Prólogo

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Sus pisadas eran tan contundentes que hasta podían oírse varios metros más allá. Estaba rozando sus límites de paciencia, y él era el hombre menos paciente que conocía.

Desde hacía meses su mente se preguntaba una y otra vez si sus pensamientos respecto al chico eran correctos. Se trataba de un chico de dieciséis años que durante años le había sacado de quicio y odiaba tener que gastar su tiempo libre en su compañía. Pero desde que empezó a castigarle tan a menudo en su despacho y compartieron más de una conversación comprobó, con gran sorpresa, el ingenio y la inteligencia que poseía.

Por primera vez no le pesaba el hecho de tener que salvarle cada vez que se precipitaba de cabeza hacia un problema. Al principio lo hizo solo por Lily, por ella y por su enorme culpabilidad. Sin embargo, ahora se debatía en sí lo seguía haciendo por la mujer a la que amaba o por alguna razón oculta.

Le irritaba que fuera un imán para los problemas y le fastidiaba aún más que su alegría, su risa y espontaneidad se apagaran en su presencia. Ante sus amigos y personas de confianza era un chico animado y feliz, sin en cambio, ante él era cortante y dueño de las miradas más fría que vio jamás en un alumno.

Eso le llevó a pensar que no eran tan indiferente al chico como quiso creer. Deseaba esas conversaciones en su despacho, esos momentos que compartían a solas. Pero nada ni nadie le iba a arrebatar el gusto de continuar quitándole puntos a su casa. Pensó que tal vez el chico sería capaz de borrar el amargo sabor de su pasado. Un pasado que seguía a flor de piel.

Severus solo se enamoró dos veces y la segunda ocasión fue incluso más dolorosa que la primera. Lily jamás supo lo que sentía por ella, pero él si lo supo. Y gracias a eso le humilló al contárselo al resto de sus amigos, y eso que ya no eran unos críos. Recordó con amargura el primer beso que compartieron, no es que hubiese muchos más, pero ese se le quedó marcado para siempre porque él también le dijo que le quería. Fue cuando Severus ya era profesor y ambos se confesaron al otro. Severus hizo un gran esfuerzo por olvidar las humillaciones de este y sus amigos. Pasaron algunas semanas juntos, viéndose a escondidas en las partes más ocultas del colegio hasta que ese hombre se la jugó otra vez.

Quizá la suerte haría que volviera a enamorarse, pero difícilmente sería correspondido. Pero ¿lo que sentía por el chico podía evolucionar hasta el punto de llamarse amor? Con otras pocas horas en su despacho podría indagar un poco. Seguro que en la clase de aquella misma mañana haría algo para ganarse un buen castigo. Sin embargo, las esperanzas de llegar de buen humor a su clase se desvanecieron cuando ese hombre, el culpable de su dolor en los últimos tres años, cruzó la puerta de Hogwarts.

El invierno de una vida.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora