CAPÍTULO 8

27 4 0
                                    

|ENTRE LA REALIDAD Y EL SUEÑO|

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

|ENTRE LA REALIDAD Y EL SUEÑO|

━━━━━━━━✧♛✧━━━━━━━━

Al abrir mis ojos, me encuentro envuelta en la oscuridad. Poco a poco, mi vista se acostumbra, y puedo sentir el sudor cubriendo mi frente y cuerpo. Estoy en una habitación donde el único sonido es mi respiración. El silencio es absoluto. Enciendo la lámpara que está sobre la mesita de noche, me destapo y bajo de la cama, sintiendo el frío del suelo bajo mis pies.

La habitación está perfectamente ordenada. Si no hubiera tenido esa pesadilla, tal vez seguiría durmiendo. Sin embargo, ¿de quién es esta habitación? No puedo ser tan descuidada. Me levanto y exploro el lugar, notando que hay tres puertas. Deduzco que una debe ser del baño, otra la salida, y la última... Abro la última puerta y descubro un enorme clóset, incluso más grande que el de Kalel.

Entro al clóset, que está dividido en secciones para corbatas, relojes, zapatos, camisas y sacos. Me acerco a las camisas y huelo su aroma familiar, una fragancia reconfortante. Salgo del clóset y me dirijo a la puerta de salida. La abro con cuidado, procurando hacer el menor ruido posible. Asomo la cabeza, manteniendo el resto de mi cuerpo oculto. Al ver que no hay nadie, salgo sigilosamente al pasillo, buscando a alguien que me ayude a salir de este lugar.

— ¿Hay alguien aquí? —pregunto con cautela.

Nadie responde, así que vuelvo a preguntar. Escucho una puerta abrirse y me quedo inmóvil, como si eso pudiera hacerme invisible.

— ¿Por qué andas descalza? —una voz fuerte me sobresalta, haciendo que salte de susto.

— ¡Me asustaste! —me quejo, dándome la vuelta mientras suelto un suspiro—. Casi se me sale el corazón —agrego, llevándome una mano al pecho.

Lo observo de arriba abajo. Lleva un pijama de seda negra con bordes dorados. Al mirar sus ojos grises, recuerdo mi sueño; se sintió tan real que deseé volver a ese día. Pero él no es el rubio de ojos grises que busco; lo sé por su mirada, completamente distinta, y por el color de su cabello.

— Ven —dice mientras me toma del antebrazo y me jala suavemente. —Ponte las pantuflas, no quiero que te enfermes más —añade al entrar a su habitación.

Obedezco y me pongo las pantuflas, luego bajo la mirada para observar mi atuendo; un pijama de color melón.

No me digas que él fue quien me cambió la ropa.

— Tú... ¿Tú me cambiaste la ropa? —pregunto, levantando la vista hacia su rostro, buscando alguna señal de confirmación o negación.

— No, no lo hice. Sígueme —responde con firmeza, saliendo de la habitación y dejándome aún más confundida.

¿Entonces quién lo hizo? Si no fue él.

Quiero protestar ante su actitud autoritaria, pero recuerdo que no estoy en mi casa y no puedo exigir nada. Cruzo los brazos y suelto un bufido, frustrada maldigo a los "peros".

Hell StärDonde viven las historias. Descúbrelo ahora