Capitulo XII

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Guiado por los últimos susurros del alma de Amie, en medio de la batalla, Jun Xiang sintió su esencia fusionada con las cuchillas, cada movimiento se convirtió en un ballet cósmico en tributo a su amor. La luz de su amor eterno iluminaba su camino mientras enfrentaba al formidable Dios Demonio, cuya presencia oscura intentaba eclipsar su determinación.

El Dios Demonio se alzó, desafiando la firmeza de Jun Xiang. —Tu lucha es inútil —rugió con desprecio—. El destino de este mundo ya está sellado.

Pero Jun Xiang sonrió con firmeza, su mirada reflejando la luz de las estrellas. —Quizás, pero somos los arquitectos de nuestro propio destino —respondió con calma—. Tú no eres más que un obstáculo en nuestro camino hacia un futuro mejor.

En medio del caos, las cuchillas celestiales danzaban en las manos de Jun Xiang, trazando arcos brillantes en el aire. La esencia de Amie se entrelazaba con su ser, creando un vínculo etéreo que le otorgaba fuerza y ​​propósito. Con cada movimiento, la danza de las cuchillas se convertía en una sinfonía de amor y resistencia, una melodía que desafiaba la oscuridad que se cernía sobre ellos.

El Dios Demonio, sorprendido por la determinación de Jun Xiang, lanzó su furia en forma de relámpagos y sombras oscuras. Sin embargo, el guerrero se erguía con una gracia majestuosa, como un poeta que escribe sus versos en la tormenta. Cada golpe bloqueado, cada contraataque ejecutado con precisión, era un acto de resistencia, un soneto que desafiaba la tiranía del destino predeterminado.

La batalla culminó en un golpe final, un destello de luz que atravesó el espacio y dispersó la oscuridad. Los subordinados del Dios Demonio fueron derrotados, y el portal que había amenazado con desencadenar el caos se cerró con un brillo intenso, marcando el fin de la gran tribulación.

Los cielos se estremecieron mientras el poder de Jun Xiang y el Dios Demonio chocaban en un último enfrentamiento cósmico.

Con un gesto majestuoso, Jun Xiang habló con voz firme y resonante que reverberaba a través de las estrellas y las galaxias. —Es hora de que el universo conozca el poder del amor y la valentía —dijo, su voz un eco etéreo en la vastedad del espacio.

El Dios Demonio, aunque envuelto en oscuridad, dejó escapar una risa burlona. —¿Crees que tu amor puede igualar mi poder? Eres solo un insecto en comparación con mi grandeza.

—Puede que sea solo un ser en este vasto cosmos, pero mi amor y mi determinación han desencadenado una fuerza que mueve las galaxias —respondió Jun Xiang con calma, su mirada fija en el Dios Demonio—. Es el amor lo que nos hace fuertes, lo que nos une y nos eleva por encima de la oscuridad.

En un último acto de despedida, la Deidad Celestial y el Dios Demonio se miraron el uno al otro, reconociendo la fuerza del otro. En un instante, el universo vibró con una intensidad sin igual mientras ambos seres liberaban todo su poder acumulado. La luz y la oscuridad se entrelazaron en una danza final, un estallido titilante que iluminó el universo entero.

Y con esas palabras, el universo se estremeció una vez más, absorbiendo la energía liberada por ambos seres. La luz y la oscuridad se fusionaron en un espectáculo deslumbrante antes de dispersarse, dejando tras de sí un cosmos transformado por el poder del amor y la valentía, y una despedida formidable entre la Deidad Celestial y el Dios Demonio.

En medio del resplandor deslumbrante, Jun Xiang se volvió hacia su hija adoptiva y sus dos hijas, con los ojos llenos de amor y confianza. —Mis amadas hijas, os confío el futuro de nuestro universo. Sois la esperanza y el amor encarnados. Seguid guiando a las generaciones venideras con valentía y compasión.

Entregó el relicario, un símbolo de su legado, a su hija adoptiva con una sonrisa cálida. —Guardad esto como un recordatorio de nuestro amor y de la fuerza que reside en cada uno de vosotros. El universo está ahora en vuestras manos.

Y con esas palabras, el universo se estremeció una vez más, absorbiendo la energía liberada por ambos seres. La luz y la oscuridad se fusionaron en un espectáculo deslumbrante antes de dispersarse, dejando tras de sí un cosmos transformado por el poder del amor y la valentía, y una despedida formidable entre la Deidad Celestial y el Dios Demonio.

Jun Xiang se postró ante su presencia, su corazón lleno de gratitud y humildad. —Mi viaje ha sido guiado por la luz de las estrellas y el amor de aquellos que sacrificaron todo. Ahora me encuentro ante ustedes, listo para asumir mi nuevo papel.

—Como el guardián de la constelación Noctua, ahora una deidad cósmica, un ser que trasciende los límites del tiempo y el espacio.

Con la batalla ganada, Jun Xiang sintió una fatiga que trascendía su inmortalidad. Había usado la esencia de vida hasta el límite. A pesar de su estado divino, la lucha había dejado una marca en su ser. Se tambaleó, sosteniéndose en las cuchillas que habían sido su guía y su arma.

Y así, mientras las estrellas destellaban en el firmamento, Jun Xiang sintió cómo su cuerpo se deshacía en partículas de luz. Su forma física se convirtió en un polvo estelar, dispersándose en el viento cósmico. En ese último momento, la voz de los Trascendentales resonó una vez más en su mente.

—Has cumplido tu propósito, Jun Xiang. Tu amor y sacrificio se han convertido en el resplandor del cosmos. Tu historia vivirá en cada rincón del universo, como un recordatorio de la fuerza del alma.

Y así, en el último destello de su existencia, Jun Xiang se convirtió en una parte etérea del tejido mismo del cosmos, una luz que perdurará en la eternidad. Mientras los sobrevivientes lo miraban con admiración y tristeza, jurando llevar su legado en cada paso que dieran, manteniendo viva la esperanza en un mundo mejor.

Cefiro de otoño VOL. 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora