Tenías que ser tú

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Adley:

Íbamos de regreso a la casa de Enith, Rachele quería que Zack viera a su hermano, algo sobre algunas cosas nuevas que hacía, así que iríamos allá, intentaría hablar un poco con Enith y después nos iríamos a casa Zack y yo.

Al llegar, el guardia de la entrada nos deja pasar tras ver quienes somos, en la entrada nos recibe Preston, se asegura de que no se haya colado nadie en la camioneta y nos permite pasar a la casa.

- Ven Zack, vamos con mi nonna e al mio fratello –suelta en italiano, debía recordar que la mayor parte de su vida había vivido allá, así que hablar en ese idioma, no era de extrañar.

- Sí –chilla emocionado mientras le sigue por las escaleras, suponía que ambos estaban en la misma habitación.

- ¿Sabes dónde está Enith? –detengo a una chica del servicio, ella asiente y me informa que esta en el saloncito, asiento permitiendo que se vaya, camino al lugar y llamo suave, no parecen responder e intuyo que es por la música que suena, entro y lo que veo me deja de piedra, siento la ira de los celos recorrer mi cuerpo entero, sin meditar mucho me acerco a ellos a grandes zancadas, tiro de él con brusquedad y ella se tambalea. Me giro y le suelto un puñetazo al maldito doctor, este cae, Enith chilla por la sorpresa y lo siguiente, no lo esperaba de ninguna manera, ella salta sobre mí y comienza a golpearme en todas partes, intento detenerla pero no puedo, parece fuera de sí.

- Ay no, tenías que ser tú, eres un idiota –grita mientras lanza puñetazos a diestra y siniestra–, imbécil, cretino, pedazo de mierda, poco hombre –intento protegerme al menos–, fottuto pezzo di immondizia, beffardo, infedele, traditore (maldito pedazo de basura, remedo de hombre, infiel, traicionero) –lo siguiente lo suelta en italiano, debía decir que era demasiado sexi enojada y hablando ese idioma–, no, déjame decirle todo lo que se merece a este prostituto –chilla cuando la alejan, puedo ver que es el doctor.

- Calma Enith, te pueden oír los niños –dice bajo, eso parece hacerla recapacitar, comienza a reírse de la nada, la veo desconcertado. Me imagino que el escándalo fue tan grande que llamó la atención de la señora Caruso.

- Señora Caruso, por lo que más quiera, evite darles los brownies a los niños –la buena mujer lo ve con extrañeza–, tienen droga, me di cuenta al ver el estado de Enith –la mujer asiente sorprendida, sale de ahí, me imagino que a guardarlos o tirarlos, él parece tranquilo y eso me dan más ganas de golpearlo de nuevo.

- Estábamos muy bien hasta que llegaste –bufa molesta, frunzo el ceño, eso lo decía porque estaba drogada, en sus cinco sentidos seguro no querría hacerlo–, bailábamos y nos consolábamos el uno al otro –se gira a verlo y le sonríe, él parece estar más lúcido ahora.

- Sí, es verdad –dice suave, ella se gira a mí, una gran y radiante sonrisa en su rostro.

- Lo ves, lo ves –da pequeños saltos emocionada, él en ningún momento la suelta, quizás volvería a golpearme, aún así preferiría mil veces eso antes que verlos abrazados–, vete al diablo Adley –rueda los ojos–, mira que te hizo –toca suave el labio inferior, estaba sangrando un poco.

- No te preocupes, al rato lo limpio –le dice suave, ella niega, se zafa de sus brazos y toma una servilleta, lo hace sentarse y con cuidado limpia.

- Listo –dice cuando ya no queda más sangre–, falta una cosa –besa suave la comisura–, así sanará más rápido –ríe bajo cubriendo su boca.

- Ven, debes acostarte y tomar mucha agua –ella niega–, no querrás que Rach te vea así, ¿verdad? –ella vuelve a negar.

- Pero estaba tan divertido –hace puchero, lo que la hace ver adorable.

- Yo la llevo –me acerco para cargarla, ella se gira y manotea.

- No, tú no, tú no –chilla, él se pone de pie y le alza–, pero tú sí –se acomoda en su pecho, suspira–, no me agradas Adley, no te quiero, no te soporto, te aguanto por Rachele, pero hasta ahí, no sobre pases el límite de mi paciencia, no te debo nada, y si quiero besar a este guapísimo doctor de niños, lo besaré y tú ni nadie podrá decirme nada –como para reforzar su punto vuelve a besarlo, aprieto los puños al ver como lo disfruta ese desgraciado oportunista.

- Vamos –le susurra suave tras separarse, se gira a verme y entonces lo veo, una pequeña mirada de superioridad, y de no ser porque la trae en brazos, le habría soltado otro puñetazo.

Los veo salir del pequeño saloncito, camino de un lado a otro como león enjaulado, esta me la pagaría el maldito doctor.

Thesion:

Debía admitir que el golpe me había dolido, sin embargo, por muy drogada que estuviera, era consciente de sus actos, no sabía en que posición me dejaba esto, si era sólo para demostrarle un punto al insistente de su ex, o es que acaso disfrutaba mucho mi compañía, o bueno, mucho más que eso.

- Señora Caruso, lleve una jarra de agua a la habitación de Enith, por favor –la mujer asiente y va a la cocina, entro a su habitación y la dejo suave sobre la cama.

- No te vayas, sigamos bailando –se mueve en la cama, sonrío enternecido, era demasiado adorable para su propio bien.

- No me iré, debo vigilar que todo vaya bien contigo –ella asiente y se deja caer en la cama, bosteza.

- Me siento muy feliz –gira la cabeza de un lado a otro, se estira, enreda sus piernas en mi cintura y ríe cuando ese movimiento logra desestabilizarme, retiro sus piernas con cuidado y justo, entra la señora Caruso con lo que le pedí, lo deja en la mesita de noche y procedo a servir un vaso, se lo paso.

- Bebe Enith, te hará bien –ella niega–, por favor –digo suave, ella suspira y asiente tomándolo, comienza a beber–. Señora Caruso, ¿de dónde sacó esos brownies? –la miro atenta, de reojo vigilaba que ella tomara toda el agua.

- Una señorita me los obsequió, dijo ser amiga de Enith, era muy bonita y simpática y hablaba como si la conociera –dice tras pensarlo por un momento.

- Cuando ella este mejor, debe decirle como lucía la mujer, no creo que sea amiga de Enith, no sé cual era su intención, pero gracias al cielo sólo comimos ella y yo, de haberlo ingerido Rachele, usted o la señora Giulietta, habría sido un gran desastre –me preocupaba un poco más Rachele, en ella seguro serían más severos los síntomas.

- Así lo haré joven Solon –ella lucía preocupada y muy culpable.

- No es su culpa, pero de ahora en adelante, no debe aceptar cosas de nadie, ahora sólo fue marihuana, pero pudo ser peor –ella asiente abatida, tomo el vaso vacío y lo lleno de nuevo, se lo entrego–. Debes beber mucha agua Enith, así vas a sentirte mejor más rápido –ella asiente, sigue tomando agua hasta que no puede más y se queda quieta en la cama, comienza a dormirse, era mejor así.

La señora Caruso y yo salimos, vamos a la planta baja y entonces lo veo, daba vueltas molesto.

- ¿Cómo está? –se dirige hacia la señora Caruso.

- Esta dormida, el joven Solon le dio mucha agua y ahora duerme –le explica ella tras recibir mi asentimiento.

- ¿Quién hizo esos brownies? –parecía molesto, me pongo derecho colocando una de mis manos en el hombro de la señora Caruso.

- Dígale lo que me dijo a mí, quizás puedas reconocer quién fue –lo miro atento, mi tono y expresión son serias.

- Era una mujer joven, como de veinticinco años, cabello negro y largo, delgada, ojos grises y piel trigueña, de la estatura de Enith –veo el reconocimiento en sus ojos, sabía que él lo sabría.

- En efecto, sé quién es –su tono es gélido–, Audrey, es una prima de Enith y Fiorella, esta última y ella se llevan muy bien, imagino que fue plan de Fiorella –rueda los ojos, Enith si que tenía una maravillosa familia.

Una última vezDonde viven las historias. Descúbrelo ahora