Una sonrisa abrazadora

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Otro día, otra oportunidad.

Natalie abrió los ojos emocionada por primera vez en toda la semana, abrazando el calor que emanaba el amanecer sobre su acolchado de terciopelo. Había algo diferente en esa mañana que la hacía tan especial. Podía escuchar los crujidos de espadas desde su balcón. Eso sólo significaba una cosa; Diluc había vuelto oficialmente a casa.

Su sonrisa se amplió al ver desde su lugar al joven nuevamente batallando contra su hermano, mientras canturreaba victoria a lo lejos. Se preparó frente al espejo, ansiosa por enfrentarse a su amante secreto. El sólo pensarlo le provocaba un brinco en el corazón.

El codiciado e inmaduro Diluc Ragnvindr, su amante secreto.

Ni ella se creía capaz de tal acción. Nunca en su vida se creyó capaz de ser tan atrevida, tan despiadada y de simplemente ceder ante sus caprichos dejando de lado todo protocolo. Desde pequeña que había sido educada para ser la mismísima imagen de la perfección en su hogar, sin permiso a dejarse llevar. Tal vez había sido su reciente amistad con Kaeya que había crecido en ella las ganas de hacer lo incorrecto una vez.

Le erizaba la piel el pensar en volver a verlo luego de su altercado la noche anterior, notando el rubor en sus mejillas mientras recordaba cómo se sentía el roce de su piel, tan peligroso pero atractivo. Estaba muriendo de ansias de verle sonrojarse de nuevo por ella, sentirlo derretirse debajo de ella por su mero toque. Se sentía tan poderosa de alguna extraña forma.

Los chillidos callaron en su ventana, haciéndole saber que era hora de desayunar, y su compañero de travesuras seguramente se encontraría debajo, cubierto en sudor, esperando verla llegar. Se colocó un ligero vestido de su ciudad natal, ajustando su cintura con un lazo para favorecer su figura, y se decidió a tomar pie hacia las escaleras.

Al final de ellas, ahí se encontraba su adorada melena roja, secando su rostro empapado de agotamiento por su entrenamiento diario matutino.

Llevaba una camisa blanca abotonada a medio pecho, dejando al descubierto parte de sus pectorales bien marcados, y podía ver su cabello hecho una cola alta, completamente alborotado. Su corazón dio un brinco en el lugar, aún considerando los comentarios de su amigo moreno en su mente. No sabía cómo se sentía hacia él, tal vez era mera atracción física y no había sentimientos de por medio, pero el saber que le había prometido no abandonar la ciudad le dejaba tranquila con sus actos tan impropios de una dama.

Diluc corrió el trapo de su cara y alzó la vista al instante que escuchó el sonido de los zapatos de Natalie, perdiéndose por un momento en su sonrisa inocente y su cuerpo balanceante, mientras bajaba las escaleras lentamente, como si buscase provocarlo de alguna forma. Lo peor era que le estaba funcionando a la perfección.

Carraspeó su garganta, intentando disimular la sonrisa que escapaba de su rostro y el rosado de sus mejillas al recordar los momentos que compartieron la noche anterior. Aún podía sentir su cuerpo en sus manos, su peso entero sobre él, haciéndole sentir todo tipo de cosas que jamás había sentido en su vida. No podía olvidar cómo se sentían sus labios sobre los de él, ni podía evitar desear saborearlos nuevamente.

La garganta crujiente de Kaeya quitó al pelirrojo y a la morocha de su trance, buscando llamarles la atención antes de que sea demasiado obvio que algo sucedía entre ellos para su padre, quien parecía demasiado alegre al ver la mirada que su hijo proporcionaba a la joven. En algún futuro se lo sabrán agradecer.

― Buenos días, señorita Wineheart. ¡Diluc ha vuelto! ―Mencionó el moreno. La morocha se percató al instante que ella no debería haber sabido eso. Agradeció internamente a su amigo por darle pie perfecto a su actuación.

Good Business - Diluc RagnvindrDonde viven las historias. Descúbrelo ahora