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Parte 1

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Marinette sacudió su cabeza sin poder creer lo que recién le habían explicado. Con sus labios entreabiertos, llevó su mirada a Kagami, quien tampoco había pronunciado palabra durante ese rato. Desde que Fu había confirmado ser uno de los hechiceros, ella había decidido permanecer en silencio; ¡no podría creer que a ella no le habían dicho la verdad!, mientras que Marinette, había estado poniendo atención a cada cosa que decía el anciano y ahora, intentaba procesar lo que le acababa de decir. 

—¿No es una broma? —le dijo la ojiazul al viejo. 

—¿Por qué lo sería? 

—¿En serio después de todo este tiempo Tikki sí podía salir de mis aretes y yo podía usar mi amuleto encantado?

—Lo acabas de decir.

La chica llevó su vista a Marianne, quien se les había unido en esa pequeña sala. Esa anciana también parecía segura de las palabras de su esposo y asentía con cada una de ellas. Luego, Marinette negó una vez más con su cabeza sin poder creerlo. 

—Eso… no puede ser posible —bufó cruzándose de brazos—. Yo intenté varias veces decir: ¡Tikki motas! —exclamó—. Y… ¿lo ves? ¡No pasó nada! No veo a Tikki por ninguna parte. 

—Dices que vienes de otra realidad, Marinette, es muy posible que muchas cosas cambien —explicó el viejo—. Y eso incluye, la forma de los kwamis o la forma de obtener sus poderes. 

—Pero… ¿en serio Tikki sí puede salir de mis aretes? 

—¿Por qué no? Es un kwami al igual que todos ellos —señaló aquellos niños que yacían en la mesa comiendo algunas frutas. 

Marinette tomó un poco más del té que le habían servido minutos antes y después se llevó las manos a sus aretes. Mas antes de quitárselos, observó con seriedad al sujeto frente a ella. 

—¿Estás seguro que esto funcionará?, ¿o acaso quieres mis pendientes? 

—Tú eres la que tiene prisa. —Alzó sus hombros con completa tranquilidad.  

—Entonces… ¿solo me quito los aretes y digo la frase? —insistió la ojiazul—. En mi realidad tengo que tenerlos puestos para transformarme. 

—Aquí no existen super… esa cosa que dijiste —explicó de nuevo—. En esta realidad los hechiceros inventaron esas joyas para llevar a los kwamis con ellos. Por eso, para que estos los ayudaran, dejaban la joya en el suelo y luego de que el portador dijera la frase, de la joya saldría al kwami. Si no los dejas en el suelo, Tikki se llevaría un gran golpe al salir. 

Marinette arqueó ligeramente sus labios al imaginar tal escena y esta vez, sin esperar un minuto más, se quitó los aretes y los dejó en el suelo. Las cuatro personas rodearon las joyas y ella se acomodó a un lado para ponerse firme y luego decir: 

—Tikki, motas. 

Y en ese instante, de los aretes resurgió una figura escarlata hasta aparecer una pequeña niña de piel rojiza como su cabello, el cual tenía un gran círculo negro en medio de su flequillo triangular. Ella llevó su mirada azulada a sus manos, las cuales movía con cierto entusiasmo para después llevarlas a la falda de ese sencillo vestido rojo que llevaba. 

—Ella… ¿es humana? —consultó Marinette con sus ojos exorbitantes.

—No —respondió Fu—. Recuerda que los kwamis no tienen forma definida y… bueno… en esta realidad son así. 

Un Beso para Encontrarte | MiraculousDonde viven las historias. Descúbrelo ahora