Una salida forzada

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Otro día, otro amanecer en el viñedo, lejos de su hogar.

Natalie expandió sus brazos para despertar, de nuevo, bajo el sonido de las espadas rechinando en el patio trasero, al cual su nuevo cuarto daba vistas con gentileza. A estas alturas de la semana, consideraba que se había acostumbrado a las prácticas tempranas de Diluc.

Además, y sin querer dejarse llevar demasiado, podía apreciar que el muchacho tenía sus encantos.

Diluc se encontraba batallando junto a Kaeya, ambos empapados de sudor en sus trajes sueltos de entre casa, como ya era rutina todas las mañanas. Podía ver el semblante del pelirrojo disfrutar de la batalla con su hermano, mientras hablaban de quién sabe qué. Debía apreciar que las vistas no eran tan malas como creyó en un principio.

No supo bien cuándo comenzó a divagar en sus pensamientos mientras veía a los susodichos pelear candentemente. Hasta que, al notar la mirada del pelirrojo postrada en la de ella con ira, se dio media vuelta para proceder a cambiarse a escondidas del amplio ventanal, algo ruborizada por la situación.

Aún le gustaba jugar con él. Era tan fácil de predecir, era completamente obstinado y susceptible. No había comentario que ella haga que no provoquen ira en el joven. Le divertía ponerle de los nervios.

Tomó el cepillo que claramente pertenecía al pelirrojo, por los restos de cabellera que aún tenía, y comenzó a jalar de su largo y azabache cabello hasta formarlo en una trenza que casi rozaba sus rodillas. Se aseó lo necesario para dirigirse al salón principal para tener el desayuno.

Al bajar las escaleras, pudo ver al mayor de los Ragnvindr sentado solo en la sala, esperándola como de costumbre. Sonrió para sus adentros. El señor Crepus era realmente atento y cariñoso con ella, no le iba a ser difícil sentirlo como parte de su familia para nada. Entendía por qué el Tío Tian insistió tanto en que ella permanezca con Crepus, era de confianza y de un enorme corazón.

― ¡Buen día, princesa! ―exclamó Crepus al verla bajar, para recibirla con un beso en sus manos. ― ¿Cómo has amanecido? ¿Te molestan mucho mis muchachos practicando? Ya sabes que puedo decirles que encuentren otro lugar.

― Es muy amable, Crepus. Ya le dije que no es necesario en lo más mínimo. Estoy acostumbrada al ruido en la mañana, imagino que sabe lo que es amanecer con el Tío Tian y su costumbre de comenzar el día enviándonos a todos a pescar junto a él.

Ambos carcajearon, dirigiéndose a la mesa principal.

― Cuéntame, pequeña. ¿Cómo te trata la convivencia con el Tío Tian? Me contó lo ocurrido, espero que no sea muy imprudente de mi parte preguntarte.

― Para nada, Sr. Crepus. Me imaginé que estaba al tanto de la situación. ―Natalie suspiró. Esta no era una conversación que ansiaba tener, pero confiaba en Crepus. Se le veía genuinamente interesado en su bien estar. ―Ha sido duro, sobre todo el cambio de Nación. Liyue no es la nación más reconfortante en la que he vivido, a decir verdad, Mondstat me está agradando mucho más.

― Me alegro mucho de hacerte sentir cómoda, querida. ―sonrió paternalmente el mayor. ―Hablando de Mondstat, ¿has tenido tiempo para recorrer la ciudad?

― No al momento, no encuentro compañía y me apena algo ir sola.

― ¡Es absurdo! Para nada deberás ir sola. Es un lugar nuevo, no conoces el territorio aún.

En ese momento, y para futuro arrepentimiento del colorado, Diluc abrió la puerta mientras secaba su rostro con una toalla pequeña, limpiando el sudor que provocó la sesión de entrenamiento con su hermano. Su padre tuvo una idea maravillosa.

Good Business - Diluc RagnvindrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora