré contigo, en cada susurro del viento y en cada estrella que brilla en el cielo."

Con un gesto lleno de amor y despedida, Amie entregó el relicario a JunXiang, un objeto que se convirtió en el tesoro más preciado de su existencia. En ese momento sagrado, mientras el suave resplandor de la luna acariciaba sus rostros, ella pasó parte de su esencia al objeto, transfiriendo el latido eterno de su amor al delicado metal y cristal.

Mientras él recibía el relicario con manos temblorosas, Amie se acercó con una gracia etérea, fusionándo su voluntad con las cuchillas celestiales que él sostenía. En ese instante de conexión trascendental, mezclándose en una sinfonía de amor y eternidad. JunXiang apretó el relicario contra su pecho, sintiendo la esencia de Amie fundiéndose con la suya, como estrellas entrelazándose en el vasto lienzo del universo.

Sus labios se encontraron en un beso profundo y apasionado, un intercambio de almas que sellaba su amor más allá de las fronteras del tiempo y el espacio. En ese último y eterno beso, Amie se desvaneció en la luz, dejando a JunXiang con una sensación de paz y determinación. En su corazón, llevaba consigo el eco de su presencia, un amor inmortal que iluminaría su camino en los días venideros.

En medio del resplandor celestial y la conexión con la Constelación Noctua, JunXiang elevó su mirada hacia los cielos, su corazón lleno de determinación. Fue entonces cuando, en un grito desgarrador que resonó a través de los cielos y desafió la furia del Dios Demonio, JunXiang exclamó con una pasión indomable:

—¡Amie! ¡Nuestro amor no será eclipsado por la oscuridad! —sus palabras se perdieron en el rugido del trueno mientras las primeras gotas de lluvia caían del cielo, como lágrimas del universo—. ¡Lucharé en tu nombre y protegeré este reino con todo lo que soy!

El cielo respondió a su llamado, y la lluvia comenzó a caer con fuerza, como si el mismo firmamento llorara la pérdida de Amie y se uniera a JunXiang en su determinación. Bajo la lluvia torrencial y el rugir del viento, JunXiang se erguía como un guerrero invencible, listo para enfrentar al Dios Demonio y proteger todo lo que amaba. En ese momento, su voz se convirtió en un trueno que retumbó en todo el reino, un eco del amor eterno que compartió con Amie y que nunca se desvanecería.

Cefiro de otoño VOL. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora