tres.

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Creciste en un pueblo alejado de los no-hechiceros. Nunca habías tenido quejas sobre tu infancia, había sido normal, mediocre incluso, aburrida, hasta que hablaste con Utahime. Tus ojos se llenaron de lágrimas al escuchar cómo sus padres solían cantarle canciones de cuna hasta los diez años, o cómo la acompañaron hasta la entrada de la escuela en su primer día. ¿Por qué tu infancia estaba llena de gritos y ley del hielo? ¿Qué habías hecho mal además de sacrificarte por tu madre? 

"_______-chan, ¿por qué lloras?" 

¿Por qué lloro?, pensaste. Tu padre te había dado un techo por 17 años, comida, educación, ¿dónde estaba lo demás? Las muestras de afecto, las palabras de aliento, los actos de servicio. Lloraste desconsolada mientras Utahime te abrazaba, acariciando con ternura tu espalda. No entendía por qué llorabas, pero no tenía que entender para apoyarte. No era necesario. 

(...)

El silencio de tu habitación era acogedor, cómodo. Era la primera vez que disfrutabas de la privacidad de un cuarto para tí sola, ya no tenías que compartir un reducido espacio con más de 7 niños de la comunidad. Te dejaste caer sobre la cama, sonreíste al rebotar repetidamente. Pequeños placeres de la vida, pensaste, recordando tu conversación con Yaga. 

"¿Para qué es esto?" dijiste observando el cuaderno negro que Yaga colocó en tus manos. Lo abriste, estaba completamente vacío. Aún así, inspeccionaste cada hoja. 

"Para escribir todo lo que pase por tu mente" dijo él, apuntando a la hoja con su dedo índice. Te pasó una pluma, la agarraste con una sonrisa, pensando en qué escribir. 

Yaga-sensei sonrió al notar que eras zurda. 

"La primeras páginas del cuaderno son las más importantes," dijo él, sentándose frente a tí. Su mirada fija en el cuaderno abierto en el escritorio. 

"¿Qué debería poner?" preguntaste sonriendo, empuñando ansiosa la pluma. 

"Escribe...Pequeños placeres de la vida, hasta arriba." dijo él, sonriendo con ternura, "y cada día escribe mínimo tres." 

"¿Placeres de la vida?" reíste

"Pequeños placeres de la vida" alzó el dedo índice, enfatizando esa palabra. "El chiste es que sean cosas sencillas, nada ostentoso, ni muy ridículo. Cosas simples." 

"¿Cómo qué?" preguntaste, sólo para saber qué consideraba pequeños placeres de la vida el gran director. 

"Hoy pude dormir una hora más de lo usual." Dijo él al instante, sonriendo. "Mi café sabía delicioso, milagro en esta escuela. ¿Ves? Cosas así" dijo, alzando los hombros. "Esa es tu tarea de hoy, ahora acompáñame." 

"¿A dónde vamos?" dijiste abrazando tu cuaderno contra tu pecho, tomando tu bolso y caminando detrás de Yaga.

"A tu primera clase." 

No dijiste nada, pero Yaga pudo escuchar la enorme sonrisa formándose en tu rostro y los pequeños brincos que diste ante la gran noticia. El último par de semanas, habías tomado clases privadas con Yaga ya que debías alcanzar el nivel de tus compañeros antes de poder compartir misiones con ellos. Había sido pesado, sí, entrenar sola con un hechicero de alto rango era exhaustivo, pero gracias a aquellas horas de esfuerzo, te sentías preparada. 

Entrenar con Yaga no era para nada similar que entrenar con tu padre. No, con Yaga no temías por tu vida al cometer un simple error, no eras denigrada con gritos e insultos al fallar un movimientos. Yaga te brindaba consejos, elogios si lo hacías bien. Gracias a él, pensar en los entrenamientos era más emocionante que nada. 

endless love (gojo satoru x lectora)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora