Prólogo

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ー¿Florencia, ¿acaso estás escuchando lo que dijo la directora?ー Pregunta mi madre al percatarse que mi vista estaba fija en la pintura de el nacimiento de venus. Para mi, el arte es mi mundo, no hay nada mejor que una buena pintura.

ーClaro mamá, ¿por qué clase de persona me tomas?ー Miento para poder seguir admirando la belleza artística y el talento de Sandro Botticelli . Para mi buena suerte aparta su vista de mi, aunque es demasiado perceptible mi sarcasmo para que se hubiera tragado esa mentira.

ー¿Entones estás consciente porque vas a ser expulsada?ー Pregunta la directora mientras ordena el papeleo que sabe Dios que dirá.

ーYa les dije que no fui yo. Sally me indujo a hacerloー Intenté excusarme con eso, pero fue en vano.

ー¿Segura que quieres volver a tocar ese tema, Florencia?ー Me advierte mi padre desde la silla que se encuentra a mi lado.

Suelto un corto suspiro y acomodo un mechón de pelo que sobresale de mi oreja.

ー¡Un intento de homicidio no puede excusarse simplemente diciendo que ese duendecillo te dice que hacer!ー Exclama mi padre exaltado—Todo esto se pudo haber evitado si hubieras tomado tus medicinas.

ーNo es tan simpleー Es lo único que logro decir. Si pronunciaba otra palabra mis ojos hubieran derramado unas cuantas lagrimas de impotencia.

El rostro de la directora se tensó, un documento fue acomodado del lado de mis padres, era el documento que aceptaba mi expulsión. Mi madre es la primera en firmar. No puedo evitar sentirme algo culpable por tener que ser un gran peso para mis padres, los había decepcionado. Mi padre acercó el papel cerca de el y tomo la pluma que la directora les había prestado. Tenía prensado el nombre y el logo de esta institución educativa.

Al salir de esa sofisticada oficina todas las estudiantes fijaron sus vistas en mi. Por una razón sentía felicidad de que me cambiaran a otro instituto, pues este solo se permitían mujeres, no conozco a ningún hombre, ni siquiera se como comportarme enfrente de uno, los únicos con los que he convivido son con los empleados de las tiendas departamentales con las que voy con mi madre. La felicidad no era el único sentimiento que me envolvía, también sentí pena, tantas personas observándome con miedo y desprecio con cada paso que doy, muchos susurro me acorralan

≪Mátalas, esta vez no fallaremos≫. Pude escuchar claramente, pero al parecer, nadie puede escucharla, nadie puede escuchar a Sally. Jalo de la manga del saco de mi padre, cuando el dirigió su mirada hacía mis ojos marrones hice la mueca que suelo hacer cuando escucho esa estúpida voz. El lo notó y aceleró el paso hacía el auto, que no se encontraba muy lejos.

Ya adentro tomo las pastillas que se encontraban en la guantera del copiloto. Pero al tomarlas se desplomaron por el asiento. Mi jaqueca aumenta con el tiempo y la voz me hace ver cosas que no son reales, pero para mis ojos todo parece bastante real. Recojo un puño que quedaron atorados en el asiento y las introduzco en mi boca, mi padre me pasa un bote con agua y yo doy un sorbo para pasar las pastillas sin ningún problema.

Las imágenes de arboles derritiéndose y la de mi madre parada en un coral sin ropa con ángeles a los lados desaparece junto con mi jaqueca. Lo que me alivia y aleja mi atención de los susurros y las miradas.

De camino a casa todos permanecemos en silencio, incluso mi hermana pequeña que suele ser bastante ruidosa permaneció callada. Mi madre fue la primera en romper el silencio

-¿Cuánto tiempo pensabas mentir en la oficina?- Pregunta mi madre desmintiendome, aunque, desde un principio supuse que lo sabía

ーNo pude evitarlo, ese cuadro era mejor que toda la basura que decía la directoraー Respondo con sinceridad.

Mi hermana pequeña suelta una risita inmadura ante lo que dije.

—Florencia— Me llama la atención mi padre desde el asiento del conductor.

—¿Que, acaso dije algo malo?— respondo.

—tu sabes que faltarle el respeto a los mayores no es bueno, no te hemos educado tanto para que hagas tal falta de respeto— Empezó a decirme todo un sermón.

Para mi buena suerte el auto se detiene, estaba preparándome mentalmente para ponerme mi pijama de snoopy, conectar mis audífonos a mi laptop y ver una película.

Me sorprendo al ver un largo sendero plagado de árboles, un suelo de concreto con un campo de soccer de el lado derecho, que estaba más elevado que el suelo en el que yo me encontraba. Confundida de no estar en mi casa, corro por el sendero. Al llegar al final me encuentro con un largo cartel con varias letras verdes.

—¿Que se supone que es esto?— Pregunto algo confundida.

-¿No es lógico?, es tu nuevo instituto— Responde ーDe ahora en adelante vas a estudiar aquí, y por el amor de Dios, intenta no ser expulsada.

—Lo prometo—digo. Enserio no quiero decepcionarlos otra vez. Mi padre nota mi rostro preocupado.

—Tu madre y yo vamos a ir a la dirección a inscribirte, Porque no recorres el campus un momento antes de que te soliciten para hacer el examen de inscripción.

Asiento con la cabeza.

Primero observe todos los árboles e imagino como se verían pintados. No muevo ningún musculo, solo admiro el paisaje mientras mi cerebro imaginaba todo.

Unos gritos desde el campo de soccer llama mi atención. La verdad, es un poco molesto y me desconcentra. Me acerco un poco para ver quienes se encontraban ahí. Al instante mi vista se clava en un ángel. ≪Eso no puede ser posible≫, repito en mi mente y sacudo mi cabeza, pero sigue ahí. Se supone que las pastillas todavía siguen en mi sistema. ¿Entonces porque estoy viendo a ese ángel?. Muchas preguntas surgen de mi mente a la vez.

Al poco tiempo me doy cuenta que no era mi imaginación, pero tampoco era un ángel. Era un chico, estaba jugando soccer, sus movimientos eran firmes pero lentos y su cabello era dorado como el oro.

Uno de los chicos que se encontraban en el campo levantó su mano sin que nadie lo viera y señaló la portería. Se estaban comunicando con señas. El chico rubio asintió y pateó el balón hasta donde había señalado el otro chico. Este corrió con fuerza y se lanzó al balón golpeándolo con la cabeza

Los brazos tostados por el sol del chico se juntaron con la piel blanca de el chico rubio

ーBuen pase Alejandoー exclamó el chico de piel tostada

≪Con que se llama Alejandro≫, pensé. Me quede helada al darme cuenta que Alejandro volteo donde yo estaba. Mis ojos se agrandaron pero mi mirada no cambió de dirección.

Una gota de sudor aterrizó en el ojo del otro chico, no pude evitar reírme ante su reacción. Ambos discutieron pero pareció más que estaban vacilando ya que los dos rieron después.

ー¡Florencia!ー Gritó mi padre desde la puerta de la oficina de mi nuevo director ー¡Puedes venir!

ー¡Si, espera!ー Le respondo y recojo mi bolsa que se encontraba en el suelo y aproximandome a donde se encontraba.


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