Silencio

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El príncipe estaba dolido,
se sentía tan traicionado,
escapó en el primer carro,
mancha de vino y cigarro.

Prometió ser la última vez,
aunque pronto se resignó,
estaba dispuesto a ser sol,
ser como agua sin alcohol.

Exilió el rojo de su camisa,
al igual que de su corazón,
anheló ver la luz con prisa,
y se enfrentó a ese dragón.

Porque quizá no era amor,
solo capricho de posesión,
y tuvo que asumir el dolor,
decir un adiós a su pasión.

Estuvo en segundo plano,
siempre y todo el tiempo,
se sentía muy imperfecto,
y su chico no fue honesto.

Su alteza perdió la razón,
le gritó «esto no es justo»,
creía que era solo ficción,
pero colgó, y jamás llamó.

Le suplicó por su atención,
podía gritar, llorar, golpear,
pues eso lastimaba menos,
aún menos que un silencio.

Pintor de siluetasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora