Capítulo 2:

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Deje mi maleta debajo de la litera, y me dispuse a inspeccionar lo que había detrás de aquella puerta entre la televisión y el sillón, como supuse, era el baño, era bastante pequeño, pero acogedor, tenía una pequeña ducha, una pica con un espejo y un váter, que más se puede pedir para un viaje de unas horas. Miré fijamente al espejo ¿Esta soy yo? Me pregunte para mis adentros, delante del espejo veía a una chica alta, rondaría el metro setenta, con un pelo castaño claro medio ondulado y unos ojos azules, no era ni gorda ni flaca, estaba normal, su cara no transmitía emoción alguna, tenía cansancio acumulado y no sabía lo que le depararía el futuro. Salí del baño apenas reconociéndome a mí misma, me senté en un sillón y miré fijamente por la ventana, en algún momento había comenzado a llover de forma que me distraje viendo como se deslizaban las gotas a la carrera, como si nada les importase, de hecho, nada les importaba. Absorta en mis pensamientos, eché una mirada al pasado, lo que puede llegar todo a cambiar durante un solo año, hace poco más de unos trescientos sesenta y cinco días, estábamos todos felices, íbamos juntos a todas partes, era increíble como en un abrir y cerrar de ojos todo cambia.

Una tarde de febrero del año pasado:

-       No te escaparás, ya verás- dice Carlos mientras hacía una pelota con la nieve- no huyas, sabes que te alcanzaré.

Yo y mi madre nos reíamos sin parar, mientras mi padre ponía cara de serio intentando apuntar mientras avanzaba hacia mí, no podía evitar sonreír aunque se esforzaba por ocultarla.

-       Oye chicas, parad de reíros de mí- dijo mi padre mientras nos lanzaba la bola y veía que segundos más tarde impactaba en mi espalda- ves te dije que te la devolvería.

Después de este momento juguetón, seguimos los tres paseando felices por el parque, era una agradable tarde de invierno, el parque estaba cubierto de nieve y familias enteras disfrutando de unos tímidos rayos de sol que se habían decidido a calentar un poco esta tarde de sábado de este frío invierno.

-       Carol-se escuchó una voz de fondo- ¡Cuánto tiempo!

Cuando mí madre se giró, esbozó una gran sonrisa, a lo lejos se visualizaba la figura de Susana y su madre.

-       ¡Clara!- se acercó mi madre corriendo hacia ella y la abrazó fuertemente- ya era hora que nos viéramos, todo y que sea de casualidad, las llamadas telefónicas me sabían a poco.

-       Tu sigue pensando que es casualidad-dijo Clara riéndose- Laura me dijo que saldríais a disfrutar del día si hacia sol y Susana insistió en salir.

-       Siempre tienes que romper la magia- dijo mi padre y todos nos comenzamos a reír.

Seguimos dando una vuelta al parque, mi madre y la de Susana se ponían al día, siempre eran así, de hecho siempre nos contaban historias de cuando eran jóvenes, Susana y yo pensábamos que estaban locas, pero en el fondo sabíamos que queríamos vivir experiencias similares. Nosotras nos quedamos con mi padre haciendo el tonto mientras disfrutábamos del ambiente. Un rato más tarde entramos en una cafetería para disfrutar de una deliciosa taza de chocolate y alguna que otra pasta. Se fue poniendo el sol y las dos familias nos acabamos separando y quedamos en vernos otro día.

Seguimos nuestro camino felices hasta casa, el sol apenas se veía, caminábamos divertidos mientras contábamos anécdotas de cuando mis padres eran jóvenes,  cuando de repente oímos un gran ruido, de repente, aparecieron dos hombre que nos cogieron a mi madre y a mí por los hombros y luego nos juntaron los brazos y nos agarraron las manos con una suya y luego nos sellaron la boca con la otra, nosotras pataleábamos, y mi padre intentó liberarnos con todas sus fuerzas, luego aparecieron dos hombres que lo apartaban de nosotras. No parábamos de forcejear, y no podíamos ver otra cosa que a mi padre chillando mientras pedía que nos liberara que le daría todo lo que tiene, que él se quedaría si hacía falta. Cuando mi padre les dio todo lo que llevaba encima y los hombres nos registraron a ambas. Nos soltaron  y los hombres desaparecieron detrás de un callejón, continuamos andando y cinco pasos más tarde oímos un disparó, mi padre se giró y al ver que se dirigía hacia mí, no hizo otra cosa que saltar, mientras no podía hacer nada para evitar que la bala impactará contra su pecho, cayó rendido y la sangre comenzó a brotar, y los pasos de gente corriendo se oyeron de fondo.

De vuelta al tren:

Las lagrimas brotaban una y otra vez de mis ojos, no podía evitar maldecir a cada hombre que participó en aquello, no hay día en que no lo haga, no hay día en que no me sienta culpable y recuerde esa maldita sensación de que se pare todo, de ver como brota la sangre sin poder hacer nada, ver a tu alrededor y descubrir que tu padre ha muerto y tu madre no puede parar de llorar aturdida en un rincón, estando en shock. No hay día en que no recuerde que murió por mí, que evitó que impactara contra mi pecho. Ya no sabía dónde estaba hasta que oí el ruido de una puerta abriéndose, así que reaccioné rápidamente y me sequé las lágrimas, no podía permitir que me viese así.


Hasta aquí el capítulo, espero que les haya gustado:)Me gustaría recomendarles una historia de una buena amiga y buena escritora, su primer libro es vida de ensueño y luego el de aceptando lo inevitable. Gracias a todos por leer:) 

Una vida para recordarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora