Viejos pasatiempos.
La casa de doña Samanta estaba invadida por plantas, grité por un milagro cuando no lograba encontrar el timbre de la puerta, ni siquiera pude visualizar el picaporte.
-Hija, ¿Estás segura de que esta es la dirección?- pregunto papá y yo asentí.
-Es la única casa cerca del bosque papá- aseguré.
Tuve que recorrer al menos veinte minutos en auto para llegar hasta aquí, Adrián me advirtió de su lejanía, pero no espere que fuera tanto.
Me rendí con mis intentos de encontrar el timbre así que procedí a aplaudir con todas mis fuerzas, la cortina se abrió de forma inesperada donde una señora después de dirigirme un ceño fruncido se apresuró a cambiar la expresión y chillar alegremente.
-Ya me vio, puedes irte- me acerque al preocupado hombre arriba del auto para despedirlo con un beso en la mejilla. -Puedes buscarme dentro de una hora, hoy no trabajaré, solo me acomodare al lugar y a su dueña.- Sonreí esperando tranquilizarlo.
Él se mantuvo callado, eso era signo de que no estaba satisfecho, conocía ese silencio y sabía que era capaz de esperarme la hora completa afuera.
-Ya te dije que no quiero pelear- intente convencerlo por última vez. Habíamos discutido todo el viaje, el quejándose y yo sumida en el pánico. Sus constantes dudas terminaron por perturbar la poca cordura que me quedaba, <hija esta muy lejos, no estoy seguro>, <solo hay una casa en frente, ¿será que podrán escuchar tus gritos si algo te pasa? No esta tan alejada por lo que veo... Bueno si>, <¿tu amigo es de confianza?>, <¿Un bosque?, ¡¿Un bosque?! Se supone que estamos en una ciudad grande ¿que hace un bosque aquí?>Odiaba los bosques, solo nombrarlo me hacia temblar, recuerdo todo los lamentos que pasé dentro de uno de ellos, precisamente en el bosque Kinfloc: me desperté inconsciente incontables veces ahí, me persiguieron, intentaron abusar de mi, me secuestraron y lo más tranquilo; me perdí.
Este mes estuve haciendo terapia con una buena psicóloga de la ciudad, mi madre la conoció en el trabajo. Ella me dijo que no puedo hacerme presa de mis miedos, <los cambios no son malos, mis pensamientos sobre estos lo son>, quería salir de ahí, no evadir mi pasado, confrontarlo. Y que mejor manera que comenzar a tener el control que nunca tuve sobre mi vida. Yo quiero este trabajo, yo quiero estar aquí, YO.
En cuestión de segundos visualice a la mujer en frente de mi.
-Pero mira que jovencita tan linda, eres la primera mujer que Adrián dio a conocer a la familia, de seguro eres especial para él- Sonreí aturdida, ¿especial?
-Hola doña Samanta, un gusto me llamo Sofía... Y no creo que sea tan así- reí incómoda.
-¡Por supuesto que lo es! No sabes como me rogó para darte trabajo, estaba preocupado de que consiguieras uno donde no te tratarán bien o se aprovecharán de ti- la molestia sonó en su voz, -ya sabes como son hoy en día con los jóvenes, los explotan por su inexperiencia.
-¿Acaso no necesita que alguien cuide de su casa señora?- frene de golpe, no quería ser un estorbo solo por el pedido de alguien angustiado. Hablaría seriamente con Adrián.
-¡Oh, claro que sí! Tenía a una muchacha, la tuve que despedir- dijo sin rodeos y yo me atragante con la saliva, -pero no te preocupes, no hacia su trabajo bien, solo mira como luce esta casa- se quejó.
Las palabras de doña samanta sonaba muy lejos de mi mente, al menos no lo suficiente para procesar, sabía que estaba entrando en un estado de ansiedad, así que me concentre en todos los detalles.
Como su sonrisa provocaba arrugas sobre su rostro, su pelo enmarañado en un rodete, el vestido color beige que cubría hasta sus rodillas y las lindas pantuflas de Patricio estrella.
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Mi tormento.
Teen FictionTonta, torpe e inocente. ¿Quién no fue así en su adolescencia alguna vez? Mi objetivo era llegar, hacer muchos amigos y fomentar la paz e unión dentro de este edificio. Como anteriormente lo había logrado en mi antigua institución. ¿Cuál era el pr...