Strawberries & Whisky - Grindeldore

Parte 4

Gellert:

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Me pongo de pie para buscar mi abrigo y tomar la varita. No mentía cuando hablé de los hechizos, no esperaba necesitarlos pronto, mucho menos esta noche pero desde que me permití admitir lo que sentía por Albus todo dentro de mi deseaba que sucediera.

Estoy realmente nervioso, nunca me había sentido así por alguien, las chicas anteriores fueron algo pasajero, solo buscaba diversión, placer, pero con Albus es distinto, con él puedo ser yo mismo y se siente... como si lo conociera desde hace años, como si fuera mi hogar, lo deseo en todo sentido y no puedo ya negarme que estoy cayendo por él. Por eso no puedo permitir que note mi nerviosismo, tomo mi varita y practico el hechizo un par de veces antes de volver a la cama.

Sonrío al verlo recostado en el caos de sábanas, con sus rizos rojizos adornando la almohada, me devuelve la sonrisa generando una sensación de calidez en mi pecho.

—¿Estás seguro de que quieres hacer esto, Albus? —Digo rompiendo el silencio en el que nos encontrábamos sumidos, porque a pesar de que hace semanas que sueño (literalmente) con este momento estaría dispuesto a esperar hasta que estuviera listo.

Su mirada se encuentra con la mía y un escalofrío me recorre la columna.

—Si no quisiera hacerlo no habría aplicado un hechizo de limpieza para... ya sabes, mientras buscabas tu varita. —Carraspea suavemente y veo sus mejillas ruborizarse—. No creerás que fuiste el único que investigó.

Muerde nerviosamente su labio inferior haciéndome llevar mi mirada a éste, paso saliva y remojo mis labios mientras recorro su rostro, el brillo que adorna su mirada me hace perder la poca cordura que conservaba. Me lanzo hacia su boca fundiéndonos en un beso suave, Albus lleva sus manos a mi nuca y gira levemente su cabeza permitiendo una mayor profundidad, su lengua acaricia la mía con delicadeza y no puedo evitar soltar jadeos por lo bajo cuando sus dedos tiran sin delicadeza de mi cabello.

Con mis brazos envuelvo su tórax pretendiendo juntar más nuestros cuerpos, pero es imposible. Sus curiosos dedos recorren el camino de mi cuello hasta mi espalda. Mi pecho se encuentra sobre el suyo y juro que puedo sentir el acelerado latir de su corazón acompasándose con el mío.

Rompo de a poco el contacto para tomar la varita que en algún momento abandoné sobre la cama para realizar los hechizos y dejarla sobre la mesa de noche. Mis ojos están sobre los suyos por lo que puedo notar como estos se cierran y sus cejas se juntan demostrando malestar.

—¿Al, estás bien? —su respiración se vuelve lenta y pesada, pero para cuando sus cejas abandonan la línea media abre los ojos, suelta un suspiro y asiente.

—Estoy bien, solo... dolió un poco, pero ahora siento extrañamente pegajoso, un poco cálido —la sonrisa ladina que adorna su rostro me provoca una incontable cantidad de sensaciones que intento acallar con más besos.

Nos perdemos recorriendo cada recoveco de la boca contraria. Nuestras manos tratan de tocar cada rincón de la piel del otro. Puedo sentir su creciente erección sobre mi muslo. Me muevo buscando contacto hasta que su voz me saca del trance.

—Quiero sentirte, Gellert. —Susurra sobre mi oído provocando que el vello se me erize, sus dientes capturan mi oreja y tiran de ella haciéndome soltar un grito.

Me alejo asintiendo levemente y bajo deteniendome sobre su torso para tomar entre mis labios sus pezones, juego con ellos rodeándolos con la lengua, repartiendo a la vez caricias sobre sus muslos.

Desciendo con besos hasta su pelvis y sus manos van a las sábanas tomándolas en puños cuando estos llegan al interior de sus muslos. Los separo dejando libre la vista a su pequeña entrada. Admiro las tortuosas venas de su miembro completamente erecto que choca contra los músculos de su abdomen, en el glande puedo ver que su preseminal comienza a gotear, lo tomo con un dedo y lo llevo a su entrada intentando lubricar un poco.