Un estruendoso silencio

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― Buenos días. ―mencionó la joven, forzando una sonrisa al tomar asiento en la mesa.

―Buenos días, cariño. ―respondió el mayor de los Ragnvindr.

Intentó corresponder a la cariñosa sonrisa, pero al ver el rostro de la joven frente a él le resultó prácticamente imposible disimular su creciente preocupación. Sus ojos estaban notablemente hinchados, con un tono rosado en sus bordes. Quería preguntarle si podía ayudar en algo, pero supuso que sería entrometerse en sus asuntos personales, y no sentía que el desayuno familiar sea momento para hacer eso.

Después de todo, el probable culpable de su estado se encontraba frente a ella.

Y eso fue todo, esa fue toda su mañana; silencio. Diluc se encontraba enfocado en su desayuno, sin atreverse a levantar la mirada, al igual que ella. Su cabeza comenzaba a doler de encontrarse en esta situación, sin comprender cómo pudieron llegar aquí.

Todo estaba tan bien. Todo iba tan bien encaminado, y ahora se encontraban frente a frente sin poder verse a los ojos con tal de no mostrar debilidad como si fuesen niños. Ambos sin poder dejar de preguntarse ¿cómo llegaron a este punto?



Y los días pasaron en ese mismo silencio, y las tardes ya no se sentían bienvenidas para ella. La casa parecía atormentarlos, forzándolos a enfrentarse el uno al otro. Ninguno siendo capaz de pronunciar una palabra. Crepus y Kaeya habían hecho todo lo posible para incitar que al menos se dirijan la mirada, pero ninguno cedía.

La semana se sentía tediosa y pesada. Diluc había decidido finalizar sus vacaciones, y se encontraba la mayoría del tiempo completamente solo en su escritorio, revisando papeles en búsqueda de algo que pueda callar su cabeza por un momento. Su cabello estaba desalineado la mayoría del tiempo, y sus compañeros comenzaban a notar las botellas apiladas en el tacho de basura de su escritorio, llamando poderosamente la atención dado a que Diluc no bebe alcohol.

Necesitaba hablarle, necesitaba pedirle disculpas y abrazarla diciéndole que se había comportado como un imbécil, pero el verla tan alejada de él le prohibía tomar cualquier paso en su dirección. Por más que esté estático, sin realizar un solo movimiento, la extrañaba.

Lisa había notado el abrupto cambio en su Gran Maestro, al igual que Jean, y ambas intentaban disuadirlo para poder indagar en qué le tenía tan preocupado todo el tiempo. Nadie recibía respuesta de su parte. Era como una pared de piedra interminable, imposible de escalar. Lisa solo pudo limitarse a agachar la cabeza, solo imaginando como estaría su amiga si Diluc se encontraba tan deplorable.

Recordaba aquella tarde que Kaeya le había intentado hablar del tema, pero se dedicó a pedirle que por favor no le mencione el tema. Era demasiado doloroso de solo pensarlo.

― ¿Se puede, Maestro? ―dispersó una voz desde la puerta su mente sucumbida en la miseria.

― Claro, toma asiento, Jean. ―le invitó, viendo como la joven se dirigía a paso ligero hacia su escritorio. ― ¿Con qué puedo ayudarte?

― Diluc... ―comenzó, sintiendo sus palabras atoradas en su garganta. ―No sé cómo comenzar a decir esto.

― Simplemente comienza. ―dijo tajante, sin prestar atención.

― Necesito que se vuelva a tomar vacaciones, señor. ―demandó la joven.

― ¿Disculpa?

― He oído rumores acerca del Sr. Eroch queriendo destituirlo de su puesto dado a... su recientes cambios personales. Odiaría ver que le suceda eso, Señor.

Good Business - Diluc RagnvindrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora