Tiempo y lugar desconocidos.
Pasó algún tiempo, no sabría decir cuanto con total exactitud, podrían haber sido días, semanas, o tal vez incluso meses. Tiempo en el que mi mente entraba y salía constantemente de la inconsciencia.
Francamente, durante esos pocos momentos de lucidez en los que fui moderadamente consciente sobre mi mismo me encontré experimentando un estado bastante extraño. Un estado en el que no podía pensar con claridad. No podía hacer nada voluntariamente. Lo describiría: Como si alguna clase de neblina mental empañara mis acciones. Era como tener las respuestas en el extremo de la lengua y no poder expresar una solución coherentemente. Si tuviera que dar una descripción más detallada sobre mi situación, diría: Fue como esa vez. Como esa vez en la que estuve encamado. Fue como ese día después de la explosión. Las cosas sucedían a mi alrededor y no me daba cuenta de casi nada. Todas las personas y cosas se desdibujan frente a mí y no podía reaccionar más allá del mínimo. Mis fuerzas me estaban abandonando de a poco. Mi mente divagaba igual que en un sueño ilusorio. El tiempo se desfazaba continuamente. No sabía cuándo, cómo ni dónde me hallaba con exactitud. No tenía juicio propio.
Así fue mi primera experiencia como desvalido y de esa misma manera era la situación actual. Era un caos absoluto entre cuerpo y alma.
Entonces, de a poco, fui volviendo en mí muy lentamente.
Naturalmente en mis primeros días lúcido llegué a la conclusión más lógica y esperada: Me había reencarnado. No tenía que ser un genio para deducir algo tan obvio. Sí, los hindúes tenían razón. Solo bastaba con entender mi entorno y, por supuesto, también estaba eso.
¡Error! ¡Error! ¡Error!
¡Error! ¡Error! ¡Error!
¡Error! ¡Error! ¡Error!Docenas de ventanas rojas con letras blancas. Pantallas que destellaban repitiendo constantemente la palabra, "¡Error!", frente a mis narices. Unas pantallas que no me dejaban ver absolutamente nada fuera de mi espectro visual más cercano. Era algo realmente molesto. Algo de lo cual no podía deshacerme por más que lo intentara. Algo que curiosamente solo yo era capaz de ver. Algo que sospechaba se hallaba estrechamente relacionado con la rueda del vivir y el morir humanos. Nada más tenía sentido.
Luego también estaba la voz.
- ¡Ra ra ra ri ra ra ri ra! -. Una voz femenina que tarareaba alegremente ahora mismo no muy lejos de mí.
Era la voz de una mujer. Una mujer joven y probablemente también mi nueva madre. Madre de la cual todavía no había podido escuchar el nombre. Aunque sí que la recordaba llevándome en sus brazos durante algunos destellos. Destellos de recuerdos y mayormente sensaciones. Sensaciones de calor y seguridad. Una seguridad instintiva que no creía poder poseer en mí. No, siendo honestos. La recordaba haciéndome beber de su pecho cada pocas horas. Lo recordaba especialmente durante estos últimos días en los que ya era más consciente de mi mismo. A veces volvía en mi y me encontraba gritando desesperadamente. Gritando por comida. Gritando por su pecho. Gritando por otras necesidades. Esos recuerdos en específico me causaban gran contradicción incluso actualmente y tras varios días de haber recuperado dicha lucidez.
Luego estaba esa novedosa pero a la vez también frecuente sensación en mis posaderas. Una sensación a la que me había tenido que acostumbrar recientemente de muy mala gana. Sí, me había hecho encima otra vez. Incluso como inválido durante mi vida anterior nunca me había hecho encima sin saberlo, pero por supuesto, ahora que era nuevamente un bebé eso se había convertido en una cosa bastante común. Algo extremadamente estresante, sin duda. Afortunada o desafortunadamente para mi salud mental, no sabría cuál entre ambas escoger, fue gracias a esa circunstancia degradante en particular que había hecho un importante descubrimiento hace varios días. Un descubrimiento que podía fácilmente haber pasado por alto debido a mi constante inestabilidad mental como bebé: Podía sentir todo mi cuerpo y naturalmente eso también incluía ambas piernas. Mis piernas. Podía sentir mis piernas otra vez.
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Nuruto: Anata no Nodo no Naka no Kuni! (Pausado).
FanficUn anciano de 95 años muere y se reencarna en las Cinco Grandes Naciones Shinobi. Sigue sus aventuras mientras intenta convertirse en el hombre más poderoso de este nuevo mundo.