Estallido

17 3 0
                                    

País del Fuego. Año 22 desde el Final de los Estados Combatientes. Verano.

Seis horas. Seis horas fuera y todo lo que conocía de este mundo había desaparecido por completo. Todo en lo que creía firmemente había dado un giro de 180°. Este mundo no era tan diferente del mío. Como ya sabía, cada cosa podía desaparecer y luego ser rehecha durante un único instante. Todo en base a la voluntad podrida del hombre.

- Esto es todo lo que queda -. Susurré entre varios jadeos descompuestos. Mi carrera desesperada me había pasado factura.

Una frialdad inusual recorría mi alma.

Ruinas, fuego, muerte y destrucción. En eso se resumía todo lo que tenía ante mis ojos. La anterior aldea pacífica y hermosa llamada Midori no Hi. Esa aldea que una vez llamé hogar, hoy año 3 desde mi nacimiento en este mundo, había desaparecido por completo.

No se veía ningún rastro de los responsables.

Me adentré en la aldea. Caminé ignorando la voz en mi cabeza que acusaba mis acciones como absolutas insensateces. Omití esa voz que decía: "Vete. Ya no hay nada que puedas hacer aquí. Crece. Hazte fuerte. Busca a los responsables, destrúyelos y luego cosecha sus almas. Si entras ahí podrías encontrarte con algún factor inesperado. Podrías morir estúpidamente sin siquiera ser capaz de obtener tú venganza. Vete mientras aún puedas hacerlo". Ignoré dicha voz en pos de satisfacer ese extraño sentimiento. Ese estúpido sentimiento llamado esperanza. La esperanza de que alguien hubiera sobrevivido a esta catástrofe. La esperanza de que ese alguien fuera mi madre.

Continué mi camino.

El olor a carne quemada era una cosa común a cada paso que daba. Una circunstancia que no paraba de recordarme a la guerra. Lo peor de la guerra. Pero esto no era la guerra. Aquí no había ningún objetivo patriótico detrás. Aquí no había ninguna justificación moderadamente válida de por medio. No. Esto estaba simplemente mal. Esto era un sinsentido literal. Un crimen horrendo. Un crimen que me recordaba constantemente cual era la verdadera naturaleza del ser humano. De lo que la gente podía hacer cuando tenía mucho tiempo para pensar. De lo que las personas podían hacer cuando tomaban esos pensamientos, los organizaban y luego actuaban en consecuencia. De lo que el hombre podía hacer cuando dejaba a un lado la racionalidad y desataba su lado más animal.

La paz convertía al hombre en un tipo de monstruo diferente, lo sabía. Un monstruo oportunista. Esa consecuencia era lo que tenía hoy ante mí.

- Siempre desencadenamos caos en cada cosa que hacemos. Cough, Cough -. Susurré un hecho que estimaba innegable.

Luego avancé a través de la aldea como un fantasma por el otro mundo. Mis ojos vagaron por los alrededores inexpresivamente.

Tosía constantemente debido al humo que impregnaba las inmediaciones.

En mi camino reconocí algunas caras entre el mar de muertos. Caras muy frecuentes en mi vida cotidiana. Caras como la del doctor Amano, frente al templo. El buen hombre había sido cortado por la cintura. Sus ojos estaban conmocionados, probablemente había dado una última plegaria a Buda antes de su muerte.

La panadera, frente a su pequeño negocio familiar. Ella había muerto apuñalada en el pecho, su ropa yacía desgarrada. Sus ojos ya no eran tan vivaces como recordaba.

- Violada -. Susurró una pequeña voz en lo más profundo de mi mente.

Seguí adelante a pesar de lo pesados que se habían vuelto mis pasos.

Entonces los vi. Los ancianos. Aquellos buenos hombres que me habían contado tantas historias fantasiosas sobre este tipo de escenarios, se hallaban frente al bar. Ellos también habían sufrido un destino más allá de lo sencillamente cruel. Todos yacían desparramados por los suelos, mutilados y rotos, sin siquiera haber tenido la oportunidad de defenderse adecuadamente. Las destrezas marciales que tanto presumían no les habían servido de nada aparentemente.

Nuruto: Anata no Nodo no Naka no Kuni! (Pausado).Donde viven las historias. Descúbrelo ahora