Un chico con el corazón hecho trizas gracias a un pasado desastroso, conoce a lo que parece ser su salvación en lo que ante sus ojos era una biblioteca abandonada.
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~Historia totalmente mía cualquier similitud con alguna otr...
Mi rutina de acosador se rompió cuando me hablaste, pero has creado una nueva.
7:30am llegas puntual, ya hace unos cuantos minutos que te espero.
"Hola Felix". ¿Ya puedes decir mi nombre? Joder suena tan bien en tu boca.
"Hola". Saludo algo distraído, mi cerebro todavía está degustando mi nombre en tus labios.
Abres la puerta y entramos, te ayudo a encender las luces para luego sentarnos en tu escritorio.
"¿Qué libro tienes para mí?".
"Eres romántico". Dice y se levanta camina hacia el estante de libros reparados, toma uno y vuelve a sentarse. "El Fantasma De La Ópera ¿alguna vez lo has leído?".
Pregunta y yo niego, los únicos libros que he tocado en mi vida son los de la escuela.
"Es un clásico". Dice sonriendo. "Pertenecía a mi bisabuelo, en ese entonces valía más de mil wons, ahora no vale nada". Su semblante se entristece.
No hay que ser un genio para darse cuenta que la biblioteca en sus tiempos fue un completo lujo gracias al hotel de enfrente, pero una vez que este cerró el negocio de libros se fue abajo, dejando lo que es hoy una biblioteca que nadie recuerda en una calle olvidada. Changbin voltea el libro y comienza a leer la parte de atrás donde se describe la historia.
"El fantasma de la ópera de París ha escogido a Christine como su discípula y su amada. Claro, elevarla al rango de las divas más famosas tiene un precio, encerrarse con él en las tinieblas y vivir bajo su hechizo". Mi alarma interrumpe su lectura.
"Ya tienes que irte". Dice con un leve puchero.
Asiento y me levanto, de mi bolsillo saco una paleta y se la doy.
"Vengo a la tarde".
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Un poco de polvo cae sobre mi nariz y estornudo moviendo la escalera, Changbin se asusta y me toma de la cintura justo en el bolsillo de los caramelos, una vez que coloco el foco y éste enciende me bajo, Changbin ya había llamado a un electricista para cambiarlo pero todavía no llegaba, una vez guardamos la escalera nos sentamos en el escritorio.
"¿Qué traes ahí?". Su cara de curiosidad es la que más me gusta, adoro ver sus ojos redondos abiertos por completo y la forma en que ladea su cabeza inconscientemente.
Llevo mis manos al bolsillo y de éste saco un puñado de paletas de caramelo las cuales coloco en el escritorio.
"¿Por qué traes tantas?". Pregunta, yo agarro una y comienzo a girarla ¿debería contarle?. "Si no quie...".
"Antes fumaba". Digo antes de que no pueda hablar. "Fumaba mucho, empecé a los quince, le causé muchos problemas a mi familia y amigos". Mis ojos se humedecen al recordar todo. "Hace tres años que lo dejé y las paletas me ayudaron con la ansiedad de fumar, ya no las necesito pero todavía las llevo por costumbre...por miedo". Lo último lo digo en un susurro con la voz entre cortada.
"Es bueno que lo hayas dejado". Dice y cuando me doy cuenta ya lo estoy abrazando mientras las lágrimas corren sin control por mis mejillas, él acaricia mi espalda y mi cabello. "Todo está bien, Felix".
