C1. "Quieres contarme?"

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Omnisciente.

Ella jadeó. Iba a estar muerta cuando llegara.

Terminando de subir los últimos peldaños de aquellas infernales escaleras, sonrió emocionada y dió saltitos al ver al chico de 1.75 llegar tras ella con algunas bolsas de comida.

—Te gané! Volví a ganarte!.— dijo aquella voz.

—Te dejé ganar...— respondió el chico mirandola mientras alzaba sus gruesas cejas. 

—Ohhhhh! Claro que no!... yo siempre, siempre, SIEMPRE gano, papi!.—recalcó, entonces nicholas río por lo bajo negando.

Se dedicó a encajar la llave en aquel cerrojo y cuando abrió, dejó que la pequeña pasara. Aquella rápido se despojó de su abrigo y zapatitos para ir corriendo hacia a la habitación de su papá justamente para ver TV.

Nicholas suspiró recogiendo las pertenencias.

—Sia!.— llamó a la niña por su sobre nombre. —Sabes que no puedes ser tan desordenada! Para algo tienes un closet!.— alzó un poco la voz para que la niña escuchara.

—Mi closet está muy lejos, papi! Aparte ya va a empezar bob esponja! No puedo perderme el capitulo!.— respondió de vuelta.

Nicholas negó rodando los ojos y dejó las cosas de su hija en la percha de la entrada, a un lado sus zapatitos escolares.

Al entrar a la cocina, puso con cuidado las bolsas de comida en la isla de esta. Quitándose el suéter y recogiendo las mangas de su camisa, intentó no mirar hacia a sus muñecas, las cuales mostraban cicatrices de aquellos incidentes pasados que ahora mismo no quería recordar.

—Cebolla... tomate.. calabaza... bien, podré hacer sopa de verduras para este fin de semana.— susurró sacando las cosas de la bolsa de papel para empezar a desinfectarlas.

Hacía más de 7 años que había pasado todo lo de Aidan y su familia.

7 años en los que se mantuvo con cuidado, con mucho cuidado.

Nicholas sufría de ansiedad y depresión avanzada.

Era por eso aquellas pastillas guardadas tras el espejo del baño. 

Pastillas... sus únicas grandes amigas.

A tan solo 1 mes de tener a alessia en su cuidado, el empezó a notar cambiar raros en su persona, era un hecho que adoraba a su hija, pero su tristeza jamás se iba.

Parecía que nadie podía sacarle una sonrisa a aquel chico de tan solo 24 años de edad.

Nadie más que Sía.

Su bebé. Aquella pequeña niña de 7 años quien le alegraba sus días, la pequeña era muy ocurrente, de eso no había duda por lo que siempre tenía algo que ofrecer para el.

Si no era la comida, era por el colegio... 

Quisiera admitirlo o no, su hija era un torbellino, un verdadero torbellino andante. El prefería llevar la situación con un: Es muy pequeña aún, se compondrá cuando crezca. 

Aunque claro, la niña seguía creciendo y a como iban las cosas, el ya estaba dudando de sus palabras. 

-Papi... puedo comer en tu habitación?.- dijo sia al llegar, juntando sus pequeñas manos para rogar sin embargo el hombre negó. 

-Hay un lugar para comer, sia... en este caso, es el comedor. Aparte...- tomó el plato de sia para servir la comida en este mientras hablaba. -... dejarás migas, recuerdas cuando te di permiso?...- ella se hizo la pensante. -... si, bueno... aunque te hagas la loca, las hormigas no tardaron en llegar. Tuviste que ayudar a ponerme demasiada pomada en la espalda por la picazón...- mencionó. 

𝓕𝓻𝓮𝓮𝓵𝔂 𝓤𝓷𝓲𝓽𝓮𝓭 [𝓖𝓮𝓶𝓮𝓵𝓸𝓼 𝓖𝓪𝓵𝓵𝓪𝓰𝓱𝓮𝓻] 2𝓣Donde viven las historias. Descúbrelo ahora