Burbuja

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País del Fuego. Año 22 desde el Final de los Estados Combatientes. Verano.

Un niño pequeño y escuálido se encontraba de pie bajo una gran arboleda. Una sombra itinerante engullía su diminuto cuerpo por momentos. Sus pies yacían descalzos y algo sucios debido al barro de la zona. Portaba un holgado pantalón negro tradicional y estaba desnudo de la cintura para arriba. Sobre un roble cerca suyo se hallaban el resto de sus pertenencias. Pertenencias que consistían principalmente en: La parte superior de un kimono negro y también una larga cinta morada para atarlo.

Naturalmente, ese niño era yo.

+1RES

Un recuadro verde con letras blancas ocupó repentinamente gran parte de mi espectro visual.

- ¡Uj! -. Inhalé.

No le presté mucha atención de momento. Tenía algo más prioritario entre manos.

- ¡Aj! -. Exhalé acto seguido.

Mi pequeño cuerpo subía y bajaba a un ritmo irregular pero inequívocamente rápido. Actualmente me encontraba haciendo algunas flexiones de pecho.

- ¡Uj! ¡Aj! -. Inhalé y exhalé repetitivamente.

10 flexiones después y ya había concluido con mi más reciente itinerario. Un itinerario que había estado cumpliendo religiosamente durante las últimas cinco o seis horas. Un itinerario que había estado realizando progresivamente durante los últimos dos meses y medio, sin falta.

+1FZA

Otro recuadro verde con letras blancas ocupó mi espacio visual. Esta vez su contenido era parcialmente diferente, ya no ponía "+1RES" sino "+1FZA".

Tras un pequeño resoplido volví a ignorar su presencia.

- Uf. Uf -. Jadeé con la lengua afuera del cansancio.

Mi respiración era pesada y me dolía terriblemente todo el cuerpo. Mi voz era tan chillona e infantil como correspondería a un niño de 3 años.

- Uf. Excelente. Aj -. Murmuré poniéndome en pie sobre mis diminutos 3'5" pies de altura.

El sudor empapaba mis facciones. Unas facciones por las que caía y luego se pegaba a mi piel un denso cabello negro azabache. Un cabello que serpenteaba hasta acabar abruptamente en mis hombros.

La refrescante brisa otoñal acarició mi rostro. Un pequeño rostro infantil definido por una frente grande, orejas pequeñas, finas cejas negras y dos afilados ojos color verde oscuro. Le seguía una pequeña nariz aguileña, finos labios negros, mandíbula ancha y finalmente un pequeño mentón redondeado. Todo ello antecedido por una piel tan pálida como la nieve misma.

Para entonces, mi respiración ya se había calmado una vez más. Aunque mis cachetes continuaban estando algo rojos debido a la intensidad del ejercicio que acababa de realizar.

Luego tomé el resto de mi ropa del árbol y me vestí muy lentamente.

Mi mirada empezó a vagar por los alrededores disfrutando del apacible lugar. Un lugar muy húmedo lleno de hermosa yerba verde, pequeños arbustos con bayas y varios árboles coníferos.

- Este mundo es hermoso. Sí. Realmente hermoso -. Murmuré levantando la vista y posteriormente tomando una gran bocanada de aire fresco.

Olía a tierra mojada y césped fino. Era un olor muy relajante.

Hoy el sol brillaba en los cielos con gran intensidad. La intensidad de una hermosa tarde en el País del Fuego. La tarde de un jueves. Un jueves en las afueras de la aldea comúnmente conocida como: Midori no Hi. Mi nuevo mundo y hogar. Al menos así sería por los próximos dos meses. Una vez concluido ese período, el contrato de mi Madre con la aldea finalizaría. Después de ello nuestro objetivo era instalarnos en la capital. Allí mi madre empezaría su nuevo trabajo y yo, bueno. Yo continuaría con mi entrenamiento por un tiempo. Al menos, hasta que cumpliera cinco años. A esa edad Midori planeaba matricularme en algún colegio o templo del lugar.

Nuruto: Anata no Nodo no Naka no Kuni! (Pausado).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora