CAPÍTULO 11

110 6 0
                                    

 ALESSANDRO 

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

 ALESSANDRO 

━━━━━━━━✧☼✧━━━━━━━━

|VÍNCULOS Y DESPEDIDAS|

Cuando escuché aquella voz, la misma que durante años había resonado en mi mente como un eco inquebrantable, la lógica, siempre implacable, me ordenó:

"Aléjate de ella."

Por un momento, estuve dispuesto a obedecer, a dar la espalda y alejarme una vez más. Pero cuando mis ojos se posaron en su rostro, un rostro que el tiempo había embellecido con una cruel perfección, comprendí la fragilidad de mis propias resoluciones. Sus pestañas, largas y rizadas, su cabello avellana cayendo en perfectos rizos sobre sus hombros, y esos ojos marrones, cargados de un magnetismo al que siempre fui vulnerable, confirmaron lo que en el fondo ya sabía; ante esa mujer, la pequeña y enigmática figura que conocí años atrás, soy lamentablemente débil.

Días después de nuestro primer encuentro, la observo mientras interactúa con mi abuelo en el hospital. Sus movimientos son medidos, sus palabras son precisas; se comporta con una naturalidad que raya en lo impecable. Entonces, mi abuelo, ajeno al torrente de pensamientos que me invaden, me la presenta. Ella finge no conocerme y en ese preciso instante, decido que seré yo quien dé el primer paso.

— Creo que ya no hace falta que te presente a tu nieta, abuelo.

Pronuncio las palabras con una calma logrando que la habitación se sumerja en un silencio incómodo. Miro mi reloj, un gesto calculado para marcar el control que ejerzo sobre el tiempo y la situación, antes de levantarme y dirigirme hacia Thais.

— Cariño, te presento a mi abuelo, Alrich. Abuelo, te presento a la mujer de las noticias, mi novia, Thais Levitt.

Observo atentamente la reacción del anciano, el mismo que durante años ha insistido en que Tatiana es la única que debería tener el título de "señora Bernstein". Tatiana, la opción obvia, la elección segura. Pero yo he evadido esa conversación durante años, usando excusas sobre no querer ataduras, argumentando que con un bisnieto ya debería estar satisfecho. Sin embargo, no es difícil adivinar que este no es un argumento que mi abuelo acepte con facilidad.

El escepticismo es palpable en su rostro. Me mira, y pregunta la veracidad de mi afirmación evaluando si me atreviera a bromear en un momento como este. Y cuando la sorpresa inicial se desvanece, no tarda en mencionar a Tatiana, sugiriendo que, de haber sabido esto, no habría insistido en las citas con la hija de los Zuckerman.

Mi mirada se desvía hacia Thais, quien, aunque intenta mantener la compostura, no puede evitar que sus ojos se entrecierren y que sus manos aprieten con fuerza las flores que sostiene.

— Abuelo, vine a despedirme de ti —dice la petisa, desviando hábilmente la conversación.

Enarco las cejas, sin decir una palabra, pero no aparto la mirada de ella ni por un instante. La observo mientras se mueve con una calma calculada hacia la pequeña mesa de la sala. Con un gesto deliberado, coloca las flores en el macetero, lo levanta y se dirige al lavadero, donde comienza a llenar el recipiente con agua. Cada uno de sus movimientos está cargado de una serenidad que roza la indiferencia, como si nada de lo que se ha dicho o hecho aquí la afectara.

Hell StärDonde viven las historias. Descúbrelo ahora