Entre Ruidos y Silencios

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Amaba verlo trabajar. La manera en que sus ojos oscuros se achicaban un poco y sus cejas se fruncían con sutileza; la concentración en su mirada mientras sus dedos se movían entre el papel y los aparatos repartidos por todo el escritorio.

Mientras lo miraba, balanceada mis pies sentada en una esquina de una mesa que daba justo frente a él.

—Lamento aburrirte, Asuna.

Kirito lo mencionó con una sonrisa algo torcida, rascando su mejilla. Sonreí para él, sin dejar de mover mis pies.

—No me aburro, me gusta cuando haces ruido, pero también cuando te quedas en silencio.

Él se sonrojó, suavizando el gesto de su rostro.

Entendía que no podía mentirle y que no había nada que interpretar entre mis palabras. Disfrutaba verlo en todos sus estados, en cada faceta.

Detuve el movimiento de mis piernas y lo vi ponerse de pie, levantando su cara sonriente para mirarme. Mi cuerpo reaccionó por simple inercia, como si a mi piel la recorriera una corriente que era enviada por él.

Sabía que sus pasos lentos y seguros lo traían a mí.

—Estuve mucho tiempo en silencio... ahora quiero tus ruidos...

Era increíble la manera en la que podía mutar su sonrojo con ese arrojo que llegaba a quitarme la respiración sin siquiera tocarme.

—N-no lo digas así...

Yo lo podía entender. Estaba en sus gestos, en su postura y en el tono aterciopelado de su voz, incluso en lo pesado de su respiración. Amaba eso también de él, por más vergüenza que todavía me diera su forma de hacerlo sin sutilezas. Es que por momentos olvidaba que ya ninguno éramos jóvenes inexpertos luchando codo a codo por vivir. Éramos ahora dos personas que habíamos madurado juntos; que habíamos experimentado juntos, no solo la vida, sino también, el amor en su forma de entrega más primitiva.

No me respondió, no con palabras. Tomó con sus dedos mi mentón, fundiendo su mirada oscura a mis ojos castaños; nos quedamos así un momento. Sentía su aliento tibio, estaba tan cerca pero dolorosamente lejos. Porque lo quería conmigo hasta que no existiera un punto donde decir dónde comenzaba uno ni dónde terminaba el otro, aunque eso no podía decírselo; era difícil ponerlo en palabras.

Así que terminé por besarlo, tomando las solapas de su traje desajustado por las horas de estudio y trabajo. Ese beso no era muy tierno, era uno necesitado, sediento, como si no lo hubiese hecho en mucho tiempo y, quizás así era; después de todo, entre las responsabilidades del imperio humano y sus trabajos, a veces el tiempo y el cansancio nos superaban.

El encuentro entre nuestros labios acabo y volvió a empezar repetidas veces, dejando una conexión húmeda en cada separación de nuestras bocas. El hormigueo no tardó en recorrer todo mi cuerpo, dejando escapar un jadeo de mi garganta que resonó en el silencio del estudio del principal espadachín del imperio humano.

—Ese sonido... no lo calles, que quiero seguir oyéndolo.

Susurró contra mi boca para volver a besarme. Sus manos se deslizaron por mi nuca, rozando mi espalda y posándose posesivamente contra mi cintura. Casi como un movimiento inconsciente, le di espacio entre mis piernas, para que pegara su pecho al mío. Esos ligeros escalofríos que sentía se volvieron pronto una tormenta en mi cuerpo, con Kirito estrechándome a él. Un beso apasionado que terminé mordiendo ligeramente su labio inferior.

—Aquí no... no quiero que nadie escuche.

Kirito sonrió quitando mechones rebeldes de mi rostro. Estaba siendo sumamente suave, pero su ternura duró un instante; una mueca tiró la esquina de su labio para componer en su rostro un gesto con un tono travieso.

—Sabe, subcomandante, el sistema no dejará que pase el sonido—. Kirito hizo un movimiento con su mano, usando su encarnación para poner el seguro a la puerta, distante de nosotros a unos pocos metros.

Un sonrojo furioso quemó mis mejillas. Sus ojos negros brillaban con deseo y podría jurar, que los míos le devolvían el mismo brillo.

Le daría todos los ruidos que él provocara sin silenciarlos, si eran para Kirito, cada sonido y cada silencio en mí serían de él. Después de todo, estando en sus brazos, incluso esos silencios se volvían dulces.

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N/A: Algo cortito porque ya sentía las ganas de algo dulce entre ellos!!!

Gracias a quien pase y nos leemos pronto!!! 

En 200 añosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora