LIONS AND WOLVES | Robb Stark

27 | LOS LANNISTER ENVÍAN SUS SALUDOS

Joffrey Baratheon no pudo ocultar su sonrisa después de recibir el mensaje de Walder Frey con respecto a la reciente desaparición de Robb Stark. Su madre, Cersei, se sentó a su lado con una expresión sombría en su rostro. La noticia llegó con mucha alegría, pero Cersei podía sentir un sabor amargo en su lengua mientras leía el mensaje codificado de Walder Frey. Él habló de las pieles de lobo y la cabeza de un ciervo, lo que solo podía significar una cosa: su hija estaba muerta.

A Joffrey no pareció importarle; después de todo, no amaba a su hermana, quien huyó de su gobierno y se acostó con sus enemigos, pero Cersei podía sentirlo. En el fondo de su corazón lamentó la muerte de su primera hija; la que vino después de que perdiera a su primer hijo y la que le hizo cambiar de opinión sobre la maternidad. Joanna recibió el nombre de su propia madre, y Cersei había adorado a la niña en sus primeros días y solo quería que creciera amada.

Ahora, sin embargo, Cersei estaba llena de un arrepentimiento que causó dolor a todo su pecho. A pesar de todas sus malas voluntades hacia Joanna, Cersei nunca la quiso muerta.

Ahora nunca tendría la oportunidad de volver a ver la cara de su hija, y por mucho que solía detestar los rasgos de la niña por su sorprendente semejanza con su padre, era la sangre de Cersei. Si hubiera sabido de este ataque de antemano, habría insistido en que su hija permaneciera viva.

Cuando Tyrion Lannister entró en la pequeña sala del consejo, Joffrey no pudo contener su emoción. Su mayor enemigo estaba muerto, su hermana estaba muerta, y todo lo que podía hacer era actuar como un niño cuando le daban el juguete que más quería.

—¿Mataste unos cuantos cachorritos hoy? —preguntó Tyrion, tomando asiento en la mesa.

—Muéstrale —dijo Joffrey, caminando a lo largo de la mesa—. Vamos, muéstrale.

El maestre Pycell agarró un pergamino y se lo dio a Tyrion. Antes de que pudiera tomarlo, Pycell lo dejó caer al suelo con un suspiro exagerado—. Disculpe, mi Señor. Dedos viejos.

Tyrion recogió el papel y lo leyó en voz alta—. Roslin atrapó una buena trucha gorda. Sus hermanos le regalaron un par de pieles de lobos, una cabeza de ciervo y un bebé león por su boda. Firmado, Walder Frey. ¿Es mala poesía o se supone que significa algo?

—Robb Stark está muerto —exclamó Joffrey—. Y la perra de su madre y mi hermana traicionera —ante esto, la cara de Tyrion cayó—. Respóndele a Lord Frey. Agradécele por su servicio y ordénale que envíe la cabeza de Robb Stark, y de paso la de Joanna. Se la voy a servir a Sansa en el banquete de mi boda, y colocaré la cabeza de mi hermana en la estaca más alta de la pared, al lado del traidor, Ned Stark.

—Su Alteza —intervino Varys—, Lady Sansa es su tía por matrimonio.

—Una broma —dijo Cersei—. Joffrey no lo decía en serio.

—Claro que sí —respondió Joffrey—. Se la serviré a Sansa en mi banquete de bodas.

—No —dijo Tyrion, haciendo todo lo posible para mantener su ira contenida—. Ella ya no es tuya para atormentarla.

—Todos son míos para atormentarlos —respondió Joffrey—. Harías bien en recordar eso, pequeño monstruo.

—Soy un monstruo —dijo Tyrion desanimado—. Entonces tal vez deberías hablarme con más suavidad. Los monstruos son peligrosos, y ahora mismo los reyes están muriendo como moscas.

Joffrey parecía aturdido—. Podría hacerte sacar la lengua por decir eso.

—Deja que haga sus amenazas —dijo Cersei—. Es un hombrecito amargado.

—Un hombrecito amargado que parece preocuparse más por la muerte de su sobrina que su propia madre —dijo Tyrion—. No veo una sola onza de remordimiento en tu cara, hermana, teniendo en cuenta que fuiste tú quien hizo que Joanna huyera a los lobos en primer lugar.

—Ten cuidado de cómo me hablas —advirtió Cersei.

—¿Por qué? ¿Temes que pueda decir la verdad? —preguntó Tyrion—. Joanna está muerta. Era una niña inocente, y por lo que escucho, estaba embarazada de tu nieto.

—Lord Tyrion debería disculparse inmediatamente —dijo Pycell—. Inaceptable, irrespetuoso y de muy mal gusto.

—¡Soy el Rey! —gritó Joffrey—. Te castigaré.

—Cualquier hombre que tenga que decir "Soy el Rey" no es un verdadero Rey —dijo Tywin—. Me aseguraré de que lo entiendas cuando haya ganado tu guerra por ti.

—Mi padre ganó la verdadera guerra —dijo Joffrey—. Mató a Rhaegar. Tomó la corona, ¡mientras tú te escondías bajo Casterly Rock!

Tyrion observó el intercambio, esperando lo que siguiera. La cara de Tywin nunca cambió—. El Rey está cansado. Acompáñenlo a sus aposentos.

Después de discutir de Joffrey, Cersei finalmente lo retiró de la cámara, junto con los demás. Tyrion miró hacia el papel en sus manos, sintiéndose un poco enfermo ante la noticia de la muerte de su sobrina. De los hijos de su hermana, ella era sin duda su favorita. Era amable por naturaleza y una chica que anhelaba el conocimiento. El hecho de que su propia familia hubiera pasado la orden de que la mataran lo disgustó.

Mientras la pequeña cámara del consejo se despejaba, Pycell arrebató el papel de las manos de Tyrion cuando pasaba, el enano dijo una oración silenciosa a los dioses para aliviar el paso de Joanna a la próxima vida y asegurarse de que ella, su bebé y su esposo estuvieran bien donde quiera que fueran, y que estuvieran juntos en la próxima vida.

Su padre lo llamó y Tyrion detuvo de mala gana su movimiento hacia la salida, volviéndose hacia el hombre que lo despreciaba. ¿Cuán amargado debe ser uno para que maten a su propia nieta por el bien de una guerra? Era de su sangre. Y Tyrion se aseguraría de recordarle eso a Cersei por el resto de su vida.

Y Jaime. Su hermano había adorado a la chica como si fuera suya, más padre para ella que Robert y más amigo para ella que cualquiera que Joanna hubiera tenido en su vida. Aplastaría al Matarreyes enterarse de la muerte de su sobrina, de la misma manera que había aplastado a Tyrion.

Se miró los pies y dijo—: Por el Rey y la Reina en el Norte. Que los Dioses tengan piedad de sus jóvenes almas.