Capítulo 2

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Recuerdos del pasado

-Deja de rascarte la mano Sofía- advirtió mi madre -te vas a sacar la piel.

Observé la taza entre mis manos, no quería levantarme de la mesa. Sentía un temor profundo ir a la escuela, las marcas del pesado acechaban y con eso todos los miedos que me dejó.

-Elisa dijo que los primeros días son muy tranquilos- mamá me platico sobre una alumna que asistía a mi nueva escuela que había conocido casualmente en su trabajo de medio tiempo -abundan más los profesores que los alumnos.

No pude evitar soltar un suspiro, en está llegada a diferencia de otras trataría de pasar los más desapercibida posible.

Y así fue.

Había planeado miles de escenarios ahí adentro, toda la noche fue pasar de una emoción a otra, de felicidad a miedo.

Para que al entrar solo los pasillos solitarios me recibieran.

No pude evitar darle la razón a mamá, ya habían pasado dos horas y eran pocos los alumnos que deambulaban por las clases. Los pasillos parecían sacados de un película de terror, pocas pisadas se escuchaban llegar de ellos.

-Es así siempre- me sobresalte al escuchar una voz y toque mi pecho asustada, -la primera semana nadie viene, no dictan clases importantes así que no se preocupan por venir.

La morena que estaba a dos asientos intentó sacar una plática a la cual con todas mis fuerzas quise contestar, pero las palabras simplemente no salieron de mi boca.

-¿Eres nueva verdad?- asentí, -pareces ser muy tímida- su mano se movió hacia su barbilla pensando -para relajar las cosas te aconsejo que intentes acercarte a alguien dentro de estos días- <no gracias> pensé, -los que se llegan a clases suelen ser muy estudiosos o estrictos consigo mismos, es decir, personas muy tranquilas y enfocadas- el silencio inundo el aula. -Te hará bien.

-¿Y tú?- pregunté por lo bajo. Su cabeza giro tan rápido de la sorpresa, sus ojos hezel volvieron a enfocarse en mi.

-Pensé que nunca me hablarías- río -yo solo vengo porque mis padres odian que falte a clase, a mi no me gusta porque mis amigos no pisan el edificio hasta la próxima semana- chasqueó los dedos indignada.

Osea que esta linda personita ya tenia su grupo de amigos y solo me estaba hablando por cortesía.

-¿Y conoces a alguien solitario?"- pregunté dudosa -de preferencia que no hable mucho- ella volvió a reír.

Con su cabeza señaló de forma simulada a las únicas tres personas presentes ahí. Dos chicos y una chica, viéndolos así, ninguno de ellos parecía querer sacar una conversación.

Al parecer este año la pasaría otra vez sola, al menos sin molestias esta vez.

Finalmente mis pasos se detuvieron frente a la puerta del salón que sería mi último horario del día. Me senté en la última silla al lado de un mueble lleno de libros viejos, quise eructar por la gaseosa del mediodía pero me retracte cuando observé a una chica delgada y pequeña metida entre los libros en una esquina, no pude evitar mirar como sus anteojos eran más grandes que su cara.

Ya habían pasado treinta minutos y ni siquiera el profesor cruzo por esa puerta, comencé a inquietarme y tome entre mis manos un birome azul para morderlo sin ninguna delicadeza.

Después de presenciar como un alumno se tropezó en el pasillo a través de la ventana escuche pasos apresurados y fuertes dirigiéndose hacia acá.

-Al fin- suspire preparada para levantarme y saludar al profesor.

Mi tormento. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora