Luna llena

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 Beatrix creyó que lo más terrible que le puede suceder a una madre, es sentir que sus hijos corren algún tipo de peligro. La sensación debe doler más aún, si sientes que tú eres la culpable.  Fue dada en adopción. Era uno de esos casos que engrosaban las listas de los orfanatos. Nunca tuvo curiosidad en saber quién cómo o por qué. Pero fue acumulando odio durante años. Esos padres nunca sabrían que, la casa donde creció, era el infierno y sus ocupantes, un matrimonio totalmente aceptado socialmente, demonios.

Nadie pensaría que el Senador era un puto sádico que abusó de ella desde que se hizo mujer, con el beneplácito (mirando hacia otro lado) de su esposa.

Beatrix lo intentó todo.

Incluso se escapó con su primer novio y disfrutó de sexo consentido y placentero la noche en que crearon a Génesis.

Unos días después, el muchacho, Galvin Rome, apareció muerto, colgado de un árbol. Todo el mundo creyó que era un suicidio. No se investigó y, lo máximo que hicieron, fue colgarle a Beatrix el Sambenito de ser una fresca.

 Debido al embarazo, tuvo que seguir en la casa de sus padres de adopción. Se habían acabado sus sueños de ir a la universidad, lo que le hubiera mantenido lejos para siempre. 

El parto, la depresión y la soledad, la mantuvieron como un títere de aquellos seres malignos a los que nunca pudo llamar padres. Trabajaba de camarera por horas, mientras Génesis estaba en el colegio. La recogía y volvían a casa hablando o cantando como si fueran personas normales. Hasta que se cerraba la puerta y solo se escuchaban silencios, cuando no reproches, o a Beatrix, intentando contener los gemidos de dolor que el monstruo provocaba. 

Génesis se encerraba en el dormitorio que compartían. Mantenía una silla tras la puerta y la ventana abierta, con instrucciones de huir si su mamá se lo pedía.

Así pasó Génesis los primeros diez años de su vida.

Hasta que, una noche, vio sus braguitas manchadas de sangre y su mamá reaccionó.

No permitiría que invadieran su inocencia.

Ya había recibido miradas a su cuerpecito en vías de desarrollo y caricias que no eran las más apropiadas disfrazadas de palabrería barata: «te quiero», «¿te gustaría demostrarme que tú también me quieres?».

Era luna llena cuando se adentraron en el bosque. Génesis temblaba de miedo y su mamá derramaba lágrimas silenciosas. La niña se asustó mucho más cuando notó sus esfuerzos por parecer tranquila. No supo durante cuanto tiempo caminaron. Estaban muy cansadas.  Beatrix se había criado allí. Conocía aquel bosque perfectamente y le habló de una cueva en la que podrían pasar unas horas, hasta que amaneciera.

Cuando llegaron sonrieron.

Nunca esperaban que el lugar ya estuviera habitado. 

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Parece que los únicos monstruos son los de nuestra cabeza o los libros. Y, ojalá fuera así. Como acabáis de leer, Génesis y su madre conocieron a un monstruo que no tiene nada que ver con lo paranormal. Es más. Hay seres que son aceptados por su imagen intachable y... cuando se cierra la puerta de lo que llaman hogar... se proyecta una película de terror, una de verdad.

LA CANCIÓN: Monster me gusta porque creo que la parte de Rihanna coincide con mi visión de la ansiedad y los pasos que a veces tengo que dar para controlarla, hacerme su amiga porque es abrazar una parte de mí.

Eminem ... bueno. En su parte canta algo que yo siempre he pensado. Que nos preparan para el fracaso y no el mega éxito que él tuvo. Supongo que ha tenido que gestionar primero que no le conociera nadie y después no poder ni andar por la calle.

Ombretta no tiene rostro ni identidad conocida. Pero desea triunfar y vender muchos libros. Eso querrá decir, que sus lectores disfrutan tanto como ella creando historias.

Os quiero lobitos y lobitas de Ombretta. Hasta el próximo día de la luna.

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