24 | EL VINO FLUIRÁ ROJO

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—¿Estás seguro de esto?

—No.

Robb y Joanna acababan de informarle a Catelyn de su decisión de tomar Casterly Rock, y ella tenía algunas preguntas e inquietudes con respecto a esta estrategia.

—Es peligroso.

—Si le quitamos el castillo a Tywin, los Lords de Westeros se darán cuenta que no es invencible —dijo Joanna.

—Tomar su hogar, tomar su oro, tomar su poder —dijo Robb.

—¿Por qué me lo estás diciendo? —preguntó Catelyn.

—Me rogaste que no envíe a Theon a negociar con su padre, yo ignoré tu consejo —dijo Robb—. Ahora Winterfell está reducida a cenizas, el Norte está invadido por Hijos del Hierro y Bran y Rickon están desaparecidos. Entonces, con Casterly Rock... te pido un consejo.

—¿Tenemos suficientes hombres? —preguntó Catelyn.

—Si Walder Frey coopera —respondió Robb.

—Si Walder Frey coopera —repitió Catelyn—. Si arriban refuerzos desde Desembarco del Rey antes de que tomemos el castillo, seremos atrapados entre el ejército de Tywin y el mar.

—Perderemos la guerra y moriremos de la misma forma que papá —dijo Robb—. O peor.

—Muéstrales cómo se siente perder lo que aman —dijo Catelyn.

Joanna asintió—. ¿Entonces crees que podemos hacerlo?

—Con los hombres, y si lo planeamos bien, creo que es completamente posible —respondió Catelyn.

—Esto podría cambiar el rumbo de la guerra para nosotros —dijo Joanna—. Y ni siquiera puedo estar allí para presenciarlo.

Robb casi sonrió—. Por supuesto que no. Estarás ocupada cuidando al bebé.

—¿Y qué harás tú mientras yo cuide al bebé? —preguntó Joanna—. Porque no lo haré sola.

—Lo sé —respondió Robb—. Solo estaba bromeando.

Joanna entrecerró los ojos—. No eres gracioso.

—Evidentemente, hoy no estamos de buen humor —murmuró Robb.

Catelyn no pudo evitar sonreír cuando Joanna se volvió hacia Robb—. ¿Disculpa? No fuiste tú el que estuvo despierto toda la noche porque cada vez que cierro los ojos para dormir el bebé decide patearme en el diafragma.

Robb rodó los ojos—. Eres muy dramática.

—¿Quieres que te dé una patada en el diafragma?

—No.

—Entonces no me llames dramática.





Cuando llegaron a los Gemelos, fueron convocados a una audiencia con Walder Frey. Joanna llevaba un vestido que ocultaba su figura de los ojos de cualquier persona y una capa que cubría casi todo. Desde la perspectiva de cualquiera, parecía que Joanna simplemente tenía mucha ropa puesta.

—Mis honorables huéspedes —dijo Walder—, sean bienvenidos dentro de mis paredes y mi mesa. Les extiendo mi hospitalidad y protección en la luz de los Siete.

—Agradecemos su hospitalidad, mi Señor —dijo Robb—. Vine para darle mis disculpas, mi Señor, y para implorar su perdón.

—No suplique mi perdón, Su Alteza —respondió Walder—. No fue a mí a quien despreció. Fue mis hijas —sus hijas presentaron y se pararon en dos líneas—. Se suponía que una de ellas sería Reina, y ahora ninguna lo es. Esta es Arwyen, mi hija. Mi hija Walda, mi hija Derwa, mi hija Waldra. Mis nietas mayores Ginia y Neila, Serra y Sarra, nietas, gemelas. Podrías haber tenido a cualquiera de las dos, o ambas. Mi nieta, Marianne, mi nieta Freya, mi nieta... Wertha —ella negó su cabeza—. ¿Waldra? ¿Waldina?

—Soy Mary.

—Bien —respondió Walder—. Y aquí está mi hija menor, Shirei, aunque todavía no ha sangrado. Claramente, no tienes la paciencia para todo eso.

—Mis damas —dijo Robb—. Todos los hombres deben cumplir su palabra, sobre todo, un Rey. Fui prometido a casarme con una de ustedes y rompí esa promesa. La culpa no es de ustedes. Cualquier hombre sería afortunado de tener a cualquiera de ustedes. Hice lo que hice no para menospreciarlas, sino porque amo a otra —ante esto, las mejillas de Joanna ardían—. Sé que estas palabras no pueden corregir los errores que les hice a ustedes y a su Casa. Ruego sus disculpas y me comprometo a hacer todo lo que pueda para compensarlas... así los Frey del Crossing y los Stark de Winterfell puedan, otra vez, ser amigos.

Walder aplaudió lentamente mientras sus hijas se alejaban—. Muy bien —sus ojos se posaron en Joanna y una fría sonrisa cruzó su rostro—. Ahí está ella. Acércate. Déjame echarte un vistazo.

Joanna levantó la barbilla y dio unos pasos hacia adelante, resistiendo el impulso de cubrirse el vientre con las manos.

Walder se inclinó hacia adelante en su asiento—. Sigo sin poder verte. Son ojos viejos.

Con una mirada a Robb en busca de tranquilidad y un asentimiento a su vez, Joanna dio un paso adelante e inclinó la cabeza en un gesto cortés.

—¿Amor? —preguntó Walder—. Así es como le dicen los Stark de Winterfell, ¿eh? Muy honorable. Yo lo llamo una cara bonita. Muy bonita. Más linda que todas estas, ciertamente. También bien proporcionada. Intentaron esconderla bajo ese vestido. Si querían esconderla, no deberían haberla traído aquí en primer lugar —se inclinó hacia adelante de nuevo—. Siempre puedo ver qué está pasando debajo de un vestido. Estoy en esto desde hace mucho tiempo. Apuesto a que cuando te quitas ese vestido, todo se queda justo donde está. No se cae ni un centímetro.

Joanna tuvo que morder el interior de su mejilla para evitar replicar, y detrás de ella, las manos de Robb se apretaron en los puños a los costados. ¿Cómo se atreve un hombre como Walder Frey a hacer comentarios tan crudos sobre su esposa? Incluso desde donde estaba parado, Robb pudo ver la opresión en la mandíbula de Joanna y podía decir que estaba incómoda.

—Tu Rey dice que me traicionó por amor —dijo Walder—. Yo digo que lo hizo por tetas firmes y ojos bonitos —Robb dio un paso adelante, pero Catelyn lo detuvo mientras Walder continuaba—. Y puedo respetar eso. Cuando tenía tu edad, habría roto 50 juramentos para meterme en una Lannister sin pensarlo dos veces —el estómago de Joanna se revolvió ante las palabras del hombre—. ¿Y también es una Baratheon? No te culpo.

La ira de Joanna burbujeaba silenciosamente en la boca del estómago. El hombre era vil. Era un anciano repugnante con poco respeto por nadie. Ella solo quería tomar la mano de Robb y huir; olvidar la alianza con los Frey para tomar Casterly Rock y simplemente huir.

—Bueno, tengo suficiente espacio en el salón para tu tropa —continuó Walder—. Pondremos carpas afuera con comida y cerveza para el resto de tus hombres.

—Gracias, mi Señor —respondió Robb, su voz tensa.

Walder se puso de pie y aplaudió—. Bueno, preparémonos. El vino fluirá rojo, la música sonará fuerte, y nos olvidaremos de este desastre.

Incluso mientras lo decía, Joanna no creyó sus palabras, y la sonrisa que le dedicó Walder Frey cuando ella lo miró por una fracción de segundo fue una que recordaría por el resto de sus días.

LIONS AND WOLVES | Robb StarkDonde viven las historias. Descúbrelo ahora