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❝━𝘈𝘭𝘭 𝘪𝘵 𝘪 𝘸𝘢𝘯𝘵, 𝘪𝘵'𝘴 𝘸𝘢𝘬𝘦 𝘶𝘱 𝘧𝘪𝘯𝘦.❞

Hard times-PARAMORE

 
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    Hoy me levanté con todas las ganas...

    Pero de suicidarme.

     Había arreglado todo de manera meticulosa unas veinte veces, por lo que puede que ya haya desgastado mi vista al verme por quita vez consecutiva en el espejo, en busca de algún defecto. Suspiré con pesadez y acomodé mi corbata, la cual había aprendido hacer luego dos tutoriales de YouTube, una crisis existencial y un vídeo se Pautips.

    El último fue solo pa' aliviar la crisis.

    Desconecté mi celular que se encontraba en la mesita de noche, y entré al chat de Hicchan, la cual estaba arreglándose igualmente para ir a la U.A, lo cual fue una gran sorpresa, ya que tenía entendido que la pelirrosa aplicaría a la Shiketsu, no a la U.A.

    Respondí su mensaje con un "Ya estoy lista, deja de joder" y guardé el celular en la mochila. Volviendo la burra al trigo, me acerqué nuevamente al espejo para retocar un poco el muy leve maquillaje que llevaba, y apretar un poco más mi cola de Caballo.

    Fruncí mi nariz con disgusto. Nunca fui una persona a la que le gustará tener el cabello demasiado largo, como ahora, que lo tenía por la mitad de los muslos. Pero, es una costumbre en la familia Aizawa, y no voy a negar que me luce tener el cabello largo, sobre todo por su color bermellón altamente llamativo.

    Aunque papá Shôta no era una persona preferiblemente radical con ello, de hecho le chupa un huevo, pero, al él le gusta mi cabello largo, y yo adoro darle el gusto; hasta desarrolló una extraña adicción de peinarlo a veces.

    Después de estar 100% segura de mi apariencia y 0% segura de mi belleza, salí de la habitación con una mochila color vino y bajé las escaleras de mi casa con rapidez.

—Buenos días, familia. Espero que hayamos amanecido con más ganas de vivir que ayer. Y con "Hayamos" quiero decir "ustedes" porque de mi parte morir es ganancia. —vociferé con voz alegre, sonriendo ante mi propia broma.

—¡Shôta, tu hija ya empezó con sus chistes suicidas!. —gritó mi padre rubio desde el comedor, mientras le echaba mantequilla a sus tostadas.

—¡Ateneaa, ya deja de decir que te quieres morir!. —bufé y luego mi cara se hizo un puchero.

—A veces no sé si es chiste, o si tenemos que llevarte a narcóticos anónimos. —mencionó bajito mi rubio, jalando la silla junto a él, sacándome una sonrisa.

—¿Y por qué narcóticos anónimos?. —pregunté luego de tomar asiento, viendo en mi plato original de atún y takoyakis.

—Porque no es normal tu adicción al oler el suavizante en la ropa. —dijo con burla, acariciando mi cabello.

—Es qué huele a fresas, y amo las fresas. —me excusé, dándole una mordida a mi Origini.

—Si, si, eso dicen los adictos. —solté una carcajada, con cuidado de no ahogarme con mi comida. Me sirvió jugo de naranja y dejó un beso en mi frente.

    Comenzamos a reírnos por pendejadas hasta que una oruga de 1.80 cm entró al comedor, con una cara de "Cero ganas de seguirle a la vida", y con terribles ojeras.

    Me sentí algo culpable al verlo, ya que tendía a dormir poco por mis ataques de pánico en la madrugada, y cuando éstos terminaron por mis medicamentos, empezó a despertarse a media noche, incapaz de volver a dormir.

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⏰ Última actualización: Sep 28, 2022 ⏰

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