006 | Hermana sobreprotectora

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La Ciudad C siempre tuvo un clima particularmente húmedo. Cada madrugada una ligera llovizna acariciaba las ventanas para despertar a los ciudadanos y sin duda el pesado aire acompañado del calor adecuado impediría dormir hasta tarde. Por supuesto, sus extensas playas y lagos bellísimos serían atracción turística por sí solos, pero no es conocida como la capital de la fuerza por su humedad.

La capital de la fuerza tiene sus méritos propios para serlo.

...

A la entrada de un dojo, un visitante golpeó la puerta cinco veces con sus nudillos. Lo hizo con la velocidad suficiente para que pareciera un código secreto, que en realidad nadie dentro del dojo lo entendió cuando oyeron.

Al cabo de unos segundos, un anciano con bata, un maestro de artes marciales, asomó la cabeza para ver. Las visitas no eran frecuentes en el edificio, así que debía ser importante. Se encontró con un hombre alto, cabello enrulado cubriendo su cara de maquillaje rojo, cuya pintura facial representaba la letra japonesa para Arte (術). Con la extravagante túnica dorada y plateada de diseño oriental que abrazaba sus hombros y sus ojos fieros y retadores, el anciano reconoció de quién se trataba.

Luchando con su propia lengua y con muchos nervios, abrió la boca el viejo: —Y-Y-Yo m-me he portado bien.

—Maestro Fukako, honor complace. No vine a destituirlo o tacharlo con etiqueta roja en nuestras ediciones impresas, sólo arribé para concretar un detallesito —aclaró con una ligera sonrisa.

El dichoso Fukako suspiró de alivio y lo invitó a pasar. El misterioso hombre de rostro rojizo levantó su mano derecha que escurría de su túnica.

—Aguarde al final de las presentaciones pertinentes antes de permitirme intrusar a su templo. Soy Haiboku Gao, de la Super Asociación Nacional de Artes Marciales. —Tensó la mirada y rechinó los dientes—. Me dijeron que está enseñando... Técnicas Negras a sus estudiantes.

Fukako abrió los ojos y tembló. Fingió una buena sonrisa e intentó deslizar la puerta de papel del dojo para cerrarla en la cara del hombre alto. Este interpuso su mano y en una secuencia de movimientos magistrales torció la muñeca del maestro y lo empujó varios metros. El anciano se deslizó sobre sus sandalias por el empujón hasta detenerse en medio del salón principal. Sus estudiantes esperaban en fila detrás de él y no imaginaron encontrarse con un desconocido mandando lejos a su mentor de una palmada.

—En vistas de su renunencia, Fukako, desvelaré la verdad desde sus enseñanzas, evaluando directamente. —Vio a los estudiantes—. De a uno, acérquense para un examen de capacidades.

Todos tragaron saliva, incluido el maestro del sitio.

Esa misma tarde, los cuarenta alumnos del maestro del estilo del puño flotante que deja la lluvia fueron incapacitados por las lesiones sufridas al enfrentar a Haiboku de la Super Asociación. Al salir del dojo y ser despedido por Fukako, miró su mano, donde tenía escrito en rojo los nombres que debía atender: —El que sigue... Saitama, hm, honor complace, supongo.

Tenía que partir a Ciudad Z.

× × ×

Saitama hacía las compras de la tarde en el almacén cercano al apartamento. Genos estaba ocupado entrenando para el torneo, así que no podría acompañarlo. Cuando el cyborg le dijo esa mañana que se ausentaría para aprontarse, no supo exactamente a qué se refería. Claro, sabía cómo luchaba él, pero no tenía idea de sus métodos de entrenamiento. Aquella vez que le dejó una lista de ejercicio sólo logró que agotara su energía. Una máquina no progresa gastando sus recursos.

«Tendré que ver a ese doctor que lo reparó», pensó viendo las ofertas de carne.

Se encargaría de eso luego. Esta vez quería ir a su casa, jugar algún videojuego y comer lo que sea que cocinase Genos. Para ese momento, el calvo abrió sus ojos desconcertado. Si Genos entrenaba, no prepararía la cena.

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⏰ Última actualización: Sep 13, 2022 ⏰

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